El deber de recordar

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novela 1Fotos: Página de Facebook de El derecho de soñar

En mi hogar había revistas viejas, que hablaban de varias décadas atrás. Había postales y fotografías de artistas, algunas de ellas con amables dedicatorias, que revelaban que allí habían vivido muchachas soñadoras y “noveleras”. Se contaban historias: de cómo el país se paralizaba en el horario de trasmisión de El derecho de nacer por la CMQ y de cómo había muerto la actriz María Valero por perseguir un cometa…

La telenovela es el producto estrella de la contemporaneidad mediática y sus antecedentes se remontan al melodrama, el folletín y el radioteatro. Estudiosos de la comunicación como Noé Jitrik, Martín Barbero o Umberto Eco definen a las novelas de radio y televisión como manifestaciones identitarias del sector popular urbano, surgido con la industrialización. No hay que olvidar que al género se le endilgó el despectivo epíteto de “jabonero”, para aludir a su destinatario doméstico femenino.

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Por tanto, despertó muchas expectativas el anuncio de que la telenovela El derecho de soñar, escrita por Ángel Luis Martínez y Alberto Luberta, quien la dirige junto a Ernesto Fiallo y que trasmite la televisión cubana actualmente, sería un homenaje al género radial y a la obra del santiaguero Félix B. Caignet, una de sus figuras cimeras en Latinoamérica.

La obra aborda una etapa fundacional de la radio cubana, cuya importancia histórica no se debe soslayar. Uno de sus méritos reside en rescatar y otorgar realce a una etapa histórica y figuras importantes dentro de la historia de la radiodifusión en Cuba, que a veces, se soslayan a la hora de narrar, como si entre la emisora 2LC de Luis Casas Romero y Radio Rebelde se extendiera la tenebrosa nada.

Estudios prolijos vienen a llenar ese vacío, como ocurre con los libros Llorar es un placer y El más humano de los autores, dedicados a la radionovela y su figura cimera en Cuba, o recientes entregas de la editorial En Vivo, del ICRT. Sin embargo, estos textos suelen ser consumidos por entendidos. Ahora, la telenovela ha puesto al alcance de todos, en formato audiovisual y dramatizado un valioso volumen de información, que no debe soslayarse, pues sin dudas la radio sigue siendo el medio masivo de mayor alcance.

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La novela no solo contribuye a que la gente sepa que “así era entonces”, sino a que analice el devenir mediático como proceso histórico con un condicionamiento social, económico y político, aunque los realizadores de El derecho de soñar se han cuidado de atiborrar su obra de información de esta índole, pecado recurrente a la hora de narrar este periodo, que se suele aludir desde la épica o la crítica.

Se le han señalado falencias desde el punto de vista historiográfico; a las que responde el aviso colocado al comenzar cada capítulo: es una obra de ficción, basada en hechos y personajes reales, licencia que implica que la fabulación elude el rigor histórico. De hecho, comprimir en siete capítulos la variedad y riqueza del periodo supone sintetizar, resumir, y esto va en detrimento de los antecedentes de los conflictos y personajes, lo que ha hecho protestar, no siempre con razón, a algunos espectadores.

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Con justeza, se le aplauden logros en los apartados de escenografía, peluquería o vestuario; sin embargo, la dirección de arte no se limita a la búsqueda de locaciones apropiadas como el edificio Bacardí, con su marcado estilo art decó, o la generación digital de la fachada del demolido Palacio de la Radio, sede de RHC Cadena Azul, sino el cuidado en la pronunciación o la gestualidad, o la alusión a la estética televisiva y cinematográfica de la década de 1940, en que se enmarca la primera parte de la historia.

La banda sonora es digna de aplauso como ambientación, porque no solo han trabajado cómo se veía el 1948, sino cómo “sonaba” y la radio, entonces único medio de difusión electrónica, poseía singular protagonismo. En El derecho de soñar ella deviene personaje o resulta un elemento enfático dentro de la dramaturgia, lo cual apunta a uno de los propósitos del equipo realizador: rendir homenaje al centenario de la radio cubana y sus protagonistas. El modo en que la radio nos acompaña es otro valor del que el audiovisual no ha logrado privarla.

Faltan aún demasiados capítulos para poder formular una opinión definitiva sobre la telenovela, que ofreceremos en sus postrimerías. Por lo pronto, llegue a los realizadores nuestro reconocimiento por el modo elegante, respetuoso y profesional en que asumieron su primera etapa.

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Comentarios  

# Manuel 12-08-2023 16:57
Cuando se transmitió por radio la novela, los cines detenían la proyección y se sintonizaba la novela, de lo contrario nadie iba al cine para no perderse el capítulo de la novela.
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