Trabajar por la cultura del detalle
- Por Hilda Pupo Salazar
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No importa la calidad de los materiales: buenos o malos, el tiempo planificado para terminar la obra o el servicio prestado, basta con querer hacer chapucería. Se trata de un trabajo hecho sin amor, técnica ni cuidado o un acabado deficiente y el responsable lo permite en una total burla pública.
La máxima dirección del país llama, entre los requisitos de acción, a realizar cada trabajo con esmero, con una total cultura del detalle en todos sus matices.
Cuando acometemos las actividades, en forma de churros, dañamos el ahorro y la satisfacción de los beneficiados, por eso, estamos entre uno de los peores males que corroe a la economía y, consecuentemente, a la reputación de la sociedad cubana.
Los actos, sobre el tema, coinciden en el malestar y perjuicio resultantes de este comportamiento indolente de algunos. Nunca será bastante lo que pueda decirse para repugnar tal aberración, ante los ojos de tantos.
Entre las causas de ese mal sobresalen: improvisaciones, incompetencias profesionales, falta de control para beneficios personales, no exigencia, facilismo, burocracia y sus dislates, ayudados por constantes violaciones de cuantas normas velan por la calidad.
Muy nocivos son los maratones, consignas vacías, justificaciones que a nadie convencen, formalismo e inercia.
Como esto no tiene fronteras, pongamos algunos ejemplos: una construcción que recién inaugurada, ya posee deterioros, calles reparadas, vuelto a reparar y siguen iguales, en restaurantes servicios demorados y comida mal elaborada más, con el aporte de la descortesía y hasta la ausencia de una sonrisa.
Estamos ante una recepcionista que maltrata, un transportador de productos agrícolas que los tira de un lado a otro sin miramientos y llegan descompuestos al mercado, el profesor o maestro no dan buenas clases y un médico, con mediocridad, daña nuestra imagen.
Un chapucero, con nivel de decisión, es altamente peligroso, llamado “corta y clava, porque inaugura una obra en la fecha prevista, aunque no esté terminada.
También es pernicioso recibir un mal servicio y callarse. Esto ocurre porque bajo el influjo de la resignación se pierde la capacidad de percibir el nivel de calidad de las cosas.
Para el escritor uruguayo Roberto Sapriza: El trabajo hecho con gusto y con amor, siempre es una creación original y única.
Carlos Cano, cantautor y poeta andaluz, defendió: Para mí, el éxito es tener conciencia clara y plena del trabajo bien hecho.
Debemos todos reflexionar en la importancia de preocuparnos, constantemente, por la calidad en cada acto y reforzar, constantemente, la conciencia sobre la propiedad social.