Cuba vs Bloqueo: 60 años de resistencia
- Por Susana Guerrero Fuentes
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Osvaldo Gutiérrez Gómez (Osval) .
El 3 de febrero de 1962, el entonces presidente estadounidense John F. Kennedy firma la orden que declara el bloqueo contra Cuba. No era aquel suceso un acto precipitado ni mucho menos, ya desde 1959 Washington había enfilado sus garras y aplicaba sanciones dirigidas a golpear puntos vitales de la defensa y la economía cubanas.
Con la entrada en vigor del bloqueo total el 7 de febrero de 1962, Estados Unidos no solo condenó a Cuba a recorrer una carrera de obstáculos con pies atados, además jura que así intenta ayudarnos. Al llegar las primeras caídas nos dirá que es culpa de nuestra incapacidad y si aun así logramos avanzar lentamente, pondrá nuevas barreras en el camino.
Desde aquel día y a lo largo de seis décadas, los continuos ocupantes de la Casa Blanca, sin importar el color de su partido, han ratificado la política y agregado nuevas medidas. En ese proceso, han intentado justificar la ola de disposiciones arbitrarias y agresiones bajo máscaras de “lucha por los derechos humanos”, “defensa de su seguridad nacional” o el pretexto de que es un "asunto bilateral”.
Principios de una política obsoleta
Contrario a dichos argumentos, Cuba nunca ha sido una amenaza para la seguridad de los Estados Unidos y resulta contrario a la Ley internacional la pretensión de aplicarle medidas de legítima defensa. El país norteño emplea la denominación de “embargo” para no reconocer que aplica a la Isla medidas de tiempo de guerra que sí tipifican como bloqueo debido a sus intenciones: el aislamiento, la asfixia y la inmovilidad de la economía y, por ende, el gobierno y el pueblo cubanos.
Así quedó reflejado en el memorando del subsecretario de Estado Léster Mallory, del 6 de abril de 1960, donde, incluso antes de oficializar el bloqueo, se definen los objetivos de la política estadounidense hacia Cuba al declarar: “Hay que poner en práctica rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica (…) negándole a Cuba dinero y suministros con el fin de reducir los salarios nominales y reales, con el objetivo de provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”.
¿De qué medios se valen para lograrlo? Las bases permanentes son el cerco económico y financiero y extender las limitaciones a todos los sectores posibles, sin importar que tan inhumanas o extremas sean.
Las restricciones comerciales impiden a las empresas y ciudadanos cubanos insertarse en el mayor mercado del mundo, el estadounidense, y a su vez, resulta extremadamente complejo adquirir sus productos o servicios, salvo excepciones y bajo estrictas normas. Esto deriva en grandes sobrecostes de todas las importaciones y dificultades por la necesidad de comerciar con mercados distantes.
Por otra parte, las persecuciones, penalizaciones y presiones extraterritoriales constantes a empresas y países, para impedir el comercio con Cuba, limita las oportunidades de llegar a gran parte de los mercados internacionales y frena su camino al desarrollo.
Como si no fuera suficiente el empeño de asfixiarnos desde hace 60 años, en los últimos tiempos decidieron apretar la soga con 243 nuevas sanciones, 50 de ellas aprobadas durante la pandemia de COVID-19, para restringir viajes y remesas, incrementar la persecución financiera y privarnos de suministros.
A todo esto, se suman constantes campañas de descrédito e intentos de desestabilización, la inclusión de Cuba en la lista de supuestos “países patrocinadores del terrorismo”, la aplicación íntegra de la Ley Helms–Burton para ahuyentar toda inversión extranjera y la cancelación de optimistas acuerdos bilaterales, lamentablemente nunca llevados a efecto.
Bloqueo: efectos y perspectivas
El informe presentado por Cuba en junio del pasado año en la Asamblea General de las Naciones Unidad resaltaba que los daños acumulados por el bloqueo desde sus inicios alcanzan los 147 mil 853 millones de dólares a precios corrientes.
Más allá de las cifras millonarias, está la realidad que vivimos los cubanos día a día, el esfuerzo de hacer ciencia y cultura con escasos recursos, el dolor de no tener un medicamento para un enfermo, la maquinaria que se detuvo por no poder adquirir una pieza o la incertidumbre e impotencia del desabastecimiento, consecuencias que no se cuantifican, pero son las más complejas.
Ante tanta crueldad, los cubanos hemos sido creativos y fuertes para enfrentarnos a los ataques del sistema de sanciones unilaterales más injusto, severo y prolongado que se ha aplicado contra nación alguna.
La preocupación por la salud, la formación educativa, la puesta en marcha de decenas de proyectos culturales, deportivos y científicos y, sobre todo, la contribución solidaria de a los rincones más diversos del mundo, han ratificado la esencia humanista de la Revolución cubana en las más adversas circunstancias.
Incluso en el escenario internacional, cada vez más académicos y diplomáticos, tanto estadounidenses como de otras partes del mundo, reconocen que para el país norteño las políticas aplicadas contra Cuba representan un lastre, cuyo fracaso está más que demostrado y solo contribuyen a aislarlo.
Pese al apabullante apoyo que recibe Cuba en las Naciones Unidas cada año y a los datos devastadores, a cada resolución presentada durante 28 años, Estados Unidos cierra los ojos para no actuar en consecuencia. Sesenta años después de iniciado, el bloqueo sigue ahí, lacera el desarrollo, cierra puertas y sigue encadenando nuestras aspiraciones.