El renacer tras el huracán Melissa
- Por Maribel Flamand Sánchez
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Foto: Emilio Rodríguez Pupo
En muchos sitios la tierra permanece aún anegada, el aire huele a madera mojada. No son pocas las viviendas, sobre todo aquellas enclavadas en sitios golpeados por las inundaciones, que muestran la huella de la humedad en las paredes. Pero en la provincia se escucha el sonido de la recuperación, moto sierras y voces unidas reemplazaron el silencio sombrío que dejó a su paso el huracán Melissa. Hace apenas una semana Holguín mostraba un paisaje de postguerra: árboles arrancados de raíz, cables de electricidad y telefónicos como serpientes enrollados en el suelo, techos convertidos en escombros... Hoy es un hervidero de esperanza y manos trabajadoras.
El pueblo es la columna vertebral de la recuperación, por eso, en cuanto se decretó la fase recuperativa, el holguinero salió a las calles. Estuvo la convocatoria, pero también el instinto: vecinos ayudando a vecinos a colocar láminas de zinc en los techos, jóvenes recogiendo escombros, mujeres preparando alimentos en ollas populares. La solidaridad, esa herramienta infalible del cubano, se desplegó de cuadra a cuadra, de comunidad en comunidad. No hubo espera. La gente entendió que la primera y más importante brigada de rescate era ella misma. Esta no es una recuperación que se mira desde la distancia, se suda en la calle llena de árboles y escombros, en la escuela que necesita reparación en su cubierta, en los campos requeridos de pronta resiembra…
Frente a la magnitud del desastre, el Consejo de Defensa Provincial (CDP) activó todos sus mecanismos con una premisa clara: organización y respuesta inmediata. Convertido en el cerebro logístico de la recuperación, sus reuniones están centradas en las soluciones. Desde allí se dirige el despliegue de recursos, se priorizan las zonas más afectadas y se asegura que la asistencia no sea improvisada, sino un torrente ordenado. El CDP es el enlace vital entre la capacidad estatal y la fuerza desplegada en los consejos populares, garantizando que las soluciones se dupliquen y nadie quede abandonado a su suerte.
Foto: Reynaldo Zaldívar
Los índices hablan de un despertar, comienzan a contar una historia de victoria: Hasta la tarde del jueves más del 71,6 por ciento de los clientes recibe agua por el acueducto, una hazaña considerando las afectaciones a conductores primarios y redes. Los linieros, héroes anónimos que desafían alturas y soles, han logrado devolver la energía eléctrica a más del 72,1 por ciento de los usuarios de la provincia. Cada bombillo que se enciende es un faro de normalidad recuperada.
Las aulas no podían esperar. Con un esfuerzo titánico de educadores, familiares y estudiantes, más de 900 centros educativos abrió sus puertas. Donde no había techo, se improvisó uno; donde faltaban pupitres, se compartieron. El sonido del timbre fue el mejor símbolo de que se reanudaban las clases.
En Etecsa los avances han sido significativos. Se logró recuperar más del 84,3 por ciento de la telefonía fija, el 59,7 por ciento de los sitios tecnológicos ha sido restablecido, lo que incluye gabinetes integrados y radio bases que estaban fuera de funcionamiento debido a la falta de fluido eléctrico.
Foto: Emilio Rodríguez Pupo
La industria del ocio se levanta a paso agigantado. Varios hoteles operan con normalidad, las playas fueron limpiadas y hoy muestran de nuevo su blanca estampa. Los turistas, testigos de la resiliencia holguinera, han retomado sus vacaciones, inyectando optimismo al sector.
La batalla contra los escombros y la basura acumulada es diaria. Se han recogido más de 12 mil toneladas de desechos sólidos en toda la provincia. Camiones y trabajadores de Comunales no dan abasto, pero el paisaje urbano pugna por su pulcritud.
Evacuados de regreso a sus hogares. Esta es, quizás, la parte más humana. De todas las personas evacuadas preventivamente, 299 mil, más del 99 por ciento han retornado a sus hogares. El regreso no siempre es a una casa perfecta, pero es al terruño, al espacio propio, al comienzo de una nueva normalidad, el abrazo final a la incertidumbre.
Aún quedan cicatrices en el paisaje y en la memoria. Y aunque persiste nostalgia por lo perdido, prima la orgullosa determinación por lo que se está reconstruyendo. La provincia demuestra que sus mayores frutos no son los que cosecha de la tierra, sino los que brotan de su gente: un pueblo unido, indoblegable, que tras el paso de Melissa no solo recoge escombros, sino que siembra futuro.
