Eufemismos del control

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La Casa Blanca anunció un nuevo plan de paz para Gaza que promete "coexistencia pacífica y próspera". Sin embargo, como bien documenta The New York Times, las contradicciones son evidentes: Netanyahu niega rotundamente un estado palestino, mientras Hamás "estudia" la propuesta. La paz, en este escenario, parece un término elástico que se estira según los intereses de turno.

El derecho internacional humanitario exige proteger a los civiles y actuar con proporcionalidad, principios que brillan por su ausencia en este conflicto.

Este no es el primer caso donde Estados Unidos media para obtener ventajas. En 1898, con el Tratado de París, Washington y Madrid decidieron el destino de Cuba, Filipinas, Guam y Puerto Rico sin consultar a sus habitantes. España, derrotada, cedió sus territorios bajo presión, mientras Estados Unidos emergía como potencia colonial. Filipinas, por ejemplo, fue oficialmente entregada por veinte millones de dólares, y Puerto Rico y Guam se convirtieron en territorios estadounidenses. El paralelismo es inquietante: entonces, como ahora, se ignoró la voz de los afectados.

El plan actual, con su comité técnico supervisado por Trump y figuras como Tony Blair, repite el guion: se promete reconstrucción y ayuda humanitaria, pero se excluye a la autoridad palestina del gobierno inmediato de Gaza. La "desradicalización" suena a eufemismo para un control externo. Mientras, Netanyahu obtiene lo que busca: respaldo total de Washington y la continuidad de operaciones militares en Gaza.

La arquitectura del acuerdo revela profundas asimetrías de poder. El ultimátum para Hamás contrasta con la ambigüedad calculada sobre el futuro político palestino. Mientras Israel mantendría su presencia militar en el perímetro de Gaza, los palestinos verían su territorio administrado por comités técnicos internacionales donde su representación directa sería mínima.

Esta fórmula recuerda los mecanismos de gobierno colonial donde las decisiones fundamentales se toman lejos de quienes habitan el territorio.

La comunidad internacional observa con escepticismo creciente. El contraste no podría ser más dramático: mientras numerosos países reconocen formalmente al estado palestino, el plan estadounidense-israelí pospone esta posibilidad. La desconexión entre las realidades diplomáticas globales y lo negociado bilateralmente entre Washington y Jerusalén amenaza con profundizar la fractura en el sistema internacional.

La situación humanitaria en Gaza exige soluciones inmediatas, no promesas condicionadas. El acceso real a alimentos, medicinas y servicios básicos no puede depender de complejos arreglos técnicos o agendas políticas particulares. La ayuda humanitaria debe seguir los principios de neutralidad e imparcialidad, no usarse como moneda de cambio en negociaciones asimétricas.

La Historia juzgará si esta mediación es un paso hacia la paz o solo otra jugada geopolítica. Por ahora, como en 1898, los más afectados siguen sin voz en la mesa donde se reparte su futuro.


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