Vigilantes del litoral

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guardafrontera 1Eduardo Gómez Batista le ha dedicado 28 de sus 52 años de edad a los Destacamentos Mirando al Mar. Fotos: Carlos Rafael
 
Cada día, alrededor de las tres de la tarde, en ocasiones minutos después, comienza a patrullar las costas. Puede ser un día seco, de sol ardiente; lluvioso o frío que cale los huesos, ninguno obstáculo suficiente para que él y su grupo salgan a resguardar su pedazo de litoral.

La noche suele ser también cómplice de sus desvelos por garantizar que incidente alguno inquiete la tranquilidad de la franja de mar que bordea la tierra que habita.Se sabe de memoria cada palmocostero entre la entrada de su natal Gibara y la comunidad de El Güirito, es su área de operaciones, pero no se confía. Jornada tras jornada escudriña cada porción de tierra y de mar hasta donde su desarrollada vista de halcón lo permita.

Lo conocí en el reciente balance del trabajo realizado durante el 2019 por los Destacamentos Mirando al Mar (DMM), estructura de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) de la que es parte, y las Tropas Guardafronteras (TGF), suasesora.

Estuvo entre los miembros de los destacamentos de la provincia, sobrepasan la cifra de 300, estimulados por su “actitud destacada en el cumplimiento de las tareas y misiones asignadas”, según consta en el certificado otorgado por la dirección de TGF en el territorio.

Sobre su quehacer acumula historias muchas para compartir, pero Eduardo Gómez Batista es tan laborioso y bravo, como “cerrao” para contar. A duras penas pude arrancarle dos anécdotas.
 
“En cierta ocasión estaba en la Casa de la Cultura de Velasco y se me acerca un muchachón, que no conocía, a saludarme. Aquella actitud me resultó extraña, entonces descubrí que detrás de una columna tenía unos paquetes. Fui en busca de refuerzos y cuando retorné, al verme se echó a correr, lo alcancé, forcejeamos y me cortó en uno de mis muslos.Continúo huyendo pero logré alcanzarlo y neutralizarlo. Tenía tres pacas de droga. El pueblo de Velasco se lo quería ´comer”.
 
guardafrontera 2Recientemente transcurrió en Holguín el balance del trabajo realizado durante 2019 por los Destacamentos Mirando al Mar.

“En otra ocasión – continúa- andaba por la Villa Blanca y noto un movimiento no habitual en el malecón. Me acerco y veo a cuatro personas en la costa. Llamé a la policía e intervenimos. Se trataba de gente que se ´tiró´ por Banes, recalaron en Gibara y tenían intenciones de volverse al mar”.

Los DMM son una fuerza vital y apoyo para las TGF en la protección de las costas cubanas. Su accionar es diverso pues colaboran en la detección y frustración de infiltraciones, salidas ilegales, entradas de armamentos, recalos de droga, depredación de la flora y la fauna marina, extracción de arena y otros hechos incompatibles con nuestro sistema social.

Pero Eduardo asegura que los recalos de droga y las salidas ilegales son como sus especialidades. “También he enfrentado hechos relacionados con la pesca de carey y otros que no tienen relación con el mar pero son delitos graves que ocurren en el área, como el hurto y sacrificio ilegal de ganado”.

Cuenta sobre actividades que se realizan con la comunidad para concientizar a las personas, fundamentalmente a los jóvenes, sobre el cuidado de las costas y cómo accionar ante situaciones sospechosas. Los barrio debates conjuntos entre DMM-TGF y CDR son muy efectivos en este sentido.

Su piel rudadelata al hombre expuesto muchas horas al sol. Aunque no se dedica a la pesca es un hombre de mar, porque lo protege y vive en su entorno. A penas 200 metros separan su vivienda de la costa, en la comunidad conocida como Los Corredizos, en la seductora Gibara.

Los DMM arribarán a su 50 aniversario el próximo 2020. Eduardo le ha dedicado 28 de sus 52 años de edad: “Me incorporé en el año 92. Los CDR vieron en mí las cualidades necesarias y me captaron. Lo hago bien porque tengo muchos reconocimientos del municipio y la provincia”, asegura.

Inquiero por tales cualidades y responde: “Ser serio pal´ trabajo, responsable, revolucionario. Tampoco tener miedo, esto tiene sus riesgos, por eso se trabaja en grupos; pero no se puede tener miedo”. Esta última afirmación la expresó sonriendo, fue la única vez durante nuestro diálogo que se mostró halagüeño.

No hay dudas, es un hombre corajudo, pero no basta para mantenerse 28 años vigilante de cuanto pasa por aquellas extensiones de mar abierta al Atlántico. “Por esta zona, explica, son frecuentes los recalos de droga y hay que impedir que caigan en manos de personas inescrupulosas. Pero ocurren otras situaciones que tampoco se pueden permitir”.

No hablamos sobre el tema, pero el recuerdo del ataque terrorista al poblado costero de Boca de Samá, en octubre de 1971, donde gente nuestra fue ametrallada y otras cargan aun en sus cuerpos las huellas de las balas asesinas, galopaba en mi memoriamientras obtenía de Eduardo sus testimonios. Entonces aprecié con mayor admiración sus más de dos décadas de colaboración con las TGF, de patrullar las costas, bajo el sol ardiente, la lluvia o el frío que cala los huesos.
 
 

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