Los niños me dan un poco de miedo, me causa nervios intercambiar palabras con esas criaturas; escuchan tan atentamente que los creo capaces de oler mis rarezas. Son enanitos en constante atención para reproducir todo aquello que dices y haces, y eso da miedo.
Eres de los que te perdonas ante un error cometido, acostumbras a autoquererte para estimular el combate contra obstáculos, con mentalidad de ganar.
Si no te dice nada que "en el lenguaje misterioso de tus ojos, hay un tema que destaca sensibilidad, y en las sensuales líneas de tu cuerpo hermoso, la curvas que se admiran despiertan ilusión".
Está junto al niño un hombre de frente ancha, con la mirada firme puesta sobre el paisaje. Anda taciturno, como deseando no morirse nunca, porque nadie debe morirse mientras pueda servir para algo, y ha entendido que aún le falta mucho bien por hacer.
En los actuales tiempos, de crecientes desafíos en todos los órdenes, el despliegue de las fuerzas espirituales es tan decisivo como de las productivas.