Sanar a tiempo
- Por Indira Vania López Samé / estudiante de periodismo
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Ana se encontraba nuevamente esperando, eran las seis de la mañana y la voz de la repartidora de turnos agotaba cada número, ideas detonaban en su cabeza: la entrada a las 8 de la mañana y un papel con preguntas que demostrarían su esfuerzo como estudiante, no pudo levantarse antes porque la noche anterior no paró de estudiar y el sueño y el cansancio acompañaban cada suspiro, sin dejarle más remedio que descansar en la acera.
Y de pronto despierta y se encuentra ahí, esperando iniciar un nuevo día, con pelitos en la alfombra, la ropa y por todas partes, con pequeñas huellitas que adornan el suelo acabado de limpiar, con prendas regadas y mordisqueadas y escondites que lo apañan cuando sabe que ha hecho algo mal, regaños que limitan su conducta, pero nada que no pueda resolver con ojitos cargados de ternura.