La droga mata
- Por Maribel Flamand Sánchez
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Las personas saben que la droga mata, aun quienes la consumen conocen sus efectos letales sobre el cerebro, el corazón, el sistema cardiovascular y los pulmones…, que puede producir altos niveles de agresividad y alucinaciones acompañadas de estados de locuras.
La gente sabe que la droga mata físicamente, pero también en los órdenes económico y social, al interferir en la relación con el entorno, la familia, la escuela, el trabajo, al reducir al individuo a un indeseable o guiñapo, si antes no se llega a la muerte.
Hablar sobre el consumo de droga se ha vuelto recurrente por estos tiempos, las personas andan preocupadas y comentan sobre el incremento del tráfico y consumo, sobre todo en sitios donde nunca debió llegar.
Pero no basta con saber que degrada y aniquila, no es suficiente con preocuparse, comentar, criticar y cuestionar la aparente impunidad con que se humea en determinados barrios y sitios; hace falta ser ligeros en el actuar contra traficantes, consumidores, así como en el tratamiento a las causas favorecedoras de las brechas por donde se ha colado el flagelo.
Cuando digo actuar, no me refiero sólo a órganos como el Ministerio del Interior, ni las instituciones judiciales, que hacen su parte, hace falta el consenso de todos porque se trata de una amenaza cuyo impacto pone en grave peligro la salud, la seguridad pública, el bienestar de las personas y las familias, en particular de los niños y los jóvenes.
En los sistemas judiciales y el entramado de instituciones y organismos sociales, culturales y educativos cubanos hay tolerancia cero hacia su producción, venta, demanda, tráfico, distribución y tenencia. A pesar de eso el país no está ajeno a su amenaza e impactos.
En un artículo reciente, el rotativo Granma subrayó que este peligroso flagelo amenaza a Cuba, fundamentalmente, por estar ubicada a escasas 90 millas de Estados Unidos, el principal mercado de drogas del mundo y destino de la mayoría de los cargamentos de narcóticos, que pasan por las rutas marítimas y aéreas cercanas.
Ello requiere que familia, comunidad, escuela, instituciones cierren filas por su prevención y enfrentamiento, estar alertas, realizar un real y efectivo trabajo profiláctico, de actuación oportuna y certera para contrarrestar su azote.
La posición de severidad de Cuba ante el comercio, tenencia o consumo de narcóticos se ratificó el pasado martes en Holguín, cuando la Comisión de Prevención y Atención Social dedicó parte importante de la agenda de su reunión mensual al análisis del comportamiento de esta problemática en el territorio y a la toma de decisiones puntuales ante el incremento de su comercio y consumo.
En el encuentro, donde participa el Gobierno, como órgano rector, cada entidad (las direcciones territoriales de los ministerios del Interior, Educación, Cultura y Salud Pública, el Órgano de Trabajo y Seguridad Social y las organizaciones de masas y otros) ofreció una panorámica de la labor realizada durante el primer cuatrimestre de este año en relación con la prevención y enfrentamiento a esta práctica nociva.
Las mayores preocupaciones residen en la implicación de menores y que casos detectados, y sobre los cuales se opera, fueron en esuelas de la enseñanza secundaria, de los municipios de Holguín y Cacocum, fundamentalmente, donde se extreman las medidas de control sobre los estudiantes y la presencia de personas ajenas en el interior o los alrededores de estos centros.
Cada entidad tiene políticas claras sobre cómo actuar y las comisiones de enfrentamiento funcionan desde estructuras provinciales y municipales, pero también en los consejos populares, donde generalmente se vende o su consume debe setirse el actuar consensuado y el rechazo social.
Las estrategias para su prevención apuestan por inmunizar con valores y la educación de la sociedad como columna vertebral, así como la práctica del deporte y la recreación sana, al tiempo que promueven la atención médica oportuna a los enfermos por adicciones y la reinserción social de las personas sancionadas por delitos vinculados con las drogas.
Pero estas acciones no alcanzarán la efectividad ineludible si desde nuestros barrios continuamos viendo el problema de soslayo, a quienes sucumben ante él con miradas temerosas o indiferentes, o creyendo que su combate es solo un problema de los órganos policiales.
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