Solidaridad
- Por Hilda Pupo Salazar
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Melissa, con su fino nombre, nunca sabrá cuánta solidaridad despertó, de inmediato, su furia destructora entre los cubanos, para protegernos mutuamente, con la exclusividad de total amor.
Lluvias de generosidad para ayudar al otro, con lo que se tenía y no por misericordia, sino desde el alma, con total respeto mutuo desde los más vulnerables hasta con los más pequeños y consciencia de las peligrosas complejidades.
Derroche de heroísmo brota espontáneamente para, en primer lugar, lo más importante: salvar vidas, incluso hasta a riesgo de la propia y son múltiples las anécdotas que ya es historia para los huracanes, en sus trayectorias por el territorio nacional.
Para los filósofos, la solidaridad es un valor moral universal y constituye uno de los más completos y necesarios en la formación integral de los seres humanos, con implicaciones desde lo moral, derecho, economía, educación, política y sociología, entre otros saberes. Para el cubano es darlo todo, sin esperar nada a cambio.
La solidaridad es calificada como una característica innata en el humano, para responder al sufrimiento o la injusticia ajena y, con Melissa, aflora con crece.
A solidaridad la necesitamos aún más en la cotidianidad cubana, para encarar mejor la compleja realidad de hoy, amarnos más entre todos con la mayor empatía, desde la más pequeña acción hasta en las más complejas situaciones.
La solidaridad se educa y, en su mayor amplitud, en la medida que se interioriza somos más fuertes y resilientes, con los mejores beneficios para la salud mental y emocional.
Constituye un pilar esencial para la convivencia, al concentrar la preocupación por resolver problemas que dañan al otro, contribuir a optimizar escenarios adversos y unirnos, cada vez más, desde el mayor respeto entre todos, en los diferentes escenarios de la convivencia social.
Es practicarla todos los días con cortesía, honestidad, sinceridad, ayudar al más necesitado, fomentar la cooperación y confianza mutua, con los mejores mecanismos para la armonía general.
Necesitamos en nuestras calles cultivar más afecto, amor, apoyo, confianza, armonía, confraternización, protección en todos los sentidos y hacerlo organizadamente, con total respeto desde las familias, escuelas, comunidades y las diferentes organizaciones siempre según los ritmos y necesidades de la sociedad que queremos, con cada vez más espacios para la reflexión sobre la generosidad, compasión, empatía para hacer crecer la conciencia colectiva.
Para Aristóteles, filósofo y científico griego, la solidaridad es entendida como la consecuencia del ejercicio virtuoso de la amistad, lo cual hace posible la convivencia entre las personas de igual o diferente condición política, social, económica o cultural. Para Kant, filósofo prusiano: “Es deber de cada hombre ser benefactor, esto es, según sus capacidades, promover la felicidad de otros hombres en situaciones de necesidad, sin esperar algo a cambio por ello.”
