Entre ser y no ser, ser
- Por Sheyla Díaz Figueras
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La palabra, como instrumento de exploración, establece muchas veces una frontera difusa entre la literatura y el periodismo escrito. Mientras las academias enseñan la fría arquitectura de la pirámide invertida y la objetividad aséptica, algunos escapan del método para edificar atalayas sobre el movedizo terreno del lenguaje, demostrando que la verdad no solo se informa, sino que puede ser narrada con todos los matices de la condición humana.
Era julio de 1958 y Delsa Esther Puebla Viltres, con solo 17 años, cumplía una importante misión. Por órdenes del Che, debía entregar un mensaje a Carlos Durán Batista, capitán del ejército enemigo. La carta solicitaba una tregua para devolver, a través de la Cruz Roja Internacional, unos soldados capturados.
Eran dos personas mayores, al parecer madre e hija, las que nos llamaron la atención mientras caminaban con sendas latas de malta Bucanero ya vacías en sus manos, al parecer se las habían tomado mientras caminaban hacia la casa, pero en el trayecto, al no encontrar un cesto donde echarlas, seguían con ellas medio aplastadas quizá hasta encontrar el lugar correcto donde depositarlas.