Empatía

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precios 01Foto: Alexis del Toro

Ejemplos encomiables de personas, instituciones, actores económicos estatales y privados, que en situaciones adversas donan, comparten, colaboran en gestos altruistas, por fortuna, brotan con el mismo efecto salvador del agua fresca de manantial ante la sed insaciable. La lista de buenos paradigmas podría ser extensa, porque si algo distingue a nuestra gente, en todos los ámbitos, es su carácter solidario, la tradición de compartir lo que tiene, aunque sea poco.

Pero en medio de las contingencias aparece también, lamentablemente, gente que sale a lucrar, a multiplicar ganancias a costa del desabastecimiento y las carencias generadas por eventos, como los ciclones, como ocurre ahora mismo en varios sitios de la ciudad de Holguín, donde aparece el cartón de huevo, sí, pero a 5 mil pesos o más; el aceite se dispara nuevamente a más de 1000 pesos e incluso para adquirir una frazada para el piso se piensa varias veces y hasta se desiste de adquirir el producto.

Sí, hablo de los precios abusivos o especulativos que, especialmente en contextos de crisis, como después de huracanes, tienen un impacto social profundo y devastador, que va mucho más allá del simple encarecimiento de los productos. Son una práctica que ataca el tejido social y agrava la desigualdad.

Las familias, incluidas las de menores ingresos, que ya son las más vulnerables, se ven obligadas a destinar todos sus recursos a comprar productos de primera necesidad a precios abusivos. Esto genera una transferencia obligada del escaso dinero de que disponen hacia los comerciantes inescrupulosos. La gente se ve en la disyuntiva de pagar para poder comer y sacrificar otros gastos esenciales como medicinas, transporte...

En una situación de desastre, la población ya sufre de estrés postraumático, miedo e incertidumbre. Encontrarse con precios abusivos genera una sensación de impotencia, injusticia y desprotección, que profundiza el trauma. Esta práctica destruye la confianza no solo en los comerciantes, sino también en las instituciones si se percibe que no hay un control efectivo. La gente siente que está a merced de la especulación, situación que aumenta el descontento en un momento cuando se necesita unidad y cooperación.

En lugar de fomentar la solidaridad y el apoyo mutuo que suelen surgir tras una catástrofe, la especulación promueve el sálvese quien pueda y el individualismo, debilitando los lazos comunitarios. La sensación de que unos pocos se enriquecen a costa del sufrimiento de la mayoría genera un profundo resentimiento social que puede ser difícil de sanar.

De acuerdo con fuentes consultadas sobre el tema, los precios abusivos en situaciones de desastre no son un problema meramente económico; son una falla moral y un ataque directo a la cohesión social. Convierten una crisis natural en una crisis humanitaria evitable, donde la capacidad de sobrevivir y recuperarse queda determinada por la capacidad económica de cada individuo, y no por sus necesidades reales. Por eso, la lucha contra estas prácticas es esencial no solo para la estabilidad económica, sino para la salud, la paz y la justicia social.

Pero nuestra población no está desamparada en estos términos, solo que debemos conocer nuestras leyes y tener la valentía para hacerlas funcionales. Las regulaciones contempladas en el Código Penal cubano para estos casos se aplican con mayor rigor cuando los importes excesivos se emplean en situaciones que afectan a la población y se sancionan mediante el Decreto 30, del Consejo de Ministros.

Las medidas a imponer son multas de entre 8 mil a 10 mil pesos, y otras, como el decomiso de la mercancía, su venta forzosa y la obligación de reparar el daño, por ejemplo, devolviendo al presupuesto del Estado los importes cobrados en exceso.

El enfrentamiento a los precios abusivos forma parte de un marco más amplio por enfrentar las ilegalidades y rescatar la confianza social.

En Consejo de Defensa en la provincia, igualmente se proyectó al respecto con un grupo de disposiciones, destinada, sobre todo, a hacer reflexionar a quienes optan por el abuso a través de los precios elevados, pero también a actuar con firmeza ante quienes sacan partido sobre los contextos de privaciones materiales y laceran la confianza social.

Los humanos ayudamos porque somos capaces de sentir y de ponernos en la piel de los demás, eso se llama empatía; pero ayudar genera felicidad personal y colectiva.


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