El amor y la familia

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Para la educación de las nuevas generaciones encuentro, muy acertado, que el preuniversitario Luz Palomares, en el municipio de Holguín, orientara hacer, a sus alumnos de décimo grado, un árbol genealógico de su descendencia inmediata, en la asignatura de inglés.

No simbolizaba acopiar, en una tabla, sucesores de manera mecánica, sino profundizar en las características de cada uno y saber que huellas positivas o negativas en sus vidas.

Recuérdese que los amigos se escogen, los unidos por lazos sanguíneos no, por tanto, en ese grupo hay buenos y no tan tanto.

Las escuelas, al resaltar las actitudes de los familiares, de sus educandos, refuerzan una útil experiencia. Ellos medirán quienes son honrados, honestos, sinceros, amables, serviciales, agradecidos u osados y, aquellos, quienes no los son, el ejemplo de las buenas conductas o, los resultados, de malos comportamientos y, además, la importancia de la utilidad familiar.

De manera amena, en la lengua universal, refuerzan valores, partiendo de los ancestros y se comprende mejor las cualidades si estas tienen nombres y apellidos.

No es lo mismo tratar la honradez de forma abstracta, que decir “mi tío, mi abuelo son honrados”, porque jamás estafaron a nadie, en una vida recta, justa, correcta e íntegra al actuar, siempre, en cualquier caso, con la máxima: “vale mucho ser honestos”.

Si uno visualiza en una persona los diferentes modos de ser y lo que más lo caracteriza tendrá la traducción perfecta en su árbol genealógico de los distintos valores o actitudes erróneas de sus familiares.

Ya sean en mother, father o grandfather, se ponen al lado una palabra identificativa, para asociar el nombre del familiar con una cualidad.

Cada vez que pensemos en él o ella recordamos como es y viceversa.

Saque usted su propia moraleja.

Hubo una vez un villano malvado, llamado Milisforo, quien ideó un plan para acabar con todas las cosas importantes del mundo. Ayudado por sus grandes máquinas e inventos, consiguió arruinar a todos.

Cuando el mundo entero estuvo completamente patas arriba, comprobó que sólo le quedaba una cosa por destruir para dominarlo completamente:

las familias. Y es que a pesar de todos sus inventos malvados, de sus gases y sus pociones, las familias seguían estando juntas. Y lo que más le fastidiaba era que todas resistían, sin importar cuántas personas había en cada una, dónde vivían, o a qué se dedicaban.

Lo intentó haciendo las casas más pequeñas, pero las familias se apretaban en menos sitio, destruyó las comidas, pero ellos compartían lo poco que tenían y así continuó con sus maldades, aunque nada consiguió. Finalmente descubrió la fuerza de ese conglomerado unido por la consanguinidad. El amor era su herramienta.
 
 Hilda Pupo Salazar
Author: Hilda Pupo Salazar
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Periodista especializada en temas de educación y valores. Autora de las columnas Página 8 y Trincheras de ideas.

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