Bullying en las escuelas
- Por Yanela Ruiz González
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El rostro se sonrojó ante la burla y no pudo hacer otra cosa que escapar y refugiarse tras el umbral de la primera puerta que encontró. Estalló su pecho en sollozos. No aguantó más las bromas de mal gusto de sus compañeros de escuela, que no se cansan de mortificarla por ser “puntualita”.
Frases que condenan su forma amanerada aparecían escritas en sus libretas. Oprobios y hasta acusación verbal sufría a diario. Cuando quiso revelarse le dijeron “Esto lo resolvemos a la salida de las clases”. Se sentía indefenso y hasta llegó a rechazar la escuela.
Varias veces fue llevado ante la directora del centro escolar por su actitud. Constantemente provocaba disturbios entre los compañeros. Se jactaba de ser líder y de tener bajo su mando a un grupo de compañeros que sentían la presión de sus amenazas si no satisfacían sus antojos.
Aunque poco se debate sobre el acoso en el escenario escolar en Cuba, el tema no pasa desapercibido. En este sentido, algunos académicos se han dado a la tarea de estudiar este fenómeno social, más conocido internacionalmente como Bullying.
De acuerdo con la Dr.C Yoanka Rodney, profesora de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, estudiosa del tema, “hay que saber aprovechar todo lo que ayude a visibilizarlo”. Por eso es importante conocer qué es el bullying, causas y efectos que genera en el entorno docente y extradocente y las maneras de enfrentarlo.
Hablar de bullying en el contexto de la sociedad cubana todavía es muy conservador por los tabúes que envuelven el tema. Sin embargo, desde siempre en las escuelas ha existido este fenómeno. ¿Qué infante de peso exagerado o miope no ha sufrido la risa de sus compañeros por causa de su imagen? Sería interminable la lista de ejemplos.
Varios sitios en Internet revelan al bullying como el maltrato físico y psicológico deliberado y continuado que recibe un niño, adolescente o joven por parte de otro u otros que ejercen un comportamiento cruel con el objetivo de someter y asustar a la víctima con burlas y agresiones en repetidas y continuadas ocasiones, y que puede provocar su exclusión social.
En otros espacios, como foros interactivos en las redes, se dice que bullying, palabra proveniente del inglés, significa, entre otras cosas, atropellar, mangonear, intimidar fuertemente, atemorizar y abusar.
Lo cierto es que ser víctima de hostigamiento desarrolla miedo y rechazo al contexto en el que se sufre la violencia, pérdida de confianza en sí mismo y en los demás, y disminuye el rendimiento escolar. En tanto, en el caso del agresor se reduce la capacidad de comprensión moral y empatía, mientras que se produce un refuerzo de un estilo violento de interacción.
Ante estos hechos son muy pocas las personas que actúan para hacer frente al fenómeno, prefieren mantenerse al margen de la situación con pasividad alarmante. Florecen la falta de sensibilidad, apatía y ausencia de solidaridad. De este modo el bullying tiende a originar problemas y reduce la calidad de vida del entorno en el que se produce.
Estadísticamente, el tipo de acoso dominante es el psicológico. Humillación, desprecio y amenazas abundan, cuyo impacto emocional deriva tristes consecuencias, sobre todo, en niños y niñas en proceso de entrada a la adolescencia. No obstante, se dan todos los tipos de bullying, verbal, físico y social. Por lo general estas actitudes ocurren en el área docente o patio de las escuelas.
Y qué decir de los que reciben las más infames burlas por su apariencia homosexual y son expuestos como una vergüenza ante el grupo de compañeros y maestros, incluso la familia.
Por eso se le atribuye a la escuela y al personal docente un papel esencial para atenuar riesgos y consecuencias que podrían conllevar a la depresión y pérdida de la autoestima, deserción escolar, aparición de trastornos fóbicos y sentimientos de culpabilidad, entre otros.
Pero no solo la institución escolar es responsable de combatir el bullying. En el entorno familiar, cuando los niños se ven expuestos a la violencia pueden adquirir ese tipo de comportamiento y manifestarlo con otras personas, dado que la percepción de este fenómeno es la alternativa más viable para ellos.
Tampoco están exentos los medios de comunicación masiva, en los que muchas veces se visualizan programas que exponen violencia y agresividad. Como la serie Inuyasha, que se transmite actualmente en la Televisión cubana.
Creo que lo más importante es prevenir desde la educación en el principio de respeto hacia el otro como seres humanos sin importar el color de la piel, preferencia u orientación sexual, estatus social, credo, discapacidad física o mental.
Poner en debate público un fenómeno tan complejo como el acoso en las escuelas podría ser un punto de partida para lograr una mayor preparación de quienes pueden poner frenos o por lo menos, contrarrestar sus consecuencias. Nuestra sociedad todavía necesita ganar en madurez en este sentido. Infligir daño a otra persona es un comportamiento inhumano.
Comentarios
El "mayoreo" era habitual. Recuerdo incluso un subdirector de producción de triste recordación llegó a decir públicamente ante la escuela formada "le he dicho a los jefes de brigadas que le rompan los huesos en el campo a los que no se esfuercen" y uno se preguntaba ¿esto es una escuela o un campamento de trabajos forzados?
¿Pueden los niños abusadores superar esa actitud? Tal vez, no soy especialista en ese tema, pero creo que los de entonces son los que disfrutan hoy molestando con burlas y bromas pesadas a los locos que vemos por nuestras calles, para reírse a sus anchas con las respuestas iracundas de los enajenados.
El ambiente forma y condiciona, en las escuelas siempre hay un maestro que grita y ridiculiza a los estudiantes. En las casas puede haber un padre que golpea a la madre o da tremendas palizas a los hijos por "portarse mal". En los barrios hay personajes "guapos a todo" que resuelven sus querencias a piñazos, patadas, palos y hasta machetes. Ese es el caldo de cultivo. Evitar el análisis y el debate es pensar ilusamente que el problema se resolverá por generación espontánea.
Pero que la sociedad comience a analizar las actitudes, las consecuencias, las causas, es magnífico, porque de ahí nacen las propuestas que harán una mejor sociedad.
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