El egoísmo
- Por Hilda Pupo Salazar
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Hay personas, a veces muy próximas a ti, que solo piensan en sí misma, arropada con sus propios intereses, obvian ser generosas y nunca asumen sus culpas. Son problemáticas en cada acción.
Casi siempre muestran un individualismo inseguro, que en el fondo se oponen a sus intereses propios, tanto como al de los demás, constantemente quieren ganar, sin aceptar perder, con arrebatos cuando no tienen el control, evitan trabajar en grupos, porque cada vez necesitan más.
Realmente son personas egoístas, jamás se satisfacen, sienten que nunca es suficiente y, cada vez, quieren más, siempre en desacuerdo consigo mismo, como una fuente permanente de enfermedad interna.
Los progenitores deben ser muy cuidadosos para no contribuir a que sus hijos cultiven este antivalor, al ser ejemplos de generosidad, enfatizar en la importancia de compartir, incluso hasta el juguete preferido, que no desea prestar a los amiguitos, es fomentar las acciones cooperativas.
Durante el período de la niñez y adolescencia requieren fomentar valores como: convivencia humana, solidaridad, gratitud, altruismo, todo lo que distancie del individualismo, el cual favorece un hambre interna siempre en un peligroso ascenso.
No se puede dejar desarrollar ese amor excesivo y desenfrenado que una persona siente sobre sí misma, al priorizar, desmedidamente, solo su interés, con total prioridad en los actos según su conveniencia, al no importarle los demás, sin atender ni reparar en las necesidades ajenas.
La palabra, como tal, proviene del latín ego, que significa ‘yo’ y se compone con el sufijo -ismo, que indica la actitud de quien solo manifiesta interés por lo propio, dificulta la relación para con los demás, al ignorarla totalmente.
En el caso de las relaciones amorosas, el egoísmo es muy peligroso con auténticas catástrofes personales, al no entender la reciprocidad crean estragos y dejan marcas nocivas. Saber reaccionar, a tiempo, es el único modo de salir ilesos.
Podemos reflexionar con el filósofo francés Montesquieu: “Los intereses particulares hacen olvidar fácilmente los públicos”, para el filósofo griego Aristóteles: “El egoísmo no es el amor propio, sino una pasión desordenada por uno mismo”. Mientras que el dramaturgo e historiador francés Voltaire: “ El interés no tiene templos. Pero es adorado por muchos devotos. El poeta griego Sófocles: “Siempre se repite la misma historia: cada individuo no piensa más que en sí mismo", para Pío Baroja, escritor español: “Cuando el hombre se mira mucho a sí mismo, llega a no saber cuál es su cara y cuál es su careta”.