Absuelto por la Historia
- Por Yenny Torres
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Se enfrentó a la dictadura de Batista desde el mismo 10 de marzo de 1952, organizó el asalto al cuartel Moncada, sufrió prisión, salió de Cuba rumbo a México en 1955 para preparar el desembarco del Granma, dirigió la lucha armada, nos condujo hacia la victoria de enero y desafió al imperio más poderoso. Sin embargo, no necesitaba títulos o lauros, él fue, es y será grande tan solo por su nombre: Fidel.
Para muchos, el hombre del siglo XX. Respetado hasta por sus enemigos. Admirado. El haber sobrevivido a más de 600 atentados no fue casualidad, pues tuvo un aura protectora, desde que estaba en el vientre de su madre, con siete meses de embarazo, cuando una caída del caballo no afectó al feto. Pudo ser el altar de Lina en el cuarto o la gracia de la santería afro, pudo ser Dios, el destino... tal vez todos conspiraron. Lo cierto es que “Fidel seguirá siendo Fidel”: guerrero, luchador incansable, apasionado por las causas justas, el muchacho de Birán...
Su gama de virtudes fue desde la renuncia a la “escala gris” del humo, para tener la autoridad moral para combatir el tabaquismo, hasta la más amplia “onda del espectro”: soñar con que sus científicos encontraran la vacuna contra el cáncer, creer que el logro mayor del ser humano es la buena formación de su conciencia o que los estímulos morales, más que los materiales, son capaces de cambiar el mundo.
El Comandante fue hijo de una historia, de una memoria largamente abrazada por nuestro pueblo, síntesis superior de lo cubano. Añadida a su enorme capacidad para involucrar a las masas en la solución de problemas y su muy cultivada sensibilidad social, estuvo su destreza en lo que Martí llamó el arte de la política: genio militar, organizativo, capaz de eliminar dificultades de carácter económico y popular.
Su práctica política ha sido ejemplo e influencia para los líderes progresistas americanos, pues se dio cuenta de que la idea imperial romana, retomada por Maquiavelo, de dividir para dominar, no “encaja” en tiempos de globalización, que el quid estaba en aunar fuerzas solidarias para enfrentar dramáticos desafíos. Por eso, abrazó la vocación martiana de que Patria es Humanidad. Constituyen reflejo: Cayo Confites en 1947, el apoyo a los movimientos de liberación nacional o la ayuda médica a varios países.
Fidel asumió el legado de las revoluciones democráticas europeas del siglo XVIII desde la óptica de los pobres de la tierra. A partir de ese momento, libertad, igualdad y fraternidad dejaron de ser un lema para materializarse a través de una dimensión integral.
Por sus amigos se conoce que le gustaba preparar recetas de cocina desde el fervor de la ciencia, que realizaba varias horas de gimnasia diaria y nadaba frecuentemente. Leía el inglés, pero no lo hablaba. Su desayuno: no menos de 200 páginas de noticias del mundo entero, a lo que se sumaba la lectura de decenas de documentos cada día.
Alguien comentó: “Una cosa se sabe con seguridad, esté donde esté, cómo esté y con quién esté, Fidel Castro está allí para ganar”. También hoy, donde, cómo o con quién esté, sabemos que sostiene la victoria; el triunfo de haber vivido para no morir nunca. Nos inculcó ser triunfadores, aunque, como expresara Barnet, “de él también aprendimos a perder, pero solo el miedo”.
Hacedor de grandes reportajes hablados. Capaz de descubrir la más mínima contradicción en una frase casual. Cómo le alcanzaba el tiempo o qué método utilizaba para leer tanto y tan rápido parece ser un misterio. Con preguntas a ráfagas, llegaba hasta el por qué del porqué... y escudriñaba cosas que sabía, para confirmar datos y medir el calibre del dialogador.
Solo un ardiente profeta de la aurora, como lo llamara el Che, pudo empujar una isla 84 veces más pequeña que su enemigo principal. Solo alguien como él, ante la interrogante de qué más quisiera en este mundo, pudo contestar: “Pararme en una esquina”. Solo Fidel tuvo tal capacidad de entrega, dedicación, altruismo... desde la sinceridad más cristalina. El pueblo cubano, antes que revolucionario, es fidelista.
Él seguirá marchando al compás del tiempo, pues se hizo su aliado. Su presencia será siempre pasado, presente y futuro; pues, desde hace mucho, está absuelto por la Historia.