Todo (nada) lo que sé sobre el amor
- Por Milo García Muñiz / estudiante de periodismo
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1996 fue un gran año, y no porque se estrenara Tesis, una de mis películas preferidas de Alejandro Amenábar. En esa fecha, ellos dejaron de ser desconocidos, aunque la historia no empezó hasta cuatro años más tarde.
¿Cuándo comenzó todo?, les pregunto.
_”Yo no me acuerdo cómo empezamos a salir”, dijo mi mamá.
_Fuiste tú, muy fresca te invitaste sola a mi cumpleaños, respondió él.
Ellos trabajaban en el mismo lugar, pero no tenían ninguna relación, solo habían cruzado pequeñas frases educadas para saludarse. Pero tenían amigos en común, los que permitieron que un 19 de octubre del 2000, mi madre se colara en el cumpleaños de mi papá, como si lo conociera de toda la vida.
Ese día todos bailaron, tomaron y mi mamá estaba más feliz que de costumbre. Te entiendo mamá, yo también irradio alegría cuando estoy cerca de quien me gusta. Eso sí, de ella debo aprender una cosa: si algo te gusta, “ve a por ello”.
_Me sentí atraído esa noche, tal vez por la forma de ella, así medio loca, confiesa mi padre. Esa noche, se había dado cuenta de muchas cosas.
Cuando se terminó la fiesta era de madrugada y él la llevó a su casa en bicicleta. Ya en aquel edificio de la calle Martí, con unos traguitos encima, aunque mi papá dice que ella se hizo la dura, se dieron su primer beso bajo un paso de escalera.
_ ¿Y cómo empezaron a ser novios?, pregunto.
_ Yo no recuerdo muy bien, solo pasó, respondió ella.
_Fue todo muy rápido, para mí que ese día ella cogió algo y me lo puso en el “frío” pa’ amarrarme_ Dicen que cuando te enamoras sientes que llevas toda la vida con esa persona y que sin darte cuenta parece que llevan años cuando solo han pasado semanas.
Desde ese 19 de octubre comenzaron las citas, mi papá no dudaba en dejarle flores en su oficina, y claro, más besos furtivos; resulta que mi mamá no quería que la gente se enterara.
_Imagínate que eso no saliera bien, tenía que esperar a ver cómo avanzaba todo, me dijo ella.
Tiempo después todos lo supieron y lo más importante, mi mamá le presentó a mi hermana. Más tarde, se convirtió en su hija, y aunque un análisis de ADN diga lo contrario, ellos lo sienten así.
Justo un año después del primer beso, se casaron. Lo curioso, es que cuando eran pequeños vivían en el mismo barrio y quizá ya habían coincidido en la misma esquina. El destino está lleno de sorpresas, de miradas momentáneas que luego de muchos años se vuelven a encontrar.
No faltó tiempo para querer tener un hijo juntos y aquí es donde entro yo. Existe por ahí una teoría familiar de que fui creada un 14 de febrero, bueno, solo me alegro de que disfrutaran aquel San Valentín del 2003.
No sé si habrá dado buena suerte el besarse bajo un paso de escalera, pero ya son 24 años de ese día y aquí siguen, lo mismo gritándose que llamándose cariño.
Si de algo estoy segura es que Dolly Alderton tiene razón, igual que ella, hoy en día culpo a dos cosas de mis altas expectativas en el amor: la cantidad de comedias románticas que consumí durante mis años formativos y el tener unos padres que están completamente enamorados.