Por el amor que alivia
- Por Lourdes Pichs Rodríguez
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Fotos: Archivo
El amor puede que no cure, pero sí alivia preocupaciones, pesares y hasta enfermedades, como las neoplasias malignas, que provocan anualmente 11 millones de casos nuevos y 7,9 millones de muertes en el mundo, problemática de la cual no escapa nuestra provincia, donde el cáncer ocupa la segunda causa de fallecidos, aunque es la primera en varios municipios.
De esas cifras hay plena conciencia en el Centro Oncológico Territorial de Holguín, así como de unas palabras que hace algunos años dijera a los trabajadores de la Salud el Comandante en Jefe Fidel: “Para ser médico se requiere una sensibilidad exquisita, una gran calidad humana, gran capacidad intelectual y una moral a toda prueba”, sentencia que hoy llevan en su pecho y práctica diaria la mayoría de los profesionales y personal de apoyo de ese lugar.
En esta institución, con cobertura para Holguín y otras provincias orientales, como en otros tantas del sistema sanitario faltan no pocos recursos desde indispensables medicamentos, materiales gastables, insumos para la higiene, personal auxiliar hasta hay equipos rotos; sin embargo, esas escaseces muchas veces se suplen con la explicación oportuna, la palabra amable o ese brazo por los hombros del enfermo y el familiar, en señal de comprensión hacia su problema.
En los últimos días he recorrido pasillos y salas del “Oncológico”-como suele llamarse a la parte que ocupa en ese Centro en el hospital general universitario Vladimir Ilich Lenin- y allí he visto gente entregada a sus pacientes y al trabajo, con un alto sentido de pertenencia, aunque para llegar allí haya enfrentado las miles vicisitudes con el transporte, sufriera el apagón de la madrugada y afrontara las mismas problemáticas que todos con los precios y otras de las tantas dificultades del momento.
Del jefe de los servicios de Imagenología, doctor René Consuegra Gómez nos llamó su presencia al rayar las siete de la mañana y la preocupación constante por el mínimo detalle en su ir y venir por pasillos y locales, desde un huequito en una puerta del departamento de ultrasonido, porque “por ahí se escapa el aire” o que no avisaran el día anterior que se iba la corriente, pues el equipo de mamografía- muy costoso y de una importancia vital-, se podía afectar.
Claro que ese mamógrafo digital, con seis años de explotación y con el cual se ha elevado la calidad de la atención a la mujer y hombres, también, con patologías de mama, hay que cuidarlo como un tesoro, de lo cual tiene completa convicción la doctora Elizabeth o la licenciada Mayde, quien con la experiencia de más de 30 años en esta actividad es ejemplo en la atención de las pacientes y de respetar el orden de las citas.
Y así mismo es en los demás departamentos, cuerpo de guardia, salas o consultas, donde se ofrecen los tratamientos de quimio y radioterapia, entre otros; ingresan y atienden a los que llegan hasta local con el “corazón estrujado” por el miedo ante el problema que afrontan, porque conocen la alta prevalencia del cáncer y de sus complicaciones de no tener un diagnóstico precoz y procedimiento oportuno.
Por ejemplo, el cáncer de mama domina uno de los primeros puestos en la mortalidad por tumores malignos, según localización y también marca las primeras estadísticas en la mortalidad por esa causa en el sexo femenino en el territorio, de ahí que las consultas de los doctores Alexander y Reynaldo sean maratónicas, pero para ellos cada paciente que se sienta en la silla de al lado de su mesa o va a salón es especial, recibe la misma cuota de sensibilidad y de ese amor que alivia y reconforta hasta en los peores momentos.
Pero igual sucede con Ivian, Raúl, Zaida, la enfermera Manuela, Mirthica y los otros tantos de las áreas de oncología clínica, cirugía, radioterapia, Medicina Nuclear y demás personal de apoyo del Centro.
Por eso sus actitudes distinguen al centro en general, en el que funcionan más de 10 grupos multidisciplinarios, integrados por especialistas, además de psicólogos, enfermeros, técnicos, fisiatras y trabajadores sociales, entre otros y donde la impronta del doctor Pedro Fernández Sarabia ha quedado en cada rincón de esa área, ahora dirigida por el joven galeno Pedro Escalona Díaz, quien impulsa al equipo, para a la vez que hacen ciencia vean a cada paciente como a su familiar más cercano, porque ya la enfermedad lo está tratando bastante mal y un poco de comprensión y amor de seguro servirá de bálsamo a su angustia y dolor.
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