El superhéroe de la casa
- Por Lourdes Pichs Rodríguez
- Hits: 3081
Foto: Carlos Rafael.
Ella lo mira arrobada. Él, le corresponde y sus ojos brillan de manera especial. No hace falta preguntarle a ninguno de los dos qué significa ella para él o viceversa. Hay amor, “química”, complicidad entre ambos.
Muchos aseguran que, por lo general, entre la hija y el padre siempre existe una relación muy especial, de mayor apego y complicidad hacia el súper héroe de casa, quizás esta imagen lo reafirme.
“Nada hay más grande que ser papá”, dice Pastor, para rápido agregar, que “no hay escuela, ni nadie enseña a ser padre, ese sentimiento y conducta nace con la persona”, a pesar de no hacer tenido una figura paterna, por la cual guiarse y haber tenido que aprender desde los 23 años cómo y qué es ser padre, asegura no haber fallado nunca.
“Para mí ha sido felicidad, desespero, compromiso, deber, sentirte vulnerable; tener miedo a muchas cosas y comprender que para ti no hay nada imposible ni existen obstáculos, porque entiendes que no existe otra opción que hacerlo bien y encontrar solución al problema que venga por tus hijos”, dice este hombre alto y fuerte, pero que al hablar sus ojos verdes se humedecen y brillan de manera misteriosa.
Pastor Bernardo Mulet Rodríguez comenzó muy joven esta carrera de la vida, para la cual no es necesario ir a la universidad, pero que sí requiere de mucha sicología, de números, letras y, sobre todo, de paciencia y arte para poder moldear a sus frutos y conducirlos por el camino del bien.
Hoy, desde su hogar nos revela un progenitor de cuatro hijos- dos de 18, uno de 12 y la más pequeña de casi 11 años-, preocupado por cada uno de sus muchachos, los que unidos en una gigantrografía presiden la sala de la casa, en el reparto El Llano.
Muestra a manera de presentación uno a uno. “Los dos mayores no viven conmigo, pero ellos siempre podrán contar con su papá y son mi todo, al igual que los que tengo a mi lado: Andrés Alberto y Ana Karina”.
“Son cuatro, pero la emoción de felicidad fue igual cada vez que me dijeron venía un hijo en camino y así ha sido invariablemente. Por ellos me levanto cada día dispuesto a enfrentar montañas y derribarlas, si fuera preciso, porque cuando se trata de atender y propiciar bienestar a mi familia y en especial a ellos, nada es imposible”, recalca cada una de las palabras, que dice suave y lleno de convicción este hombre de carreteras.
Pastor fue Policía varios años, lo cual le gustaba mucho-revela quedo-, pero hace más de un lustro abraza otra de sus pasiones. Es chofer. Maneja una rastra de la Fábrica de Cervezas Bucanero, con la cual recorre cientos de kilómetros en viajes frecuentes a La Habana, Cárdenas, Villa Clara y Ciego de Ávila, a donde va un día sí y otro no, junto a su colega de equipo, su hermano, como lo califica.
“Es un trabajo riesgoso, porque llevas cargas muy importantes y codiciadas; además andas por la Carretera Central, donde lo mismo te topas un animal suelto, un borracho al timón, carretones hasta baches peligroso…, entonces es mucha la tensión, sobre todo cuando nos corresponden viajes cada tres días a las provincias más distantes”, explica.
Sin embargo, hace cerca de un año las distancias se le han hecho más largas, interminables, tensas, porque mientras lleva el timón entre sus manos una preocupación, tan alta como Monte Everest, no se aparta un instante de su mente.
“Cuando los hijos están bien todo es gloria, ah, pero si uno tiene algo, por mínimo que sea, ya nada es igual y es cuando los pensamientos vuelan, crecen, se agigantan y mortifican hasta dolerte, apretujarte el pecho. Así me ocurre desde que la más chiquita enfermó”, afirma mientras abraza a Ana Karina, quien atenta a todo lo que dice su papi no deja de sonreírle, conocedora de qué ocurre y las preocupaciones de mamá, papá, toda la familia y de unas personas vestidas de verdes que se desviven por ella hace algún tiempo acá.
Él, hasta entonces, que apenas conocía o podía repetir el nombre de los más comunes fármacos, ahora sabe y habla con dominio de complicadísimos medicamentos, pruebas y medios diagnósticos; tratamientos o el de enredadas patologías que ni por un momento imaginó existieran.
“No sé si la noticia fue como un jarro de agua helada sobre el rostro o sentí que me abrían el pecho... Sí estoy consciente que han sido horas, días, meses de agonía vividas desde que tuvimos el informe médico de que la niña padecía linfoma no Hodgkin, enfermedad por la que se forman células malignas en el sistema linfático”, afirma.
Para toda la familia, amistades y de manera especial para la madre y el padre desde la operación de la niña, el pasado 25 de Julio del 2020, tras un dolor fuerte bajo vientre, seguido del diagnóstico, ha sido casi un año de zozobras y tensiones, durante el cual Ana Karina recibió ocho tratamientos de quimioterapia, que concluyó hace unos días.
Pastor en este tiempo, también, ha conocido de cuántos esfuerzos han sido requeridos por el sistema de Salud cubano, para poder garantizar cada uno de los medicamentos imprescindibles, para que su niña fuera intervenida quirúrgicamente, de los reactivos para el diagnóstico, los sueros citostáticos y otros muchos fármacos comprados allende de los mares, en medio de la pandemia y el recrudecimiento del bloqueo norteamericano contra Cuba, que dificulta la llegada y adquisición de fármacos esenciales, para en casos de pacientes como su niña, disponer de tratamientos, cuyo costo ronda entre los 30 mil a 60 mil dólares.
Esas son cuentas, que no ha dejado de sacar mientras timón en manos y vista fija en la línea larga del asfalto de Holguín hacia otros lugares del país vence kilómetros y también al miedo. “Hubo momentos que sabíamos había y hay déficit de determinado fármaco, como las ampolletas de Uromitexan, que cada una tiene un valor superior a los 30 dólares, y ella requería varias en un tratamiento, pero los médicos hacían la coordinación y hasta desde centros asistenciales de La Habana las enviaban, así ella siempre recibió su medicación en el momento correspondiente, como cuando necesitó ingreso en la Unidad de Cuidados Intensivos del Pediátrico”.
Él reconoce que todo fuera muy distinto si Cuba pudiera comprar directo a Estados Unidos o en otros países más cercanos, sin las trabajas impuestas por el cerco económico y financiero al cual es sometido el pueblo cubano hace más de seis décadas.
“Para los médicos del hospital pediátrico Octavio de la Concepción de la Pedraja no hay palabras para agradecer. Los profes Rafael Gutiérrez, Dunia, René y otros de la sala donde es ingresada; a Luisito, en el Clínico y en la Dirección Provincial de Salud a las doctoras Mirtha Moreno y Marisol, esta siempre busca donde no hay para que no falte nada, tendrán en mí un deudor eterno”.
El optimismo embarga al padre y con él, a toda la familia, que ven la recuperación paulatina de Ana Karina, la preciosa niña, cuyo recuerdo, junto al de sus hermanos, acompaña a Pastor, día a día, en cada viaje, “porque sé que tengo que regresar con vida, porque mis hijos me necesitan sano y salvo, para enfrentar todo por ellos”.