Carmenate en tinta china
- Por Alionuska Vilche Blanco
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Jorge Antonio Carmenate (cuarto, de izquierda a derecha) junto a otros participantes de la exposición en el Centro de Arte. Fotos: De la autora y tomadas de la página de Facebook del Centro de Arte
Conversábamos de pie frente a sus dibujos, que se exhibirán todo el verano en la Sala Principal del Centro Provincial de Artes Plásticas como parte de la exposición colectiva de arte naíf, Miradas. Jorge Antonio Carmenate Fernández lucía una sonrisa, que no olvido, mientras me preguntaba que había visto yo en sus obras, por qué me habían llamado la atención.
Recién había concluido la inauguración de la muestra y él accedió a contarme sobre su trayectoria artística, su proceso creativo y la necesidad de dibujar lo que lleva dentro. Ambos nos detuvimos a observar sus trazos, criaturas que saltan del papel como si fuesen parte de un bosque onírico.
Él no escondió su nerviosismo ni su alegría mientras hablaba. Era perceptible esa mezcla genuina de temor y orgullo, porque para Carmenate, hijo de Mayarí y autodidacta en las artes, mostrar su obra en este espacio es, a la vez, un premio y una responsabilidad: “No sabía si aprobarían las obras, pero aquí están y estoy feliz de verlas en esta sala junto a obras de Julio Breff, Cristina Fonollosa, Rolando Antonio Salvador, y otros”.
Nacido en Mayarí, es ingeniero de Minas de profesión y especialista en gestión de la calidad y el medio ambiente en la industria del níquel. Empezó dibujando y pintando por gusto, por esa necesidad íntima de imaginar, de construir universos propios. Así fue tejiendo su camino, primero solo, luego integrado a una comunidad de creadores autodidactas: “Conocí a personas que, no habiendo estudiado en la escuela de arte, pintaban y me fui introduciendo en esa comunidad artística. Gracias al intercambio, aprendí a expresarme de esta manera”.
Carmenate es de conversación generosa, de gestos pausados, con una timidez que enmascara una apasionada devoción por la creación. Encontró inspiración en lo cotidiano y lo fantástico, en la textura barroca de la vida, en el humor, el erotismo y una naturaleza que envuelve a sus personajes con exuberancia. Sus dibujos, ejecutados todos a plumilla sobre cartulina reciclada —a falta de lienzo y óleos— se nutren de la espontaneidad, el ingenio y una cierta melancolía lúdica. No hace un arte comercial: “No es para vender, es para expresar lo que llevo dentro”. Así, entre tinta china y hojas recuperadas de oficina, Carmenate acumula un corpus que no busca ajustarse a ninguna etiqueta, aunque fuese incluido en exposiciones de arte naíf, como la actual y otras dentro y fuera de Cuba.
El suyo es un imaginario poblado por figuras flotantes, mujeres aladas, criaturas híbridas y exuberantes patrones. En una de las piezas expuestas, una figura femenina se extiende hacia el sol entre follajes floridos y una gran mariposa de trazo intrincado, mientras en otra, la mezcla de música, naturaleza y erotismo fluye desde una mujer sentada, como si el arte, la sensualidad y la cubanía se fundieran en una sola composición visual. Su línea es precisa, rica en detalles, y aunque su composición a veces remite al barroquismo y al surrealismo, no renuncia a la ingenuidad y la frescura del gesto espontáneo.
Comenzó a mostrar su trabajo en galerías en 1998, en su Mayarí natal, y después en Holguín, Banes, Gibara, y en eventos internacionales —como la Bienal del Humor y la Sátira en Gabrovo, Bulgaria. No solo ha sido parte de exposiciones colectivas y personales, sino que ha recibido premios nacionales por su humor gráfico y participado en movimientos culturales vinculados a la industria y la comunidad.
Su recorrido está marcado por el esfuerzo; las limitaciones económicas le han empujado a reinventar su técnica y sus soportes. Una plumilla regalada y cartulinas reusadas bastaron para que, aun en la sencillez de los recursos, la riqueza interior del artista encontrara cauce. Es esa urgencia de expresión la que, a ojos del crítico Erian Peña Pupo, libera a Carmenate del corsé de los géneros: “Las obras de Jorge Antonio Carmenate Fernández denotan a un buen dibujante que para nada tiene… que circunscribirse necesariamente al naif”.
Más allá de la muestra, el artista, representa el pulso resiliente del creador popular cubano: siente, imagina y dibuja frente a las dificultades, sin cálculos de mercado, solo con el impulso de comunicar y dejar huella. Su arte no persigue el aplauso fácil, sino la libertad de decir y soñar a su manera. Queda claro que en cada trazo hay más que un oficio: hay una manera de vivir, y de resistir, a través de la imaginación.