Niñez,adolescencia...vida sin alcohol
- Por Maribel Flamand Sánchez
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No concibo que un padre o una madre inciten a un hijo menor a ingerir bebidas alcohólicas, pero lamentablemente existen quienes lo hacen. Lo corrobora un sucesoi rracional vivido recientemente.
El irresponsable padre conminaba a su pequeño de 6 años de edad a mojar el dedo índice en un vaso con ron y luego llevárselo a la boca. Entonces lo estimulaba con un “entra campeón”, mientras la insensata madre reía satisfecha.
El hecho motivó la desaprobación de algunos de los presentes, pero resultó desconcertante para mí que fueran mayoría quienes aprobaron la desatinada actuación. Daba por sentado, ante la cantidad de propaganda contra el abuso en el consumo del alcohol que aparecen por todas partes, que eran suficientemente conocidos los daños que este causa a la salud y sobre todo de los menores, pero aquella escena reafirma que ni siquiera existe percepción del riesgo.
Mientras unos aplaudían la “iniciativa” de enseñar al niño para que luego no sea un “trajinao” otro instruía a la hija de 15 años en el mismo mal proceder “para que nadie me la engañe”; más allá un chico de unos 10 años se empinaba del vaso con cerveza que la madre sostenía entre las manos como si se tratara de refresco.
Demasiada permisibilidad e irresponsabilidad entre gente con alto nivel de instrucción pero ignorante de que resulta más fructífero inculcarles a hijos e hijas normas y conductas que lo conviertan en seres responsables y fuertes de espíritus, capaces de discernir entre lo conveniente o no y a deshacerse de influencias nocivas.
Conozco un muchacho de apenas 18 años que bebe a la par de su padre soltero; por culpa del alcohol, su piel luce ya un matiz cenizo, evidencia ante la cual algunas personas presagian un daño irreparable. Cuántas cosas útiles, beneficiosas e instructivas hay para enseñar, sobre todo a un ser que aún no alcanza su madurez.
Una compañera de viaje en coche contaba que en el reparto donde vive son usuales los sitios donde se expande el ron de manera ilícita y en esos propios lugares se concentran varones de todas las edades que beben y perturban hasta altas horas de la madrugada. Entre ellos, aseguraba, cada vez ganan mayoría los rostros jóvenes.
Tales situaciones hacen volver la mirada hacia los muy divulgados pero no totalmente asimilados daños que causa la bebida al organismo y las conductas del afectado ante la sociedad y la familia, máxime cuando se trata de menores.
La ingestión del líquido adictivo a edades tempranas afecta el desarrollo madurativo (orgánico, psicológico y social), daña al hígado, al páncreas y especialmente al cerebro ya que todavía se están desarrollando y madurando.Interfiere en el desarrollo del sistema nervioso central ocasionando déficits relacionados con la capacidad de concentración y resolución de tareas, tanto para este periodo de edad como para el futuro.
De acuerdo con estudios nacionales, en la familia se estimula el consumo de bebidas alcohólicas en edades tempranas, tal vez por ello las nuevas generaciones no lo identifican como un peligro para su salud.Los muchachos beben por imitación,para evadir problemas en la escuela o en la casa, por embullo, presión del grupo de amigos y la excusa de las insuficientes opciones recreativas, entre otras causas.
Se plantea que la tolerancia social en torno a este fenómeno incide en su aumento, favorecido por un despliegue de las vías de acceso. El ron está al alcance de quien lo desee, en cualquier lugar, a diferentes precios y monedas, en una diversidad admirable para unos e irritable para otros, y para colmo de males en envases reducidos, como los llamados "Planchao", que abaratan su precio y por tanto los acercan más a los labios de jóvenes y adolescentes.
Se impone generar una sociedad menos tolerante al consumo de alcohol entre los menores y para ello es menester modificar la cultura existente con respecto al uso y abuso del líquido etílico. Quien inste a un menor a beber o consienta tal episodio a sabiendas del daño que ocasiona, incurre en actos contra su normal desarrollo, un delito que tampoco debe pasarse por alto.
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