Hombre de Vanguardia
- Por Isis Sanchez Galano
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La imagen llega como un beso suave, manantial desbordado de ternura, voluntad y optimismo ante la vida. Es saludo, gesto, sonrisa. Camilo rompía esquemas: lo mismo gastaba bromas como un niño, que con arma en la mano ponía fuera de órbita el campo de batalla.
Ese botón bisoño, ese bloque de indestructible granito, fue incapaz de lanzarle un strike a su jefe barbudo; llegó en el Granma y con destreza inimaginable capturó la estrella de Comandante sin proponérselo.
Con sencillez y modestia transformó el rostro agobiado por la guerra en fiesta de fantasías y carcajadas, como verdadero constructor de alegrías. Jamás pudieron mellar su espíritu y desafiante, miraba más allá de lo injusto, con el sueño de risas contagiosas y verdades reales.
Cada misión en la Sierra, cada ataque e invasión en el llano, nos devela la misma figura, la misma personalidad, el mismo hombre de Vanguardia, al Héroe de Yaguajay; al guerrillero diáfano, heroico, nacido en la cuna entrañable de la humildad del pueblo.
Fiel a Fidel; amigo entrañable del Che; este hombre de pueblo, es el suspiro del mar, ese mar que nunca quiso devolverlo; es el ocaso de una tarde; es el respeto de un pueblo entero cifrado en una flor que matiza cada octubre el ancho océano; es el nombre que estremece y vibra con cien fuegos: Camilo.
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