No los dejemos vivir, por ti, por mí, por todos
- Por Lourdes Pichs Rodríguez
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Transito por la fase aguda (dura siete días) del virus Chincungunya, después, según describen especialistas, pasaré a la subaguda (desde los 10 días) y la crónica, a partir de los dos meses.
No quiero imaginar cómo venceré esas dos últimas, por cómo me tiene esta enfermedad desde la madrugada del pasado domingo nueve de este mes, cuando traté de incorporarme de la cama y mis pies y mucho menos brazos y manos me respondían. Hoy a la altura del cuarto día, todavía camino con mucha dificultad, por el dolor e inflamación de los pies y persisten las molestias en hombros y brazos.
Aquel día con mucho trabajo logré llegar hasta el baño, sentarme a la taza y volver a la cama. A esos primeros síntomas sobrevendría la fiebre alta y lo más insoportable, el dolor de cabeza que parecía me iba a estallar. No quedaba más que esperar amaneciera para solicitar ayuda.
Para qué más síntomas y signos de la enfermedad, si “estoy hecha postas”, como escuché decir a mi vecino Nana, cuando le preguntaron cómo seguía y así cada persona que ha pasado por este trance tiene una historia, su experiencia y la de su familia, por contar.
A cada paciente no se le manifiesta de similar manera el Chicungunya, pues recuerdo que mi nieta, quien cayó primero, dijo sentir ardor y mucha sensibilidad en hombros, espalda y piernas, después fiebres y dolores de cabeza, a colegas con experiencias de otras contiendas, aseguran que esto es “demoledor”, que sufren achaques de personas de 90 años.
En mi caso, quien había salido ilesa de dos de las últimas pandemias afrontadas en Holguín, Dengue y COVID-19, esta ha sido una lección de vida, sobre toda una, acerca de las medidas de prevención personal y familiar, que nunca serán suficientes si de preservar la salud se trata.
Y es que aunque en tu vivienda hagas autofocal, tengas todo en orden, si en la casa de al lado y el frente no lo hacen igual, o por la calle corren aguas albañales y la basura está en la esquina o en el mismo frente, es difícil controlar que la mosquita hembra del Aedes aegypti te pique y siga picando a uno y a otros, por eso la necesidad de contribuir a cerrar la “fábrica” que tenemos en nuestros alrededores.
Muchos solicitamos el tratamiento adulticida (fumigación), pero aclaremos, este solo mata al mosquito que está volando, no al que se encuentra en su fase larvaria, que es bueno comentar, viven en el agua y a partir de los cinco días suelen desarrollarse en pupas, que también requieren agua (en una chapa o cascaron de huevo pueden vivir) y se convierten en mosquitos voladores, en un lapso entre dos a tres días y ya pueden picar (la hembra) a una persona con la enfermedad y se infecta y al aguijonear a otras puede propagar el virus a muchos.
Pero si a esto agregamos que este indeseable vector de color oscuro con manchas blancas, con cabeza, tórax y a primeras horas de la mañana y a finales de la tarde y la hembras, que es la que pica, se alimenta de sangre y puede poner hasta un promedio de mil 500 huevos durante toda su vida, es para que nos unamos y le hagamos la guerra para desterrarlos de nuestros hogares y así no enfermar de Chicungunya o dengue, que es más peligroso y mortal.
Para ello no hacen faltan municiones, a penas prudencia personal y familiar para no dejarlos vivir en esa agua acumulada en una pequeña tapita, en la vasija de la mascota, la placa, florero o en cualquier lugar discreto y domiciliar y a este vengan todo, también deben unirse de manera decisiva, a los que les corresponde sanear las fosas, recoger la basura y propiciar ciclos más estables de agua.
Pero por nuestra parte, es necesario una vez a la semana hacer la revisión minuciosa y eliminar todo aquello que pueda servir de reservorio al insecto, es a lo que se le nombra autofocal familiar y esto unido a otras acciones que se implementan hoy en Holguín, podremos salir adelante sin más enfermos de Chicungunya. Probemos e intentemos entre todos. ¿Verdad que podemos?
