Amado, como su nombre
- Por Lourdes Pichs Rodríguez
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Doctor Léster Amado Rivas Cedeño. Foto: Carlos Rafael
Él no sólo heredó de su padre el nombre, también el amor a la profesión y la caballerosidad. De la madre abrazó la entrega a los pacientes. De los dos tomó como dotes el ejemplo de cómo debe ser un buen profesional de la Salud. Así lo demuestra en el día a día de darlo todo por los pacientes, en los peores escenarios.
Es un joven talentoso y consagrado, de los cuales se enorgullece la medicina holguinera. Para el doctor Léster Amado Rivas Cedeño el trabajo en equipo y la asesoría oportuna de los expertos de la provincia es el baluarte principal de los resultados logrados en el enfrentamiento a la COVID-19 en el hospital militar Fermín Valdés Domínguez.
Su primer encuentro “cuerpo a cuerpo” con el mortal virus lo tuvo durante la primera oleada de la pandemia, cuando en representación de los colegas del Servicio de Atención al Grave del hospital Vladimir Ilich Lenin fue requerida su presencia en aquella institución, para laborar en su Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y así asistir a pacientes con el nuevo coronavirus SARS-CoV-2.
Para ese enfrentamiento, este profesional tenía como arma esencial, los cerca de 10 años dedicados, por completo, a la atención de enfermos en estado crítico o grave. Por esa experiencia y lo poco que se sabía en esa etapa de la COVID-19 y estragos ya ocasionados, percibía de antemano, que la tarea sería dura.
Sus pronósticos fueron superados con creces durante los 14 días de servicio, en el mes de mayo de 2020, en la zona roja de esa institución, donde le correspondió atender, junto a colegas de equipo, a varios pacientes entre ellos, a los dos primeros extranjeros recibidos allí, el canadiense Michael Glosheter, primer caso positivo al SARS-CoV 2 en Holguín y el italiano, proveniente de La Tunas, Giancarlo Fusseti, ambos recuperados totalmente.
“El italiano de 71 años estuvo crítico con varias complicaciones, a partir de su antecedente de Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC). Cuando entró a la sala estaba con un cuadro grave, una insuficiencia respiratoria importante, que aun cuando toleraba respirar solo, progresivamente se fue complicando hasta llegar a la ventilación invasiva durante unas de 48 horas”, rememora.
Tras el cumplimiento de esa tarea volvió a su sala del hospital Lenin, con la advertencia de que cuando hiciera falta lo llamaran, que regresaría y como lo prometido es deuda, no dudó cuando se pensó de nuevo en él. Ahora la situación era más complicada, en medio del fuerte rebrote, por la variante Delta, que mantiene a la provincia con cifras alarmantes de positivos y fallecidos.
Sin embargo, la nueva solicitud de su presencia allí era puntual. Una puérpera había sido trasladada hacia la terapia del hospital Fermín Valdés Domínguez, tras una cesárea del 13 de julio y conocerse el resultado positivo del PCR realizado en esa institución.
“Encontramos a una muchacha de 26 años extremadamente complicada con bronconeumonía y síndrome de distrés respiratorio agudo, producido por el SARS-CoV-2, que apenas deja observar sus pulmones a través de radiografía, por lo cual había requerido ser acoplada a una máquina con niveles altos de prestaciones, porque no oxigenaba.
“Fueron cinco días de luchar y luchar contra todo pronóstico, porque la puérpera estaba en estado crítico extremo, al punto que se había previsto hacerle una traqueotomía en las próximas horas, pero finalmente logramos separarla del ventilador y quitarle el tubito de las vías respiratorias”.
Léster Amado habla y se emociona, al recordar detalles mínimos de los ocho días y noches que se mantuvo vigilante de los aparatos de los cuales dependía la vida de Lilisbeth; de cada progreso visible en la muchacha por los tratamientos y desvelos de todo el personal, que junto a él arrebató a la puérpera de la muerte.
Ante el menor sonido o movimiento diferente llegados desde la cama de la paciente, ahí estaba escudriñando cada espacio el intensivista, quien ahora se toma unos días de descanso, complacido de que su “muchacha”, después de rebasar la gravedad regresara al hospital Lenin, donde primero se mantuvo unos días en la sala de Terapia Intensiva y ahora permanece en Servicio de Perinatología, de donde, una vez esté totalmente restablecida, pasará a otra sala de segundo piso hasta el egreso con su Diego en brazos, para ir hacia el hogar.
Sin embargo, lo que más le complace a Léster Amado es saber, casi a diario, de Lilisbeth Hernández Pupo, quien aunque un poco ronca por la intubación, le cuenta a través de llamadas telefónicas de sus progresos, que se siente muy bien, de la ansiedad por tener a su bebé junto a ella y del agradecimiento a lo hecho por su vida.
Asegura que tanto su incursión primera por el hospital militar como esta otra “resultó apasionante, porque el protagonismo allí es de todos y se escucha el parecer de cada uno de los médicos. Estoy agradecido de que pensaran en mí para ser de los primeros en cumplir con esa misión y también ahora, porque es muestra de confianza hacia nosotros”, reconoce.
Revela que “los casos llegan a la Terapia Intensiva, por lo regular, con alternaciones en varios sistemas de órganos, por lo cual requieren que se trabaje con ellos de manera fuerte y muy particularizada, pero el principal problemas con estos es la insuficiencia respiratoria, que de ahí derivan los demás inconvenientes”.
Recuerda que tras graduarse de médico eligió la especialidad por la influencia de dos profesores que tuvo durante su misión en la República Bolivariana de Venezuela, los médicos Nicolás Rojas Aldana, santiaguero y especialista de Segundo Grado en Terapia Intensiva y Elías Bécquer García, coautor de uno de los libros de cabecera de los de su gremio. “Luego al estar en el “Lenin” he tenido como paradigmas a dos excepcionales expertos en esta área de la Medicina, los doctores Bernardo Fernández Chelala y Terrero, maestro de maestros”.
“Hemos llegado hasta aquí, porque nos gusta. Sabíamos que siempre íbamos a estar enfrentando la muerte para salvar vidas. Muchos entran a la Terapia Intensiva en estado de coma y la inmensa mayoría logra salir de la sala y poco después reincorporarse a la cotidianeidad sin mayores problemas. Esa es nuestra mayor recompensa”.
Y lo dice con convicción, al igual que ante la pregunta de si vuelve a la zona roja a seguir dándole guerra a la COVID-19, su respuesta no se hace esperar: “Pueden contar conmigo cuantas veces sea necesario”.
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