Y yo sigo pensando en ti, Pablo
- Por Anyi Romera / Estudiante de Periodismo
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Hace un año murió Pablo Milanés y yo prefiero pensar que es mentira, porque no logré verlo en vivo. Decir Pablo es decir Cuba. Se dibujan en él la nostalgia y la belleza, las cavilaciones constantes sobre el tiempo, y el futuro, el amor profundo por todo. Decir Pablo es decir amor, y es volver a un tiempo mucho más limpio y más puro, donde el día nos alcanzaba para escuchar una y otra vez la verde mañana hasta destripar el casete.
Antes de que la noticia fuera oficial, el 22 de noviembre del 2022, su salud delicada suscitó una ola de rumores que anticipaban su muerte. En redes sociales, sus seres queridos lo declaraban vivo (y entre signos de exclamación) lo cual me dejó un poco de fe, porque en junio del mismo año, y a pesar de la insistencia de mis amigos, no me moví hacia La Habana, no asistí a esa última comunión entre Pablo y Cuba, aferrándome a la idea de que habría tiempo para más, y la vida pasó sin darnos cuenta.
Durante el aislamiento de los años 2020 y 2021, y en el silencio de las tardes, una y otra vez me repetía al oído que los días de gloria se fueron volando y yo no me di cuenta, como si él supiera que nada sería como antes, y que los amigos que tuve ayer ya no están, se fueron, qué triste estoy.
Esa melancolía como artefacto mágico estaba en todas sus canciones, y es lo que une a tres generaciones de cubanos que crecieron, amaron y vivieron con Pablo de fondo, o al lado. Pablo como excusa para dedicar Yolanda, para aprender a tocar una guitarra, para escuchar en su voz la belleza martiana o para entender a una generación tan compleja como hermosa, que soñó con fuerza hasta el final de sus vidas.

También era noviembre, pero de 2019, cuando ofreció un pequeño recital junto a su hija Haydée, en el Museo Nacional de Bellas Artes. Pablo nunca se separó de Cuba, y nunca dejó de cantarnos. En esa ocasión, también me quedé en el casi, lo dejé para la próxima, y mis amigos, los que me instarían a ir tres años más tarde, me colmaron de audios donde se escucha esa voz poderosa como solo ella era (es).
Y yo, desde mi terraza de Holguín, recordaba cómo algunos años antes, alternaba las canciones de Querido Pablo con el pop anglosajón, porque la adolescencia no me separó del sentimiento de paz -y cierto desasosiego por no haber nacido antes- que me brindaban la trova, y sobre todo, Pablo y Santiaguito Feliú. Lo cual me recuerda uno de los últimos regalos hermosos de Pablo: en 2022 y por los 60 años de Santi, varios artistas interpretan sus temas, bajo la producción de Nelson Vila. La primera canción, casi como manifestación de la vida de Santi, es Carta y suerte de tener a Gunila, cantada por Pablo, - y aquí cuesta encontrar un adverbio de modo que no se quede escueto- me atrevo a decir que es una versión preciosista, pero muy íntima, como lo es en su naturaleza esta canción, y a todos los que conocieron o admiramos a Santi, nos mueve el pecho escuchar a Pablo decir "qué suerte de ser un condenado más a vivir".

Antes de alternar los discos de Pablo con las boy bands, yo ya cantaba Sábado Corto, a voz en cuello, en el coro de mi escuela primaria. Siempre he cantado horrible, pero lo importante era estar ahí replicando una canción que, aseguro, no entendía pero me hacía viajar a esos años efervescentes que no viví. Claro, este sentimiento que es la nostalgia lo traduzco ahora, entonces sentía que viajaba al pasado.
Y en pasado estaba el casete, los casetes que se destripaban, mientras yo escuchaba cualquiera de sus clásicos, o de sus versiones. Yo era muy niña y quizás por eso me sé las letras al dedillo, porque mis padres lo ponían y yo, hasta sin saber hablar, lo escuchaba.
Cuando el 22 de noviembre de hace un año lo anunciaban perfiles cercanos a la familia Milanés, lo único que pensé fue que yo escuchaba a Pablo con mis padres siendo muy pequeña. Y lloré desconsoladamente, y bajé, los abracé. Pero ahora me pregunto que si un hombre que significa tanto para tanta gente, un hombre que se traduce en amor, en muchos tipos de amor, en realidad muere o si quizás está viviendo en todos esos lazos de amor, en una filosofía de vida, en aprender el perdón, en los amigos. Quizás su vida fue para crear más vida, y quedarse en nosotros como rayo de sol, por nuestros estrechos senderos de luz, para que sigamos pensando en ti, Pablo.
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