El desafío del consumo cultural
- Por Alionuska Vilche Blanco
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El consumo cultural en Cuba enfrenta una encrucijada crítica que no solo afecta la identidad nacional, sino que también impacta la manera en que las nuevas generaciones se relacionan con su patrimonio cultural.
La creciente inclinación de los jóvenes hacia productos culturales de masas, muchas veces vacíos de sus raíces estéticas y tradicionales, plantea serias interrogantes sobre la preservación y evolución de la cultura cubana. Este fenómeno no debe ser considerado únicamente como una colonización cultural externa, sino que refleja una violencia simbólica que se manifiesta en las decisiones de consumo, donde lo superficial prevalece sobre lo significativo.
La cultura de masas, alimentada por la mercantilización y la globalización, ha encontrado un terreno fértil en el imaginario juvenil cubano. Esto no es casual; el acceso a plataformas digitales y contenidos globales ha transformado la manera en que los jóvenes experimentan la cultura. Sin embargo, es crucial cuestionar: ¿qué alternativas culturales se están ofreciendo a esta población?
La oferta actual parece ser limitada y carece de un diagnóstico claro que contemple las diversas necesidades y deseos de los diferentes segmentos de la sociedad. Sin un estudio exhaustivo que defina la capacidad de consumo y la aceptación de productos culturales, corremos el riesgo de perpetuar patrones que desdibujan la rica herencia cultural de la Isla.
Es imperativo fomentar un entorno donde los jóvenes puedan acceder a una amplia gama de opciones. No se trata simplemente de señalar lo que no deben consumir; es esencial crear alternativas viables que enriquezcan su experiencia. Desde la infancia, los patrones de socialización influyen en los gustos y preferencias, y es responsabilidad colectiva ofrecer un espectro amplio que integre tanto lo tradicional como lo contemporáneo, lo cubano y lo extranjero. Esto contribuiría a la formación de una identidad más robusta y consciente.
Por ello, es urgente un debate que trascienda el simple señalamiento de problemas y busque soluciones concretas. Las instituciones culturales y las comunidades deben trabajar en conjunto. Solo así podremos asegurar que la riqueza cultural cubana no se pierda en el ruido de la cultura de masas, sino que florezca en todas sus formas.