Dulce ambición
- Por Dannys Martínez / Estudiante de Periodismo
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Dulce es una joven que acostumbraba a sacar beneficios de internet. Hace un tiempo comenzó una relación con David, un hombre de entre 45 a 50 años de edad, económicamente estable, a quien ella cariñosamente llamaba “sugar daddy”.
Las miradas extrañas y las críticas no tardaron en llegar, pero Dulce no era una chica ingenua buscando un benefactor. Aunque su madre y su familia estaban al tanto de la relación, detrás de esta se escondía una dinámica diferente, un fenómeno en aumento dentro de la sociedad actual.
Esta historia no es un caso aislado, sino solo la punta del iceberg de una tendencia creciente. Los sugar daddy ya no son una “fantasía” de Hollywood, ahora son parte de la vida cotidiana de muchas mujeres jóvenes. ¿Dónde está la línea entre elección personal y explotación? ¿Es esto un tipo de prostitución disfrazada?
Un sugar daddy o “papi dulce” suele ser un hombre mayor que ofrece regalos o dinero a cambio de compañía y afecto. Mientras, una sugar baby puede ser una universitaria en la veintena con aspiraciones y en busca de estabilidad financiera, que desea tener un buen nivel de vida. Ambos establecen un vínculo donde se realiza un “intercambio de favores”.
El boom de tener una relación con un “viejito millonario que te mantenga” es un fenómeno recurrente en todo el mundo y nuestra sociedad no esta exenta de ello. Cada vez son más las jóvenes cubanas que usan las plataformas digitales para encontrar, o bien a un cubanoamericano, o a un extranjero que tenga el interés de satisfacer sus necesidades económicas, bajo el lema “entre más viejito más dinerito”.
Sin temor al fracaso se lanzan a través de redes sociales en su búsqueda, aunque existen varios sitios webs como el estadounidense SeekingArrangement.com (SA, que significa “en busca de un acuerdo”), particularmente en nuestro país se realizan por Facebook, WhatsApp y Tinder.
Es cierto que muchas chicas se ven impulsadas por la necesidad económica. A otras, en cambio, simplemente les estimula la adquisición de unos zapatos de moda, un perfume Night Blue de Dolce Gabbana, usar ropa interior Victoria Secret, mantener uñas acrílicas y un estatus de burguesita ante su grupo social.
La relación entre los sugar daddy y las sugar baby puede tener grandes connotaciones similares a la prostitución en algunos contextos, aunque no se puede clasificar con el término como tal. Algunas asociaciones feministas definen este fenómeno como prostitución encubierta.
La realidad va más allá de lo que podemos ver a simple vista. Detrás de estos arreglos financieros, se esconden poderosas dinámicas de poder, desigualdad y manipulación. Es denigrante ver cómo, hoy en día, muchas jóvenes son capaces de vender fotos desnudas e incluso establecen tarifas monetarias que llegan a ser de acuerdo a las posiciones o la calidad de la ropa interior.
Muchas veces, los padres están al tanto de la situación y prefieren mantenerse al margen a cambio de recargas móvil o transacciones financieras, aun cuando sus hijas quedan expuestas en redes sociales, bajo el peligro de que sus fotos sean usadas para otros fines.
Es hora de replantearnos las ideas concebidas sobre estas relaciones. Una vez que la elección personal sea salir con alguien rico, dispuesto a gastar dinero, aunque la persona no llame la atención ni física ni emocionalmente y solo sea con el fin de intercambiar recursos materiales a cambio de compañía o placeres sexuales, se hace referencia al concepto de prostitución. En estos casos, llega a ser una explotación por elección personal, rompiendo la delgada línea que existe y convirtiéndose en un tipo de prostitución disfrazada.
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