Enaltecer la Nación y la Patria: Continuidad histórica
- Por Ms.C. Paul Sarmiento Blanco
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El 24 de Febrero es una fecha memorable en la historia de la nación cubana. Ese día de 1895 los cubanos reiniciaron la lucha por la independencia contra el colonialismo español. En aquel contexto, las generaciones de cubanos que optaron por la vía armada para desatarse del nudo colonial develaron el ideal de continuidad que había iniciado Carlos Manuel de Céspedes en Demajagua en 1868.
Realmente, para su época, varios sectores sociales de cubanos –que no eran minoritarios –sintieron la necesidad de concebir el 24, como reinicio de una gesta que ya era denominada como Revolución.
Ese concepto ya estaba afianzado sobre el ideal de los hombres que desde Baire, Bayate, La Lombriz, Loma del Gato, Mala Noche, Guantánamo y otras regiones del país, como Ibarra, en Matanzas, acudieron al llamado de José Martí para seguir perfilando los contornos de nuestra nación.
Hombres como Pedro “Periquito” Pérez, Guillermo Moncada, Josè Miró Argenter, Bartolomé Maso, Julio Sanguily, Martin Marrero, Pedro Betancourt y Juan Gualberto Gómez decidieron apelar al patriotismo nacionalista de lo más puro y noble de los cubanos en aquellos momentos.
Para Martí era imprescindible arrancarle a la Metrópoli la libertad de Cuba, en un escenario donde ya se había forjado una tradición de lucha.
El 24 de febrero de 1895 era la fecha indicada para quienes dentro de Cuba y fuera se estaban preparando para la Revolución que, al decir de Martí –era concebida como una guerra generosa y breve –momento esencial en la construcción de nuestra Patria y en la forja de la Nación.
Es imprescindible comentar que muchos políticos, periodistas e historiadores en aquel contexto acuñaron el sello de la jornada como Grito de Baire, porque fue en este poblado pequeño, perteneciente en aquella época al término municipal de Jiguaní, donde se alzaron varios patriotas.
Esa denominación de Grito de Baire incluso fue para darle un sentido autonomista y no independentista, porque incluso, en 1896, un periodista español, Manuel Aznar, aclaró que las principales figuras nunca se pronunciaron por la autonomía.
No obstante, es sano aclarar que otros poblados mencionados anteriormente también acudieron al llamado de la Patria. Por consiguiente, la mayor grandeza del Apóstol fue su sabiduría de limar asperezas y aglutinar, a pesar de la diversidad de opiniones dentro del campo revolucionario. El alzamiento del 24 de febrero fue por tanto una apuesta por la unidad dentro de la diversidad del pensamiento independentista.
Ese día se gestó, en términos de pensamiento en la compleja controversia entre el independentismo y el autonomismo. El ideal autonomista en Cuba estaba presente en los ciclos del pensamiento reformista cubano de finales del siglo XIX. Le debe su existencia a la misma Guerra de los Diez Años. Después de una Revolución, las cosas no quedan igual en ningún contexto.
En esas circunstancias, Martí buscó la unidad de todos e hizo gala de ese espíritu unitario en un lento, sano y radical diálogo con las corrientes de pensamiento contrarias a la independencia. Por consiguiente, posterior a los alzamientos del 24 de febrero primó la radicalidad del pensamiento.
La Revolución del 95, como fue denominada, además, por historiadores republicanos antes de 1959, gestó un pensamiento republicano y afincó los ideales constitucionales de la contemporaneidad cubana.
El ideal del 24 de febrero forjó una conciencia ciudadana y militar. No debe soslayarse en este análisis que durante la llamada república neocolonial (1902/1958) muchos políticos honestos, historiadores, intelectuales, basados en la objetividad histórica-en muchas oportunidades –enaltecieron el valor de la fecha como pedestal de la continuidad revolucionaria.
Pero posterior al triunfo revolucionario de enero del 59, los historiadores, pensadores e intelectuales comprometidos con el ideal de unidad asumimos el significado de este día como símbolo de movilización hacia el futuro, hacia el respeto de los ideales de constitucionalidad y respeto al derecho de continuar edificando la Nación y la Patria que soñaron los hombres del 95, una Cuba verdaderamente independiente y soberana.