Imprescindibles enfermeras y enfermeros

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enfermeria cubana1Foto: Internet

Sus batas y vestidos blanquísimos resaltan. Ni en los peores momentos de crisis han dejado de lucir así, impecables, elegantes.

Llevan su uniforme con orgullo, como símbolo de pureza. Las mujeres, además, adornan la solapa con un broche, prendedor o una simple flor de jardín y en la cabeza la cofia de color blanco que cubre parte del cabello, como símbolo de “amor al prójimo, cuidado y lealtad a la profesión”.

También de ellas y ellos admira su consagración a la carrera elegida; el humanismo y la sensibilidad con que atienden a los enfermos; su incondicionalidad para con el médico, del cual aseguran son la mano derecha, pero también la izquierda.

Por lo general son los primeros y primeras en llegar al lado del paciente y los últimos en irse. Están ocho y más horas en salas hospitalarias, salones quirúrgicos, consultorios médicos, círculos infantiles o escuelas. Siempre allí, en el lugar donde es más necesaria su labor; unidos al dolor y la alegría, repartiendo esperanzas y el aliento necesario en momentos difíciles.

Así, a los de las batas blancas los he visto erguirse y vencer batallas, por arduas que hayan sido, en suelo patrio o en lejanas tierras, muchas veces dejando en un segundo plano a hijos pequeños, la familia, el hogar. Así los vimos cuando el enfrentamiento a la COVID-19 en primera línea de combate a una pandemia que cobró decenas de vidas, en la campaña de vacunación y otras tantas tareas peligrosas.

Por eso se han ganado por derecho propio ser dignos herederos del legado dejado por Florence Nightingale, enfermera del ejército inglés que salvara miles de personas durante la Guerra de Crimea, cuya fecha de nacimiento, el 12 de mayo, fue escogida para homenajear internacionalmente al personal de enfermería desde 1965.

Acá tenemos a muchas Florence. Las vemos multiplicadas, cada día, en Isidora, Adela, Vicky, Tomás, Carmencita, Yadián, Fofi, Kenia, Elizabeth y en las otras y otros tantos que, a diario, pasan a nuestro lado camino a su puesto o nos atienden en cualquiera de las instituciones de salud con una sonrisa en sus labios y la mano presta a socorrer al enfermo, como lo que son, imprescindibles.

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