Mi más grande escuela
- Por Yanela Ruiz González
- Hits: 1555

Con apenas 21 años de edad, el conocimiento de un técnico medio en Informática y alguna experiencia laboral, Gustavo Mejías Del Río llegó al sistema bancario para desempeñarse como Agente de Seguridad y Protección, nada más distante del militar o médico soñado en su niñez. Hoy es el director de la sucursal del Banco de Crédito y Comercio del municipio de Cueto, y uno de los propuestos en el país para recibir el premio Joven Bandec, instituido para estimular a los jóvenes más destacados.
Alcanzar estos resultados en 15 años de trabajo en el sistema bancario, en la misma sucursal que lo recibió todavía bisoño, resulta una satisfacción no solo para él y su familia, sino para sus compañeros también, que lo aprecian y distinguen por su calidad humana, la humildad, disciplina y el interés por crecerse y ayudar a los demás, cartas de triunfo que le han permitido escalar a la cima.
De su Alto Cedro natal le viene ese arraigo. Ser el hijo mayor de su familia netamente obrera, madre auxiliar general en la terminal de ferrocarriles de su terruño y padre trabajador en una UBPC, una hermana que luego le siguió los pasos en la Informática, más tarde una esposa, hijo, otros hijos asumidos por nuevo vínculo matrimonial, le impulsaron siempre a buscar y mejorar el sustento para cumplir su rol de primogénito protector, ese que generalmente suele desempeñar el primero de la prole y padre de familia.
“Entré al sistema bancario luego de otros caminos explorados. Después de recibirme como Técnico Medio en Informática en el IPI Calixto García con Título de Oro y reconocimiento por ser uno de los mejores 10 graduados, mi deseo era ingresar a la Universidad de Ciencias Informática, pero los resultados de los exámenes para entrar a esta casa de altos estudios llegaron cuando ya me encontraba cumpliendo con el Servicio Militar Activo.
“Dieciocho meses después, licenciado por estimulo, no perdí tiempo y comencé a trabajar, primero en la dirección municipal de Trabajo y Seguridad Social de Cueto y luego en la ESBU Urbano Tamayo Caballero en Alto Cedro, donde solo estuve 21 días, pues me habían otorgado una beca en la anhelada UCI y allá me fui en el 2009”, comenta.
Parecía que el hijo de Oneida y José había llegado por fin al sitio que le permitiría convertirse en un brillante Ingeniero Informático, sin embargo, cuestiones de fuerza mayor, esas que provienen de la necesidad de aportar y no causar estragos a la economía familiar le hicieron abandonar el importante centro educativo en ese año.
“Una decisión que me hizo sopesar muchas cuestiones en la balanza, pero en mi caso el concepto de familia y mi responsabilidad con ella me inclinaron hacia el camino de regreso a casa. Era apenas un joven con muchos sueños en la mochila, pero enfocado en lo que para mí siempre ha sido una de mis principales razones de vida.
“De vuelta a mi pueblo me incorporé como Administrador de Red en el Comité Municipal de la UJC, de Cueto, hasta que se presentó la oportunidad de trabajar en Bandec, en un inicio con el fin de una mejoría salarial para ayudar a mis padres y mi hermana en sus estudios, pero luego mi implicación con las rutinas del Banco fueron creciendo en la medida que me asignaron tareas y con ello la consagración a este sistema.
“Desde entonces he asumido muchas responsabilidades. Al mismo tiempo que me desempeñaba en la seguridad y protección de la institución me dieron la misión de salir a un consejo popular a atender las solicitudes de créditos a damnificados del huracán Sandy. Esas y otras prácticas me fueron curtiendo en diferentes labores, luego fui gestor de negocios bancarios, gerente comercial y finalmente director de la sucursal”, relata de un tiro, como si el tiempo transcurrido entre una y otra tarea fuera cual chasquido de dedos.
En la conversación con Gustavo se revela a un hombre sencillo, incansable trabajador, al que no hay obstáculos que lo amilanen, siempre dispuesto a colaborar y sobre todo, sin ínfulas de grandeza. Sus palabras apostillan esta apreciación.
“A veces me siento como un trabajador normal, y esto sucede cuando transitas por varios puestos de trabajo antes de llegar a ser directivo. Muchos clientes me confunden, porque paso la mayor parte del tiempo involucrado con mi colectivo laboral en el seguimiento y apoyo en cada operación y proceso que así lo requiera y en la capacitación a los más novatos, como ocurrió conmigo”, asegura.
A su juicio “el director de sucursal tiene que ser líder, comunicativo, responsable, exigente, humano y tener buena preparación política e ideológica. Ser la primera imagen en la apertura de la entidad y el último en retirarse”.
“Y en eso trato de ser consecuente, porque mi colectivo laboral es, sin lugar a dudas, consagrado, unido, trabajador, con diversidad en carácter, unos más tímidos que otros. En su mayoría representado por la presencia femenina. Pero todos conscientes de la misión que cumplen en la atención al pueblo.
“Muchas de esas cualidades se fueron moldeando en mí durante el trayecto, porque ciertamente, siempre fui una persona tímida, de hablar bajo, con pena de expresarme en colectivos. Tengo compañeras de trabajo, algunas ya jubiladas, que van al Banco y se asombran con mis logros, pues recuerdan que cuando entré ni hablaba”, refiere.
Gustavo encarna los buenos valores de una juventud que aprovecha las disímiles oportunidades de estudio y superación para formarse y enrumbar su vida, sin temor a los retos.
“Para mí sorpresa, existiendo en la sucursal otros cuadros con mucha experiencia bancaria, a los 16 días de haber sido nombrado como Gerente Comercial, me dan la tarea de asumir la dirección de la sucursal por un año porque el director, en ese momento era Luis Felipe Llorente Gutiérrez, amigo y compañero del que mucho aprendí, debía cumplir una misión en otra institución. Con solo 27 años tuve que asumir ambas responsabilidades hasta ser promovido oficialmente al cargo de director de la Sucursal en marzo de 2017.
“Por supuesto que se impuso seguir la superación, en el trabajador bancario es de suma prioridad. Los cambios en los procedimientos del sistema son constantes. Me ha tocado aprender no solo de Contabilidad y Finanzas, en lo que me licencié hace tres años, sino también de Agronomía, Proceso Agroindustrial, Maquinaria agrícola, entre otras. Alcanzar mi título de nivel superior fue difícil, pues los estudios fueron fuertes en medio de muchos cambios en la economía del país, que generaron una carga inmensa para los bancarios en materia laboral”, subraya.
“Creo que se puede confiar en los jóvenes para llevar adelante cualquier misión, y no lo digo solo por mí. En mi entorno laboral he captado jóvenes con muy buen desempeño laboral, relevo de los cuadros y trabajadores con más experiencia. Actualmente algunos son miembros del consejo de dirección y otros se mantienen prestando servicios con mucha profesionalidad. La clave es mantenerles la atención, darles tareas y capacitarlos constantemente”, significa.
“Con la responsabilidad de ser director de la sucursal, se suman otras tareas implícitas, desde reuniones hasta visitas y vinculación a las formas productivas, usufructuarios, y todos los clientes que atendemos. En todos los procesos y cambios de la economía cubana está presente el banco y nos toca capacitar a las demás organizaciones. A veces tengo que hacer magia para atender todo.
“El escaso tiempo que me queda es para compartir con la familia, contribuir con la crianza de los cerdos y siempre que se puede escuchar música, con preferencia hacia la romántica para aliviar las tensiones que pudiera dejar la carga de trabajo”, confiesa.
Agradecido por la confianza depositada en sus hombros y ser el candidato elegido en Holguín para el Premio Joven Bandec, Gustavo añade: “Me gusta el trabajo en el Banco. Aquí encontré una gran familia y mi más grande escuela. El mayor reconocimiento ya lo tengo, el de mis compañeros, con quienes siempre cuento para seguir aportando mejores resultados. En todas las vidas, si hubiesen otras, sería un trabajador bancario”.