Más allá de Girón

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giron entrevistaEl Teniente Coronel de la reserva Ángel Rivero acumula varias anécdotas como combatiente en diferentes etapas de la Revolución. Foto de la autora
 
Al amanecer de esa noche ya se avistaban los barcos mercenarios. No estarían a más de tres kilómetros de la arena. Desde tu posición podría verse cualquier hombre sobre la cubierta. Solo contabas con unos pocos días de preparación militar y una noche entera de guardia. Y a esa hora, con los ojos llenos de arena y la cabeza de consignas; pensaste: “bueno, aquí hay que inmolarse”.

En ese momento tú no conociste el miedo. Ni tampoco los muchachos del batallón, esos que eran estudiantes, obreros o campesinos hasta unas semanas antes. Era su momento de hacer historia, porque coño, no habían podido alzarse por no tener la edad. Pero, según Fidel, la guerra de verdad empezaba después del ´59.

Por eso, no dudaste en dar tu paso al frente, aun cuando la gente del Partido dijo que se te iba a acabar el pan de piquito. No podía ser de otra manera. Eras miembro de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, fundador de las Milicias Nacionales Revolucionarias y militante del Partido Socialista Popular (PSP).

A tus 20 años tenías un trabajo cómodo en Palma Soriano, como funcionario del periódico “Hoy”, órgano del PSP. Tenías salario, alojamiento, hasta un carro para trabajar.Pero tenías, sobre todo, las ganas de hacer historia.

Lo único que te dijeron fue eso: “Ustedes van en representación del Partido. Los últimos en llegar, después de la guerra, tienen que ser ustedes. Regresarán aquí con la bandera roja ripiá, con los zapatos ripiaos o sin zapatos, pero llegan”.

Te fuiste a Minas de Frío, en la Sierra Maestra. Allí, donde prácticamente el Ejército Rebelde se había preparado para la contienda, el Che dirigió la escuela en la que te formabas como futuro oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Los entrenamientos eran rigurosos. Vivir en campaña. Subir al Pico Turquino. Escasez de alimento, de agua. Mucha gente viró. No soportaron el entrenamiento. Pero tú no. Como enviado del PSP sabías que no podías regresar. Y eso que después se incorporaron más tareas, como hacer operaciones de limpieza de los alzados que había en la Sierra Maestra.

También tuviste que hablar mucho con los campesinos de la zona, influenciados por la propaganda de los contrarrevolucionarios. Ellos les decían que el comunismo era hambre y que le iban a quitar la patria potestad de los hijos, los iban a mandar para la Unión Soviética y se los devolverían enlatados. Los campesinos tenían horror.

En esa etapa salió un libro que se llama “El hombre y el Socialismo en Cuba, que no era muy gordo. Era un libro sencillo que cualquiera lo podía leer. Con ese texto hacías ese trabajo.

A finales de marzo de 1961, llegaría una de las últimas pruebas. Fue una marcha que debían hacer desde la misma Sierra Maestra, pasando del Caney de las Mercedes a Bayamo, Cauto Cristo, hasta Holguín.

Fue a pie con todos los equipo de campaña.Mochila. Hamaca. Frazada. Cantimplora. El fusil FAL, de los pocos que quedaron tras la explosión del vapor La Coubre. Aquellos fusiles pesaban como 6 kilogramos y a la vuelta de una decena de kilómetros, parecía el doble o el triple.

Tú sabías cómo prepararse para una caminata. Las botas ni muy apretadas ni muy grandes. Medias gruesas.Uñas acertadamente recortadas. Y así hiciste la travesía, ayudando al compañero con su fusil, porque ya no podía más y también al oficial que venía en frente, porque los pies no le resistían.

Al llegar a Holguín hicieron campamento en el 71. No hubo pase. Rápidamente te trasladaron para el puerto de Antilla. Cogieron un pequeño barco en el que estaban como sardina en lata. Cuando el barquito cogió la mar, al poco rato estaba la gente mareada y vomitando. Allí no se podía sentar nadie.

La travesía duraría como cinco o seis horas. Destino: Moa. Allí estaba una de las dos escuelas de responsables de milicias del país. La otra era en Matanzas. Se había dado un curso ya y tú formarías parte del segundo.

Te sometiste a un fuerte entrenamiento militar. La infantería era terrible. Usualmente hacían una o dos horas al mediodía, cuando parecía que el níquel estaba sobre el terreno.
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Todo siguió así hasta el mismo 15 de abril de 1961. Ese día era tu guardia en la dirección de la escuela, entre el olor a sudor del uniforme y de grasa de tu fusil checo DR 2. Eran como las cinco de la mañana cuando supiste. Los norteamericanos bombardeaban el aeropuerto de Santiago de Cuba.

Te formaron en un grupo de respuesta rápida. Con el pelotón pasaste pantanos en balsas rústicas y peinaste dientes de perro del litoral, en búsqueda de una posible infiltración enemiga. Sabías que ese territorio de la zona de Baracoa estaba muy pegado a la base naval de Guantánamo, centro de apoyo para los grupos contrarrevolucionarios.

Por suerte, no encontraste nada. Regresaste a la escuela con el pelotón y te incorporaste a la unidad a la que pertenecías. Ese mismo día saliste a ocupar la zona de defensa. Te situaron en un lugar llamado Taco Bay, por Yamanigüey, cerca de Baracoa.

En esa zona de serranía costera nadie podía imaginarse que había un chalet como aquel, a la altura de una ciudad moderna. La casa estaba ocupada por dos norteamericanos, uno joven y otro viejo. Era de cristales y, como daba al mar, podía convertirse en un faro y mandar señales lumínicas.

Tú dirigías una escuadra de siete hombres y la misión era vigilar la casa. La otra tarea era rastrear la costa para evitar la entrada de hombres ranas.

Pasó la noche y, al amanecer, avistaste los barcos mercenarios. Estabas desprotegido junto a tu batallón, sin lomas ni parapetos donde refugiarse, sin artillería para enfrentar un desembarco. Pero allí había que inmolarse. Aquella juventud, de la que eras parte, estaba imbuida en el fervor de luchar y jugar su papel. Y realmente jugó duro. La historia demostró que muchos de esos combatientes llegaron a ser altos oficiales de las Fuerzas Armadas.

No sabrías decir si esas fueron las naves que desembarcaron en Girón  y su presencia en la costa norte oriental era una estrategia para atraer las tropas revolucionarias a esta zona y desconcentrar las fuerzas del verdadero lugar del ataque. Pero sí sabes que la algarabía fue absoluta el día de la victoria, aquel 19 de abril. Hasta los norteamericanos del chalet celebraron con ustedes.

El curso en Moa no terminó, pero sí el de Jefes de Pelotones allá en Palma Soriano. Te dieron hasta un diploma con la firma de Fidel que tú, Ángel Rivero Ferrer, Teniente Coronel (R), conservas con orgullo en la sala de tu casa y te trae de vuelta a los recuerdos que compartes a tus 78 años.
Rosana Rivero Ricardo
Author: Rosana Rivero Ricardo
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Rosana Rivero Ricardo. Periodista 25 horas al día. Amante de las lenguas... extranjeras, por supuesto. Escribo de todo, porque “la cultura no tiene momento fijo

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Comentarios  

# Eliades Hidalgo Torres 11-04-2019 15:07
Rosana, gracias por traernos esta historia y mucho más cuando se trata de alguien que fue mi compañero de trabajo. Su trabajo lo leí completo. El Teniente Coronel Rivero fue Jefe de Transporte de la UM 3367. Ahí fue donde nos conocimos. Buen compañero. Por cierto hace rato que no lo veo. Saludos para él. Gracias.
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# Rosana Rivero 15-04-2019 09:38
Gracias Eliades por su comentario. Ojalá tuviera mucho tiempo para develar los relatos de cientos de combatientes como el Teniente Coronel Rivero. Hay muchas historias por contar. Sus saludos serán dados.
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# VENTURA CARBALLIDO PUPO 12-04-2019 07:27
La autora marca una ejemplar pasión, --a juzgar por sus trabajos periodísticos,-- con la cultura y la historia; ambos elementos están unido por el mismo cordón umbilical. La Felicito por salvar facetas interesantes de protagonistas de las cuales en alguna media tuve protagonismo. Fidel sobre los hechos históricos expresó: “la historia es (…) objeto de tantas y tan diversas interpretaciones y puntos de vista (…). Me parece que lo más que puede producirse son aproximaciones a los acontecimientos de la vida del hombre y de los hombres”. Sin embargo, sin faltaron algunas cosas en este brillante relato, es porque el combatiente no lo aportó; como fue cuando con el Comandante Aldo Santamaría Cuadrados al frente, participamos en la primera limpia contra bandidos, en la búsqueda del capitán el Ejército Rebelde Beatón que asesino a Cristino Naranjo en la Sierra Maestra y cuando tuvimos que cargar loma arriba materiales constructivos para mejorar la estructura de la escula de Minas del Frio.
Seguiré comentando; me encanta este trabajo ;Saludos Rosana
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# VENTURA CARBALLIDO PUPO 12-04-2019 17:48
SOBRE LA ESCUELA DE MOA DONDE ESTUVO EL COMBATIENTE, EXPONGO LO SIGUIENEn el caso del Oriente Cubano, bajo el mando de Raúl Cas-tro, cuando el Co-mandante le impartió aquella orden, inmortalizada como frase popular cuando le dijo: Vete para Oriente que si salva ese te-rritorio estará salvada la Revolución, se comenzó un trabajo de organización y preparación de los batallones milicianos.

Se crearon diversas escuelas como San Pedrito en Santiago de Cuba, Güirabo en Holguín, y otra en Moa, esta última con-vertida posteriormente en la Escuela de Formación de Oficia-les de Milicias, donde salieron importantes cuadros del Ejército Oriental. Para preparar a los cuadros de mandos de los batallones de
milicias nació con mucha fuerza la Escuela de Oficiales de Mili-cias de Matanzas, con el general José Ramón Fernández Álvarez al frente, que hicieron historia en las arenas de Playa Girón du-rante el artero ataque mercenario de abril de 1961. Obedecien-do a la misma estrategia de lograr jefes preparados en la técnica militar, surgió el 7 de enero de 1961, la Escuela de Oficiales de Milicia Pedro Soto Alba en Moa. Antes de esta fecha, cumplien-do con las indicaciones del Comandante en Jefe Fidel Castro y del Ministro Raúl Castro, los alumnos preseleccionados fueron sometidos, en la Sierra Maestra, a una fuerte preparación física, con el reto de escalar como mínimo tres veces al Pico Turquino, u otros recorridos que tenían que hacer desde las Vegas de Jiba-coa hasta Minas de Frío cargando materiales de construcción y otros avituallamientos; requería someterse a un gran esfuerzo.
Antes de partir para el campamento Cansay, en la referida zona minera de Moa, actual provincia de Holguín, esta pléyade de jóvenes aspirantes a cuadros de mando de las milicias y de las Fuerzas Armadas después, hicieron la proeza de emprender un recorrido desde la Sierra Maestra, Vegas de Jibacoa hasta la propia Ciudad de los Parques. Luego continuaron su preparación con un internado en el Instituto Técnico de Holguín; desde el Puerto de Antilla, partieron posteriormente. A bordo de una pa-tana fueron trasportados hasta Moa, para de esta forma dar continuidad al resto del programa que los convertiría en oficiales de las Milicias Nacionales Revolucionarias.
Como instructores o profesores captaron a alumnos de la Escuela de Cadetes, soldados del derrotado gobierno que se incorporaron al Ejército Rebelde durante la gesta libertaria o militares que el primero de enero de 1959 estaban detenidos o presos por discrepar con la derrotada dictadura, y algunos com-batientes rebeldes.

Significamos que, tanto la formación miliciana y sus batallo-nes de combates como esta escuela de Moa, fueron monitorea-das sistemáticamente por el Comandante Raúl Castro Ruz, y en los pasos previos del proceso, en sus principios esenciales, se tuvo en cuenta la selección del personal que se sometería a un régimen de estudios militares, sobre la base de la voluntariedad y selectividad, según los territorios y sus características.
Esta fuerza voluntaria del pueblo estaba dispuesta a todo por defender sus conquistas frente a las amenazas y los peligros de agresión del Gobierno de los Estados Unidos. Así comenzó el entrenamiento militar a obreros, campesinos, profesionales —hombres y mujeres— convertidos en soldados, quienes se in-tegraron de diferentes maneras como excelente cantera para nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Durante el segundo semestre de 1960, el archipiélago cuba-no, y en especial la provincia de Oriente, se convirtieron en una gigantesca escuela de combatientes revolucionarios.
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