Minutos rojos
- Por Alionuska Vilche Blanco
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Desde mi ventana pude observar la ciudad a punto del colapso. Elegí, entonces, mirar hacia otro lado, hacia una pantalla pequeña que desplegaba una historia. Pronto apareció en ella una mujer extraña, una que no se parecía a mí, que no había visto nunca: Neisy Alpízar o La Mujer Roja o tal vez Kirenia Natasha.
Comenzaron los minutos rojos con el despertar de un hombre: Mario Guerra o Walfrido Larduet, el loco inspector eléctrico que soñaba con aquella mujer extrañísima que podía conducir a uno al abismo. El viaje, profundo y visceral, fue apenas de treinta minutos. Suficiente tiempo para conocer los rincones más oscuros de la soledad y la obsesión.
Dirigido por José Luis Aparicio y basado en un guion de Carlos Melián, este cortometraje cubano de ficción es un pequeño universo en el que la realidad y el sueño se entrelazan con una fuerza casi hipnótica. Un protagonista atrapado en su propia tundra emocional, y si el espectador se deja llevar corre el mismo peligro.
Walfrido, interpretado con una intensidad contenida por Mario, es un excelente personaje, tan único como cada uno de nosotros. Recorre los suburbios infestados de la ciudad mientras la tundra intenta atraparlo, la Mujer Roja se convierte en una obsesión que lo consume. Ella es un símbolo, una presencia constante que desafía la lógica y la realidad, y que lleva a Walfrido a un viaje casi onírico, donde el tiempo y el espacio se diluyen.

La dirección de fotografía de Gabriel Alemán logra crear esa atmósfera densa que envuelve. El trío perfecto: colores, sombras e iluminación provocó que me preguntara si podía escribirse en este texto: “construye un escenario que parece a la vez real y surrealista”. Sí, un reflejo visual del estado mental del protagonista, eso es. La ciudad como personaje. Quizás Walfrido y Kirenia tengan tanto en común como esa ciudad con sus calles infestadas y llena de rincones oscuros y esta que habito y se derrumba frente a mi ventana.
La banda sonora diseñada por Glenda Martínez y la música original de Rafael Ramírez acompañan con maestría el ritmo de estos minutos y hacen de ellos una experiencia sensorial completa.
Producido por Estudio ST con el apoyo de instituciones cubanas e internacionales como ICAIC, la Embajada de Noruega en Cuba y World Cinema Amsterdam, Tundra es también un ejemplo de cómo el cine cubano contemporáneo está encontrando nuevas vías para contar historias que, aunque profundamente locales, resuenan con una universalidad inquietante. Su selección oficial en festivales como Sundance 2022 y Curta Cinema de Río de Janeiro confirma su valor artístico y su capacidad para conectar con diversas audiencias.
Tundra no es tan solo un relato sobre un hombre y su obsesión; es una metáfora de la condición humana en tiempos de incertidumbre. La tundra que habita Walfrido es, en muchos sentidos, la que todos llevamos dentro: un espacio frío, solitario, donde habita la esperanza, pero también el miedo. Ver este cortometraje es enfrentarse a eso, a uno mismo y su obsesión. Su combinación de narrativa y estética lo hace sincero y difícil de olvidar. Es, sin duda, una buena historia de la historia, contada desde la mirada sensible y comprometida del cine cubano contemporáneo.
