Una herida generacional

  • Hits: 1682

jovenes 01

El desarrollo humano viste una serie de prendas que construyen al hombre, pero resulta necesario un exquisito cuidado personal, pues alguna prenda mal manejada puede destruir algo que apenas va surgiendo.

La sociedad actual expone a una generación de jóvenes tildados como "generación de cristal", quizá por la falta de madurez de la que son acusados. Este es un tema que merece ser tratado, pues la posibilidad de que ellos mismos sean la clave para forjar un mundo nuevo no es descartable. Estamos ante una realidad perfectamente cuadrada donde no caben los innovadores.

Esto resulta decepcionante para una multitud de adolescentes y jóvenes que ansían romper esos estándares y en respuesta son encerrados en una burbuja, donde les hacen ver que lo correcto es seguir los patrones que viene arrastrando la humanidad desde su surgimiento.

La inestabilidad emocional que los agobia es vista con normalidad, cuando es más que evidente el aumento de enfermedades mentales de la juventud, en los últimos años. Este estigma, lejos de ser una crítica constructiva, se ha convertido en un peso emocional que afecta profundamente a la salud mental de esas edades.
¿Es justa esta percepción? ¿Somos conscientes del daño que genera? Tendencias suicidas, trastornos de ansiedad, depresión y drogadicción son algunos de los padecimientos más diagnosticados en esas etapas.

¿Acaso es algo normal que millones de jóvenes visionarios y llenos de expectativas padezcan de algo tan destructivo? Es irónico pensar que tener insomnio es normal, que llorar de la nada sin motivo específico es por estrés, que temblar en medio de tanto calor es racional o que no comer por la ausencia de hambre es algo de rutina.

La salud mental está infravalorada por muchos y eso es un error. Todas las personas que sufren ansiedad y depresión están tan enfermos como los que tienen cualquier otro padecimiento.

Es tristemente común juzgar al joven que fuma, despreciar a la chica delgada y ridiculizar a la que tiene unos kilos de más, ignorar al chico que lee, llamar odioso al que grita cuando habla y decirle loca a la que tiene cicatrices en la muñeca. Cada uno de ellos es acusado por una sociedad que cortó sus alas.

La juventud de hoy no es mediocre y mucho menos ignorante. Es una generación que lucha por encontrar su lugar en un mundo profundamente desigual y complejo. Su aparente desconexión o desinterés no es más que una respuesta a un contexto que muchas veces les da la espalda. Cada vez que se les descalifica, se les priva de una oportunidad de demostrar que son capaces de innovar, liderar y construir un futuro mejor.

Les han vendido la idea de que deben lograr todo rápidamente: ser exitosos antes de los 30, lucir perfectos en cada foto, construir carreras ejemplares y mantener una vida social intensa. Ser joven ya no es una etapa para equivocarse y aprender, sino una vitrina para proyectar perfección.

Lo que más necesita esta generación no son consejos ni comparaciones con un pasado que ya no existe. Lo que necesita es escucha, empatía, y un poco de fe, porque, detrás de cada joven que lucha por encontrar su camino, hay alguien que merece, más que un juicio, la oportunidad de ser comprendido.

El verdadero reto está en cambiar el enfoque: escuchar, comprender y acompañarlos, pues la juventud necesita etiquetas confianza y herramientas para crecer. La crítica vacía solo perpetúa un ciclo de desconexión y frustración. El apoyo, en cambio, puede ser la clave para sanar una herida generacional que aún está a tiempo de cerrarse.


Escribir un comentario