Trabas
- Por Maribel Flamand Sánchez
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Cuando me dispuse a escribir sobre las trabas burocráticas que complican la vida de las personas y generan desconfianza en las instituciones, fundamentalmente las que prestan servicios, pensé en la pieza teatral “To´Ta´Bien, recientemente exhibida en el teatro Comandante Eddy Suñol, de la ciudad de Holguín.
No obstante entre los episodios que expone la obra del camagüeyano Teatro del Viento y los que motivaron mi reflexión la confluencia reside en que en ambos casos se trata de cuestiones que enrarecen el panorama social cubano, requerido de un giro en favor de facilitarle el día a día a las personas.
El asunto preocupa y ocupa a la dirección del país, al punto que el propio primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC) y presidente de la República, compañero Miguel Díaz-Canel Bermúdez, ha referido el tema en varias intervenciones públicas, insistiendo siempre en lo beneficioso, justo y equitativo de agilizar los trámites administrativos para dinamizar los servicios.
En una de las mesas redondas de julio del 2019, al respecto Díaz- Canel expresó: “Nos esforzamos en identificar y destrabar lo que algunos llaman bloqueo interno” y calificó tales situaciones como el exceso de burocracia y otras limitaciones que impiden un mayor avance al desarrollo del país.
Por ello cuando en diciembre del 2020 se aprobaron las normativas para simplificar los trámites de la vivienda, muchos respiramos aliviados, confiados en que en lo adelante los procedimientos para solicitar registros de propiedad, dictámenes técnicos, entre otras gestiones, se harían como indican las nuevas reglas, pero lo cierto es que las trabas burocráticas y las soluciones dilatadas continúan martirizando a las personas.
Historias sobre obstáculos impuestos por individuos o instituciones a quienes realizan trámites abundan y son frecuentemente utilizadas como argumentos en programas humorísticos televisivos y radiales, también de índole crítico y en obras de teatro para mover el pensamiento y propiciar cambios positivos y producentes de mentalidad, pero lamentablemente reímos, asentimos, criticamos o replicamos como espectadores distantes, como si no formáramos parte de ese entramado social que pelotea y es peloteado, reprocha y es desacreditado y que es necesario transformar.
“No hay una sola gestión que salgas a hacer y logres resolver sin trabas o peloteos”, me dijo agobiada una colega. Ratifiqué sin saber a qué se refería ante lo común de la situación y porque ¿a quién no le ha pasado?
Los sentimientos de frustración y desamparo angustian lo mismo a quien solicita los servicios de legalización de documentos ante Minrex y Consulado, los cuales demoran una eternidad; a quienes procuran sin resultado el beneficio de la tarifa diferenciada para el servicio de limpieza de fosas reiterativas, ante la imposibilidad de que un vecino pueda hacerle el favor de comprarle la balita de gas o de disfrutar la estancia en establecimientos gastronómicos o de servicios en los cuales sólo admiten la vía electrónica para liquidar las cuentas.
La lista de trabas es extensa y diversa e incluye incluso la variante de venta a plazos, justa, sensible y bienvenida opción, pero el cliente no debería ser obligado a emplear el procedimiento cuando está en condiciones de liquidar totalmente el adeudo por artículos que sólo se expenden en las unidades disponibles para el caso.
Las trabas son dañinas no solo por el malestar que ocasionan y el descrédito que fomentan hacia las entidades estatales, sino también porque generan ilegalidades. Las personas quieren y necesitan resolver su problema, y existen quienes lo hacen a toda costa y a todo costo corrompiendo a empleados y funcionarios.
El asunto pasa por el desinterés de hacer bien las cosas, por la irreverencia ante al cliente, el sentido de pertenencia que cada quien sienta por lo que hace, la idoneidad, el control y la exigencia de los directivos.
Se trata no sólo de crear normativas que establezcan las reglas del juego, sino también de verificar sistemáticamente su cumplimentación. En esto sí coinciden mis reflexiones con las moralejas de “To´Ta´Bien” que indican romper con la indolencia, el automatismo y la insensibilidad, sacudir la inercia burocrática e incentivar la vocación de servidor público que debería de caracterizar a quienes realizan prestaciones de utilidad social.