Altruismo con nombre de mujer ante la COVID-19
- Por Maribel Flamand Sánchez
- Hits: 3370

Días cuando la voluntad y la convicción de hacer el bien se sobrepusieron al temor ante lo invisible y peligroso, transcurrieron en la vida de Mercedes Laffita Proenza, secretaria del buró sindical de la Empresa Eléctrica, quien desde el pasado 18 de abril se integró como pantrista al contingente de trabajadores de diferentes sectores, que colaboró contra la COVID-19 desde la zona roja en el Hospital Clínico Quirúrgico Lucía Íñiguez, en la ciudad de Holguín.
“Servir a otros, hacer el bien es la esencia de la vida”, fueron frases salidas del alma de esta mujer, Licenciada en Bibliotecología y con 31 años de trabajo en una entidad que considera su casa y a sus compañeros, familia. Los cinco años y medio como cuadro profesional de la organización obrera ayudan en la desenvoltura con el que ahora narra:
“Durante los primeros días de abril se nos hizo la convocatoria para trabajar en la zona roja del hospital clínico quirúrgico Lucía Íñiguez para atender a pacientes con sintomatologías de la COVID-19 e ingresados como sospechosos de tener la enfermedad o contactos. Entonces me dije, como cubana y patriota es mi deber dar el paso al frente, demostrar que puedo desempeñarme en otros escenarios.
“El propio día del abanderamiento del contingente en la instalación médica recibimos una capacitación sobre cómo usar los medios de protección y otros temas. Al día siguiente,a las siete de la mañana, estaba allí, lista para enfrentar la batalla.
“Cuando llegué a casa y se lo comuniqué a mi hijo, preocupado me dijo, mami tienes más de 50 años, no deberías, si quieres yo me incorporo en tu lugar porque soy joven y por tanto menos propenso a complicaciones ante un contagio.
Me propuso también que fuéramos juntos al hospital para él quedarse y yo volviera a casa. Le dije que no, que quería ir.

“Como expresó nuestro Comandante en Jefe, somos un pueblo que sabe estar a la altura de su tiempo, y este era mi momento de decir sí a la patria necesitada de sus hijos. Los que nacimos con la Revolución triunfante, con educación y la salud gratuita le debemos esas conquistas a nuestros antecesores, por eso era importante dar este paso.
Acciones como estas son nuestro Moncada, nuestra Sierra, somos el Ejército Rebeldes de este tiempo y como buenos rebeldes tenemos que asumir el rol que nos corresponde.
“Fue una batalla titánica, pero me sentí satisfecha. La tarea de pantrista fue difícil al principio porque aquel carrito, cargado con aquella cantidad de comida, pesaba y se me atascaba en el ascensor porque las rueditas se pegaban y tenía que pedir ayuda. Después era como si la inercia se rompía y las cosas marchaban bien.
“Por espacio de 11 días y alrededor de 14 horas diarias atendí una sala, tercero D, con 21 pacientes, y la sala tercero H con 27 trabajadores, entre ellos, personal médico que atendía a los enfermos hospitalizados en los pisos cuarto y quinto. Éramos una familia, médicos, enfermeras…Siempre estuvo presente la unidad que nos caracteriza”.
Ante una interrogante sobre cómo lidiar con el temor ante un posible contagio, manifestó: “Esta epidemia es peor que la guerra, porque en ese escenario sabes de quién te tienes que cuidar y cómo enfrentar al enemigo. Aquí tienes los medios para protegerte, pero somos humanos, puedes tener un descuido y es ahí cuando el virus te ataca. El temor lo sentí en algunos momentos, pero el saber que debía cumplir con mi deber, la voluntad se imponía al temor”.
Sobre su primer día tan cerca del SARS-CoV-2 explica: “Como trabajé acompañada por la pantrista profesional de la sala –Esther-, ese primer día me resultó cómodo porque ella me fue dando instrucciones sobre el gramaje y otros detalles, como permanecer con los guantes puestos al entrar a las salas de los pacientes sospechosos. Al día siguiente tuve que enfrentarme sola a todos aquellos pacientes y médicos, pero me sobrepuse y les expuse amablemente las recomendaciones, como al momento de recibir los alimentos debían estirar los brazos y girar la cara hacia el hombro izquierdo. Todos fueron muy disciplinados y comprensivos.
Según pasaban los días me fui aclimatando y los temores fueron disminuyendo sin descuidar la protección”. Pero llegó un día cuando una perturbación angustiosa se hizo presa de ella: “Pasé un día asustada porque al quitarme los guantes y mirarme las manos noté que en una me había hecho dos rayones pequeños y me dije, bueno por aquí puede entrar el virus.Acababa de fregar los cubiertos de los pacientes y los guantes se me habían llenado de agua, rápidamente me eché alcohol, pero desde entonces esa preocupación no se apartó de mí”.
Luego de concluir su misión en el Clínico Quirúrgico, Mercedes cumplió su periodo de aislamiento en la villa El Cocal, donde agradece la consagración del personal que la atendió a ella y a sus compañeros. Allí esperaba también por los resultados del PCR, examen médico, que se realiza también a todo el que como ella permanece cerca de personas confirmadas con la enfermedad.
“La noche antes de los resultados, cuenta, eran las 3 y 40 de la madrugada y yo no había podido dormir. Los pensamientos eran terribles por aquel incidente de los rayones en las manos. No puedo hacer pasar por esto a mi único hijo, me decía.
“Cuando llegó el doctor Segura, a la primera habitación que llegó a dar los resultados fue a la mía.Se paró del lado de afuera de la cinta roja y nos dijo, les traigo una noticia buena y otra mala.Diga la buena primero, sugerí. Era que todos resultamos negativos. Estaba almorzando, me paré, solté las chancletas y salí corriendo para el portal dando palmetas y brincando. Le pedí a mi compañera de habitación un abrazo, pero ella se negó recordándome que no se podía.
“Mi compañera de cuarto no me quiso abrazar, pero un joven llamado Felipe, miembro del Comité Municipal de la UJC, violó todas las reglas, salió corriendo, me cargó en peso y me dio tantas vueltas, que cuando me soltó estaba mareada.Fue un momento de mucha emoción cuando también asomó la tristeza porque supimos que dos de los médicos, que hicieron equipo con nosotros salieron positivos”.
Quiso la reconocida dirigente sindical agradecer la comunicación, que le permitieron mantener siempre con su hijo, sus compañeros de trabajo, los directivos de la empresa y del sindicato de Energía y Minas al cual pertenece.
También la posibilidad de subir a las redes sociales imágenes sobre el quehacer por el bienestar de los pacientes y el cuidado del personal en el hospital y la villa de aislamiento.
Retornó a casa luego de 25 días de útil y solidaria ausencia, el propio día de las madres. Pronto llegó el reconocimiento de la organización obrera, del centro laboral y de los vecinos, allá en la calle 22 del reparto Pueblo Nuevo, en la ciudad de Holguín, donde habita una mujer que batalló por la vida del prójimo y salió ilesa.
Comentarios