Celia en presente y futuro
- Por Yani Martínez Peña
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En el vasto lienzo de la Revolución Cubana, pocas figuras emergen con la fuerza y sensibilidad de Celia Sánchez Manduley. Su historia no es solo un capítulo de la lucha revolucionaria, sino también un poema épico de entrega, humanidad y valentía. Desde las montañas de la Sierra Maestra hasta los proyectos sociales que transformaron la isla, Celia se convirtió en el corazón palpitante de un proceso que cambió para siempre el destino de Cuba.
Nació el 9 de mayo de 1920 en Media Luna, en la actual provincia de Granma, en un entorno que marcó profundamente su sensibilidad social. Su padre, el doctor Manuel Sánchez Silveira, era un médico comprometido con las necesidades de los más humildes, un ejemplo que ella absorbió desde niña. Aunque su juventud transcurrió en un contexto de aparente tranquilidad rural, su mirada ya estaba fija en las desigualdades que aquejaban al país.
Cuando en 1952 Fulgencio Batista tomó el poder mediante el Golpe de Estado, ella comprendió que su lugar no estaba en la cómoda seguridad de su vida cotidiana, sino en las trincheras de la lucha. En Manzanillo, donde residía entonces, organizó redes clandestinas de apoyo y su casa se convirtió en un centro de operaciones, un refugio para quienes conspiraban contra la dictadura.
El 2 de diciembre de 1956 marcó un punto de inflexión en su vida y en la historia de Cuba. Aquel día, cuando el yate Granma tocó tierra con los 82 hombres liderados por Fidel Castro a bordo, Norma, como se le conocía en la clandestinidad, se había convertido en una de las principales organizadoras del desembarco. Desde alimentos hasta mapas, cada detalle había sido cuidadosamente planificado por esta mujer que, desde la sombra, ya era una leyenda.
Cuando los expedicionarios sobrevivientes llegaron a la Sierra Maestra tras el revés de Alegría de Pío, Celia se convirtió en su principal apoyo. Fue la primera mujer en integrarse al Ejército Rebelde, desafiando no solo al régimen, sino también a los estereotipos de género que imperaban en la época. En las montañas, su papel trascendió como una combatiente. Era estratega, coordinadora logística, enfermera, y sobre todo, una figura maternal para los guerrilleros. En sus manos descansaba la red que conectaba la Sierra Maestra con las ciudades y los simpatizantes en el llano.
Su cercanía con Fidel se convirtió en uno de los ejes fundamentales de la Revolución. Más allá de su relación política, ella fue su confidente, su consejera y una amiga incondicional. Juntos compartieron sueños, desafíos y la construcción de un proyecto que buscaba transformar a Cuba en una sociedad más justa. Fidel la reconoció como una fuerza vital, alguien que no solo entendía los ideales de la Revolución, sino que los vivía en cada acto cotidiano.
Tras el triunfo revolucionario, asumió responsabilidades en el gobierno, pero nunca se alejó del pueblo. Participó en la creación de hospitales, escuelas y programas para proteger el patrimonio natural de la isla. Su amor por la naturaleza la llevó a impulsar la conservación de áreas como la Sierra Maestra, consciente de que la Revolución no solo debía liberar a las personas, sino también preservar la riqueza natural de la nación.
Entre otras tareas, se le encomendó organizar la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, en la que se dispuso a recopilar, clasificar y salvaguardar los documentos que darían testimonio de los primeros pasos de la Revolución. Su esmero para proteger la memoria histórica de la nación se refleja en cada línea escrita por la prensa cubana,donde se alude a su empeño incansable por garantizar que las futuras generaciones comprendieran el esfuerzo y el sacrificio que cimentaron la Cuba socialista.
Celia vivió para servir, no para ser celebrada. Rehuía el protagonismo, prefiriendo trabajar tras bambalinas. Sin embargo, su figura se convirtió en un símbolo de la Revolución, especialmente para las féminas cubanas, quienes veían en ella un ejemplo de lo que podían alcanzar. En una sociedad profundamente patriarcal, rompió barreras, demostrando que las mujeres podían ocupar espacios de liderazgo en la lucha y en la construcción de un nuevo país.
Más allá de su rol político, la distinguía su sensibilidad hacia la cultura y el arte. Fue promotora de iniciativas en las que las expresiones artísticas comunitarias florecieron, convencida de que la Revolución debía también nutrir el espíritu de su pueblo. En este afán,impulsó la construcción de escuelas y centros culturales en zonas rurales,sabedora de que la educación y la belleza también son armas poderosas contra la ignorancia y la miseria.
Abrazó cada pequeño proyecto con la misma energía que dedicaba a las grandes gestas, una cualidad que cuantos le escribían en busca de su apoyo la han elogiado con admiración.
Hace hoy 45 años, su vida se apagó para siempre, dejando un vacío imposible de llenar. Sin embargo, en un mundo que a menudo se deja seducir por el brillo efímero, Celia Sánchez sigue siendo la brasa inextinguible de una Revolución que promueve el culto a la dignidad de cada ser humano.Quizá por ello sus obras permanezcan impresas en la memoria colectiva, firmes como las montañas orientales y cada enero volvamos a su legado para reafirmar que, mientras haya vidas dedicadas al bien común, la más autóctona de nuestras flores, no dejará de renacer.
Comentarios
Cuando hablé e interactué por una semana con Celia Sánchez
Tuve el alto privilegio de hablar con Celia Sánchez, de la cual escribí:
“Como un gran premio que me ha dado la vida tuve la feliz oportunidad en aquel histórico peregrinaje poder saludar y conversar en varias ocasiones con la Secretaria del Primer Ministro del Gobierno revolucionario la heroína Celia Sánchez Manduley. De ella guardo muchos interesantes recuerdos que perduraran sólidamente en mi mente por la honda motivación que alimento mi alma como joven revolucionario. En estas informales platicas, --algunas en medio del ajetreo permanente de ella en las atenciones a los médicos que iban llegando a los diferentes campamento,-- percibí su claro pensamiento de amor que ella dispensaba por las serranías orientales, por su población campesina, y por los diferentes entornos de la Sierra Maestra que se convirtieron en escenarios de combates del Ejército Rebelde contra las tropas de la sanguinaria dictadura de Fulgencio Batista.
Ella, una mujer pletorita de ternura Y de especiales modales a la hora que interactuaba con los demás exhibía el don y la capacidad de poder simultanear diferentes tareas a la vez. La vimos ocupándose de determinadas atenciones al Primer Ministro; preparando junto al Comandante Armando Acosta y al Ministro de Salud Publica José Ramón Machado Ventura las llegadas a los campamentos de los caminantes y la creatividad buscando incentivar a los jóvenes galenos ya que en cada uno de estos tramos trataba de preparar alguna sorpresa o algo especial para ellos.
Aquellos jóvenes cubanos que tendrían el alto privilegio de haber sido entre otros, gentilmente atendidos por Celia Sánchez; el alto honor en medio de grandes esfuerzos físicos transitar por importantes sitios de la histórica Sierra Maestra acompañados por muchas importantes figuras de la Revolución, con otros estudiantes de otras carreras y nosotros los invitados, pudimos conocer que a la hora de diseñar aquel extenso recorrido Fidel estimuló la idea de extender la marcha, para Además, que le sirviera de fogueo, antes de la llegada al Turquino, para que pudieran In Situs conocer trascendentales hechos históricos que perpetuamente quedaron fijados en los pobladores de aquella serranía que sirvió de sede a los miles de humildes combatientes que desde estos parajes, unidos a otros frentes de combates en otras latitudes trajeron un primero de enero de 1959 la aurora de la libertad a nuestro noble pueblo.
De esta forma lo recogí en una modesta memoria que bajo el titulo “De Holguín al Turquino” que a escasos meses de haberse producido la graduación médica escribí y que uno de los primeros ejemplares se lo hice llegar a Celia, y que ella con esa capacidad y cultura de los detalles, me escribió, documento que he guardado con mucho amor en estos tantos años