Hontanar: Paralelismos entre José Martí y Fidel Castro en torno a las acciones del 26 de Julio de 1953
- Por Reynaldo Zaldívar
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Foto: Alberto Korda (mejorada con IA)
En las acciones del 26 de julio de 1953, la tradición de lucha por la libertad y soberanía de la Patria se va a traslapar con un Martí que cabalga amenazante, como si Dos Ríos¹ no fuera sino un día muy largo y el héroe, aún empuñando su revólver, cabalgara hasta el Cuartel Moncada² a disparar contra la dictadura de Batista³. Ambos hechos gravitarán alrededor de una máxima indiscutible: la libertad no se implora, se construye.
Esto llevará a dos hombres, José Martí y Fidel Castro, a dejar a un lado la comodidad y los privilegios que les concediera la vida. Al uno, la de un escritor vanguardista que, desde un Nueva York imponente, ha sido nombrado cónsul de tres repúblicas americanas y cuyo prestigio se aplaude en las altas esferas. El otro, hijo de rico hacendado, Doctor en Derecho, que pudo llevar las causas legales del negocio familiar y disfrutar sin enfados los privilegios. Dos hombres que verían colapsar el mismo país bajo circunstancias similares y preferirán el azote de la carne antes que proteger sus privilegios a espaldas de un país en deconstrucción.
La ley primera de la Patria
La patria se inventaría a Martí en 1853. Un hijo que pondría todo su empeño en vindicar el nombre de Cuba, edificando una ideología sin precedentes en nuestra historia y que tendría que marcharse sin ver limpia de afrenta su tierra, pero legándonos una invaluable descripción de cómo tendría que pensarse y liberarse.
El Apóstol soñaba una república “con todos y para el bien de todos”⁴, donde fueran erradicados los males que aquejaban la nación y predominara la justeza y la igualdad de oportunidades. Invertiría toda su voluntad en la preparación de una guerra⁵ que devolvería al pueblo cubano el derecho sobre sus tierras y traería sosiego a las almas que penaban a causa de la intromisión extranjera. Abogaba por la enseñanza general, la igualdad de la mujer⁶. Sus críticas a formas de gobiernos monárquicos y a repúblicas surgidas en el centro y el sur de América, muestran sus deseos de expoliar de la Patria toda forma de gobierno absolutista o lastrada por la corrupción y el caudillismo. En una época plagada de anexionistas, levantó su discurso para alertar sobre sistemas políticos imperantes en “el norte revuelto y brutal”⁷ y anunció que, de formarse un nuevo estado, primaría una constitución de carácter progresista. Al respecto escribió:
Yo quiero que la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre⁸.
A poco tiempo de terminada la guerra jamás hubiese consentido que los líderes del Ejército Libertador resultaran galanes del capitalismo. Mucho menos que los monopolios extranjeros compraran la isla al risible precio de $0.50 dólares la caballería. El Apóstol defendía la distribución de las tierras, de tal manera que permitiese la “creación de muchos pequeños propietarios”⁹. Además, consideraba que “la nación (…) no puede dar en dominio la tierra que es de todos, y es para todos necesaria, sino en arrendamiento o en préstamo, y solo para usos nacionales”¹⁰.
La energía en pos de Cuba que emanaba de José Martí era incontenible, como si reventara un hontanar de aguas milenarias. Tenía muy claro que las cosas se consiguen con el esfuerzo y el trabajo, nunca desde la comodidad de una habitación. Y allí estaba en Dos Ríos, dejando el cuerpo caer del caballo sin poder cumplir sus deseos con respecto a su tierra.
Ara, no pedestal
Siete décadas después, sin que se solucionaran las principales causas de su dolor, la Patria daría a luz a Fidel, y sin apresurarlo en edad tanto como al primero, tendría que enseñarle con exactitud la fundamentación de la lucha.
El hijo aprendió en pocos años la necesidad del abandono y el desprendimiento de los beneficios personales en pos de la causa inmensa de Cuba. No fueron en vano los años en colegios jesuitas, donde el discurso de Jesús, El Cristo, apuntaba a que, si alguien quería ir en pos de él, necesitaba negarse a sí mismo y seguirle¹¹. Esto era compatible con el desprendimiento de los asuntos personales que Martí había enseñado y que, sin faltar a la poesía, escribe en 1886 en carta a Ricardo Rodríguez Otero: “La Patria necesita sacrificios. Es ara y no pedestal. Se le sirve, pero no se le toma para servirse de ella”¹². Ambas visiones dejaban claro que había causas que exigirían un total desapego de las metas personales y de los beneficios que podrían alcanzarse tras de ellas.
No podía retardarse la intervención armada. Un gobierno de facto había dado a los principios de lucha un giro violento e impensado y había que actuar en consecuencia. Así llegaron aquellos jóvenes al Moncada, y llegó el Apóstol, porque era el centenario de su natalicio y le era impensable mirar desde la pasividad. Hubo autos y disparos. Hubo un caballo inmenso golpeando con sus cascos la mañana.
Paralelismos
El asalto no tuvo los resultados planificados. Pero la historia demostraría su efecto imprescindible en la causa revolucionaria. Y nos dejaría un hecho que se convierte en el objeto de esta conversación: el juicio a Fidel Castro y la presencia de las ideas martianas en la construcción de su autodefensa conocida como La historia me absolverá¹³.
Es interesante como confluyen las energías universales para que sucedan curiosos acontecimientos. A petición de Fidel, el intelectual Jorge Mañach¹⁴ revisó y cotejó cuidadosamente el original de La Historia me absolverá y escribió el prólogo a la primera edición. Este mismo autor aparece en 1933 con su libro Martí, el Apóstol, que devendría en la más conocida biografía del maestro. No sería difícil para este intelectual percatarse de los nexos que unían a ambas causas. Lamentable que no hayan sido textualmente recogidas las palabras del joven Martí en el juicio, pero seguro tuvo que dejar claro el porqué de su rebeldía y su posición independentista, yendo más allá del hecho particular por el que se le juzgaba. Esto lo conocía Mañach, que se atrevió a narrar sobre el suceso:
Invitados a declarar, Fermín se confiesa autor de la carta. A su vez, Martí protesta haberla escrito él. Los militares se miran sorprendidos. Advierte el fiscal que el más responsable incurre en la última pena. Los acusados se tienen en sus dichos. Ordénase un careo, y cuando Fermín se adelanta a hablar, Pepe le corta el paso y la palabra, se acerca a la mesa del Tribunal y repite su confesión vehementemente. Las frases copiosas, tersas, seguramente meduladas, cortan el aire en ceñidas parábolas y van a caer en lo hueco del asombro oficial. Fermín y sus compañeros están electrizados. El defensor se olvida por un momento de sus galones y sonríe. Tírense nerviosamente del bigote los testigos del primero de Ligeros. Pepe continúa, impávido, desbordante, entusiasmado él mismo, como si sintiera que dentro de él se había revelado un hontanar secreto.
El 1 de agosto de 1953, el fotógrafo de El Diario de Cuba¹⁵, en la ciudad santiaguera, Ernesto Ocaña¹⁶, toma la emblemática fotografía de Fidel junto a un retrato de José Martí. Allí, en el Vivac, mientras los soldados disponían de la suerte del reo, la historia mostraba las primeras señales que formarían este fuerte argumento: las casualidades no existen, o sí: el universo se encarga de planificarlas bien. Décadas más tarde el fotógrafo reconoció en una entrevista:
En un momento lo colocaron junto a un cuadro de Martí que había en la pared y le tiré esa foto (…) eran el Maestro y su discípulo¹⁷.
Un grupo de jóvenes liderados por Fidel Castro darían un golpe de fe a toda la estructura del pensamiento martiano. Y en un juicio en el que se imponía la fuerza de la dictadura como un hierro candente sobre la piel del ganado, aparece Fidel como máximo acusado y a la vez como abogado defensor de la causa. Pidió una toga y le dieron la de un joven abogado. Inquieto en la tribuna expuso, de manera acusatoria, los mecanismos judiciales rotos por el golpe de estado y las carencias que adolece el pueblo.
Al respecto Guillermo Orozco-Sierra, en su trabajo Martí y la nación en la historia me absolverá, publicado en 2020 en la revista Maestro y Sociedad, apunta:
Entendemos que, si el Manifiesto de Montecristi fue capaz de enlazar dialéctica y visionariamente la Guerra del 68 con la del 95, de modo que fueran definidas como dos momentos de un solo objetivo independista y libertario, tenemos que “La Historia me absolverá” ha operado como el documento generacional, como la concreción colectiva que clamaba por unir al Martí de Dos Ríos con el pueblo que no pudo, pública y dignamente conmemorar el centenario natal del Apóstol.
“Ningún arma, ninguna fuerza es capaz de vencer a un pueblo que decide luchar por sus derechos”¹⁸, afirmaría Fidel en su defensa, tal vez imaginando los cientos de jóvenes que unos meses antes marchaban, antorcha en mano, a la fragua martiana con el cadáver de la constitución, porque “¡Así luchan los pueblos cuando quieren conquistar su libertad: les tiran piedras a los aviones y viran los tanques boca arriba!”¹⁹.
Sépase que por cada uno que vino a combatir, se quedaron veinte perfectamente entrenados que no vinieron porque no había armas. Esos hombres desfilaron por las calles de La Habana con la manifestación estudiantil en el Centenario de Martí y llenaban seis cuadras en masa compacta. Doscientos más que hubieran podido venir o veinte granadas de mano en nuestro poder, y tal vez le habríamos ahorrado a este honorable tribunal tantas molestias²⁰.
Tiempo después, la periodista Marta Rojas²¹ recordaría a un Fidel que mantendría tensa la corte. Defendería la intervención del Moncada como el justo derecho que tenía el pueblo a exigir un gobierno constitucional que satisficiera sus necesidades. La justica, mancillada por el golpe militar de Batista, anunciaba con altavoces su postura:
Los pueblos poseen una lógica sencilla pero implacable, reñida con todo lo absurdo y contradictorio, y si alguno, además, aborrece con toda su alma el privilegio y la desigualdad, ése es el pueblo cubano. Sabe que la justicia se representa con una doncella, una balanza y una espada. Si la ve postrarse cobarde ante unos y blandir furiosamente el arma sobre otros, se la imaginará entonces como una mujer prostituida esgrimiendo un puñal. Mi lógica, es la lógica sencilla del pueblo²².
Y para que no cupiese dudas sobre el origen de su forma de pensar y el modo de percibir la realidad de la isla, agregó:
De igual modo se prohibió que llegaran a mis manos los libros de Martí; parece que la censura de la prisión los consideró demasiado subversivos. ¿O será porque yo dije que Martí era el autor intelectual del 26 de Julio? Se impidió, además, que trajese a este juicio ninguna obra de consulta sobre cualquier otra materia. ¡No importa en absoluto! Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro y en el pensamiento las nobles ideas de todos los hombres que han defendido la libertad de los pueblos²³.
Referenció la obra martiana frente a sus acusadores, como si de algún modo el Apóstol se las hubiese arreglado para multiplicar la vos de aquel hombre de Birán con ansias de justicia y equilibrio social.
A los que me llaman por esto soñador, les digo como Martí: "El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber; y ése es […] el único hombre práctico cuyo sueño de hoy será la ley de mañana, porque el que haya puesto los ojos en las entrañas universales y visto hervir los pueblos, llameantes y ensangrentados, en la artesa de los siglos, sabe que el porvenir, sin una sola excepción, está del lado del deber²⁴.
El interés primero
La Historia me absolverá se caracteriza por un marcado humanismo, por la manera en que visualiza al pueblo cubano como núcleo de la solución de los problemas. Evidencia su preocupación por los desposeídos, los más humildes, y muestra su interés en mejorarles esa situación, pues está convencido de que es en el pueblo donde está el verdadero y el más significativo apoyo para llevar a cabo una Revolución. Y, como mostraría el Maestro, sería preferible el sacrificio que considerar al pueblo su mayordomo:
(…) jurémoslo de pie, cáudillos de la Revolución, jamás sobrepondremos nuestros intereses personales a los intereses de nuestra patria²⁵.
El patrimonio ideológico defendido en obra se enlaza con la manera de pensar del Apóstol, negando a todos los niveles el individualismo. Para Martí, la vida es el continuo trabajo en función de los demás y el cumplimiento del deber social por encima del individual.
Lejos de extinguirse en su centenario, la memoria del Apóstol resucitó el 26 de julio. Martí cabalgó hacia el Moncada junto a decenas de jóvenes, los mismos que habían gritado “Revolución” a toda voz en la marcha de las antorchas. Los que murieron sin poder contemplar los resultados de su labor, hoy extienden la lista de los que aportaron su sangre para que el pensamiento martiano fuese una realidad tangible. Los elementos de consagración histórica que se dan en La Historia me absolverá se convierten en el símbolo de la más profunda regeneración martiana que haya logrado nuestro pueblo y que puso fin a la oprobiosa etapa neocolonial que le tocó vivir a la Patria.
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Referencias:
¹ Lugar donde cae en combate un 19 de mayo de 1895 el intelectual y revolucionario cubano José Martí, héroe nacional de Cuba
² Cuartel Militar cubano que pasó a la historia tras ser asaltado por un grupo de jóvenes dirigidos por Fidel Castro en la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista
³ Fue un político, militar y dictador cubano. Presidente constitucional de Cuba de 1940 a 1944 y dictador de 1952 a 1959.
⁴ Discurso en el Liceo Cubano, Tampa. 26 de noviembre de 1891, OC, t.4, p. 279.
⁵ Guerra Necesaria o Guerra de 1895.
⁶ Nuestra labor. La doctrina de Martí. La República con todos y para todos, Nueva York, 25 de julio de 1896, Vol. 1, No. 1
⁷ Carta a Manuel Mercado. 18 de mayo de 1895, OC,t. 4, p. 168
⁸ Discurso en el Liceo Cubano, Tampa. 26 de noviembre de 1891, OC, t. 4, p. 270
⁹ Reflecciones destinadas a proceder a los informes traídos por los jefes políticos a las conferencias de mayo de 1078, OC, t. 7, p. 167
¹⁰ Nueva York en junio, OC, t. 11, pp. 18-19
¹¹ Evangelio de Mateo 16:24. Torre Amat.
¹² Carta a Ricardo Rodríguez Otero, New York, 16 de mayo de 1886, OC, t. 1, p. 196
¹³ Castro Ruz, F. (1967). La Historia me absolverá. En Siete documentos de nuestra historia. La Habana: Editorial Política.
¹⁴ Jorge Mañach Robato fue un escritor, periodista, ensayista y filósofo cubano. Publicó importantes libros, siendo conocido principalmente por la biografía Martí, el apóstol.
¹⁵ Era el periódico más popular en Santiago de Cuba de esta época
¹⁶ Fue un destacado fotógrafo cubano que se dedicó al periodismo.
¹⁷ Betty Beatón Ruiz. Imagen convertida en símbolo, Periódico Sierra Maestra, 24 de julio de 2023. https://sierramaestra.cu/index.php/titulares/item/7511-imagen-convertida-en-simbolo
¹⁸ Castro Ruz, F. (1967)
¹⁹ Idem
²⁰ Idem
²¹ Periodista y escritora cubana. Fue testigo de los sucesos del asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953
²² Idem
²³ Idem
²⁴ Idem
²⁵ OC, t.22, p. 13