Dar afecto

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El afecto es crucial para tu salud mental y emocional, tanto darlo como recibirlo con su poder revelador de amor, cuidado y calidez, tanto hacia uno mismo como a los demás.

Según estudiosos revelan que quienes dan y reciben afectos, con regularidad, gozan de una mejor salud mental, emocional y espiritual, con menos estrés, depresión, ansiedad y en un ambiente de complacencia, al poder sentir con el cuerpo y el alma.

El afecto tiene una base biológica, pero su forma de expresión se modula a través del aprendizaje en la familia, escuela, en lo social y cultural.

Por eso las experiencias tempranas influyen decisivamente en el desarrollo de la capacidad afectiva de los hijos, con el interés de reproducir esos sucesos que esparcen felicidad.

Es decisiva la educación en el amor, con quehaceres sobre afecto, ética, respeto, reflexión, entusiasmo, pasión, flexibilidad, generosidad, agradecimiento y solidaridad.

Hay que adquirir conocimientos y preparación para enseñar, en todos los niveles de la existencia, Paulo Freire, profesor brasileño, sentencia con aparente sencillez: “La educación es un acto de amor”, que exige conquistar el alma, entender el cariño y desarrollar vínculos entrañables con los hijos para que los integren en sus acciones futuras.

Los niños son espontáneos, por naturaleza, con sus reacciones propias de inocencia que, además, influye el entorno, independientemente de sus ocurrencias, pero hay padres que no aleccionan en afectos, sin embargo, reclaman cariño, incluso sin un cumplido, ni un beso.

No se puede empequeñecer que el afecto es también una emoción negativa, con nocivos celos y odio, por eso hay que insistir constantemente en su versión agradable, que permita desarrollar su inteligencia emocional, con habilidades para percibir, valorar y expresar las emociones de manera precisa y adaptativa, que faciliten el pensamiento creativo en un clima de armonía y gozo.

La salud espiritual hay que cuidarla desde las primeras edades, para robustecer la capacidad de encontrar paz, fuerza interior y resiliencia, para afrontar con calma y serenidad las situaciones adversas, con un extraordinario equilibrio interior que mejora el estado de la persona en todas sus dimensiones: física, racional, social, emocional y anímica.

Con afecto aumenta la oxitocina, llamada hormona del amor, que promueve sentimientos de satisfacción, fomenta el desarrollo, confianza y empatía, componentes vitales de las relaciones sólidas y saludables en las relaciones entre personas.

Podemos reflexionar con Leo Buscaglia, efervescente embajador del amor de Los Ángeles, California: “Con demasiada frecuencia subestimamos el poder de una caricia, una sonrisa, una palabra amable, un oído atento, un cumplido sincero o el más pequeño acto de cariño, todos los cuales tienen el potencial de cambiar una vida”. Adam Smith, economista escocés: “Muchas personas pasan por nuestra vida, pero solo muy pocas llegan a ocupar un gran lugar en nuestro corazón”; y Lord Byron, poeta británico: “La prueba de un afecto puro es una lágrima”.

 Hilda Pupo Salazar
Author: Hilda Pupo Salazar
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Periodista especializada en temas de educación y valores. Autora de las columnas Página 8 y Trincheras de ideas.

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