Doctor David Quevedo, eterno optimista
- Por Lourdes Pichs Rodríguez
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El doctor David Quevedo González, especialista en Medicina Interna labora en el Servicio de Urgencias del Hospital Vladimir Ilich Lenin, de Holguín. Fotos: Heidi Calderón Sánchez.
Si hubiera que reconocerle su principal virtud, él opta por el optimismo. Esa actitud ante la vida lo ha hecho enfrentar y vencer las más difíciles encrucijadas impuestas por el día a día, y más, porque con su pensamiento positivo hace y disfruta lo que desde niño dijo sería, sin apenas saber hablar bien: médico.
Este jueves, a este eterno optimista lo sentamos e hicimos recordar desde sus orígenes campesinos, de los cuales siente orgullo y habla con desenfado; del Grupo 84 de la Unidad 5, de la IPVCE José Martí; la Universidad de Ciencias Médicas, la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), de la comunidad Yabagual, en lo más recóndito de Sagua de Tánamo; Venezuela; la familia, para él “lo más sagrado y reconfortante” hasta del lugar donde nació hace 38 años, un 20 de octubre y a donde regresó en el tercer año de la carrera de Medicina y desde ese momento dijo, que le gustaría trabajar allí: el hospital universitario Vladimir Ilich Lenin.
No es muy dado a decir mucho de su persona. Hay que “cuquearlo” una y otra vez. Pero como observara la colega Heidi, él irradia energía positiva, la que aprovechamos para acercarnos, poco a poco, al doctor David Quevedo González, especialista de Primer Grado en Medicina Interna, a quien hace cinco años, por lo regular, siempre lo encontrarán al lado de las camas de los pacientes de la Sala de Observaciones, del Cuerpo de Guardia.
Pero antes de llegar a este lugar, donde el trabajo es muy fuerte, de mucha consagración para cualquiera de los que allí labora, sobre todo en los dos últimos años por la COVID-19, David disfrutó de una infancia feliz junto a sus padres, ambos pedagogos y de los cuales se siente deudor todos los días, porque además de darle la vida, han sido su manantial de sabiduría. Ella hasta fue su maestra de primero a cuarto grado y él, es “lo que yo quiero ser cuando sea grande”. Ambos siguen ahí a su lado, siempre como referencia de lo bien hecho.
Así, con este galeno se cumple el viejo adagio de que “el buen hijo, es buen esposo, buen padre…”, que no lo dice él, sino muchas personas que lo conocen y no reparan en ser testigos de su amor y entrega hacia su compañera de la vida, la joven Karina, psicóloga del hospital pediátrico y de sus pequeños niños de siete y un año de edad, los David, con los cuales perpetúa su nombre.
Con esa familia de la que salió y la formada por él como soporte, este doctor fiel a los consejos de Esculapio y al de sus profesores a lo largo de la carrera, primero para hacerse médico, después especialista en Medicina General Integral y en Medicina Interna, no ha reparado en estar donde hayan sido más necesarios sus conocimientos.
Al graduarse en 2008, fue como parte del movimiento Mario Muñoz Monroy a cumplir el servicio social en una intrincada comunidad del Plan Turquino, en Sagua de Tánamo, Yabagual, donde en ese momento no había electricidad-ya hoy sus más de 400 vecinos disfrutan de ese servicio-lugar que para recorrerlo y poder visitar a sus pacientes lo hacía en una mula.
“Esa es una de las experiencias más lindas de mi vida. Allí conocí a las personas mejores del mundo; gente humilde, sincera, bondadosa y sana, que me acogió como a un hijo y como tal me abrieron la puertas de sus casas y de su corazón”, recuerda.
Asegura que esta fue una escuela, como también su misión internacionalista en Venezuela, donde durante dos años estuvo al frente del segundo CDI más grande del estado de Carabobo con apenas 26 años de edad y allí sufrió como miles el fallecimiento del Comandante Hugo Chávez, vivió las elecciones para presidente de Nicolás Maduro, los cacerolazos, las cruentas acciones de la oposición y sintió también como suyos, los problemas de cada uno sus pacientes.
Después de dos años fuera de casa y de nuevo en Holguín, tenía dos objetivos bien concretos: hacer Medicina Interna y trabajar en el hospital Lenin. “Sabía que la especialidad iba a ser muy dura, no solo difícil para la formación profesional, sino también después en el desempeño laboral, porque esta especialidad es la que generaliza a todas las otras. El médico tiene que estudiar de manera integral al paciente, diagnostica y también contribuye a prever enfermedades”.
Confiesa que siempre le gustó la clínica, las quirúrgicas las respeta mucho. “Soñé primero con ser neurólogo, pero no pudo ser. Hoy no me arrepiento en lo que me formé con excelentes profesores. A todos les debo algo, pero hubo uno que me enseñó y así lo trato ahora de trasmitir a mis alumnos, de cuando veo a un paciente, ese es mi papá; si es una mujer, esa es mi madre; al joven como mi hermano y de esta manera cada uno lo siento y atiendo como el familiar más querido, por quien haría hasta lo último, por aliviar su dolor, curarlo, salvarle la vida”, afirma.
Ya son cinco años los vencidos por el doctor David en la Sala de Observaciones, del Cuerpo de Guardia, “donde cualquier día y hora son tensos, fuertes para todos los que trabajamos allí, porque no es un cubículo común, es un área hacia donde derivan las urgencias de pacientes que llegan con diferentes tipos de enfermedades y a los cuales debe atenderse con rapidez, pues si no actúas con la diligencia requerida puede existir un desenlace fatal”.
Si normalmente ese servicio es así, ni imaginar cuál ha sido la presión y dinámica de trabajo para el colectivo de ese Servicio desde marzo de 2020, más al saber que el hospital Lenin durante meses ha asumido todas las urgencias del municipio de Holguín al convertir al clínico quirúrgico Lucía Íñiguez en centro especializado para la COVID-19.
En la capacidad del doctor Quevedo para asumir ese reto no se dudó, como tan poco para que representara, como especialista en Medicina Interna, al “Lenin” en el equipo multidisciplinario que laboró en villa El Cocal, en la atención de los primeros pacientes diagnosticados en la provincia con el SARS-CoV-2.
“Allí estudiamos y reportamos al primer portador del nuevo coronavirus que tuvo Holguín, aunque importado. Recuerdo que fue un turista canadiense de 57 años de edad, pero todo funcionó como estaba establecido por protocolo, lo cual permitió que a pesar de enfrentarnos a algo totalmente desconocido no existiera percance alguno y en esta tarea permanecimos 14 días, para de ahí salir al aislamiento”.
Lo que no nos dijo el doctor fue que ni tener a su esposa recién parida, de apenas 15 días, de su segundo hijo, lo hizo dudar en dar su disposición de estar donde fuera más necesario, lo cual ha hecho desde que decidió estudiar Medicina.
Luego de esa excepcional experiencia, sabía que de tocarle similar tarea médica en el hospital Lenin, se requeriría de mucha consagración y ante todo de no violar ninguna medida. Hasta hora, él es el único de su sala que no ha padecido la COVID-19, aunque la batalla ha sido bien dura, porque si en un momento en la institución se previó la atención de todas las urgencias menos a los pacientes positivos, cuando el rebrote en su pico más alto, asumieron a todo enfermo requerido de cuidados.
“El hospital Lenin se creció y el Servicio de Urgencia fue líder en la asistencia médica, pues nunca hubo límite para la sala y mucho menos para ver, diagnosticar, aliviar sufrimientos. Vencimos jornadas duras, muy duras para todos, porque nunca habíamos enfrentado algo tan terrible, casi nos vimos sin recursos indispensables para llegar a todos, como cuando el déficit de oxígeno y hubo que protagonizar proezas desde la máxima dirección hasta el último trabajador”.
Recuerda de apoco y se nota que le duelen esos días de agosto. Sugerimos hable de esa escuela, que dice es para él el “Lenin”. No caben dudas que lo es, porque su semblante cambia y afirma sin titubear: “En el plano profesional, es una de las instituciones de salud más grandes y de inigualable valor, donde se trabaja con mayor sacrificio y amor”.
“La gran mayoría de los que nos hemos formado aquí siempre agradecemos haber pasado esta escuela, porque en este centro hay conocimiento y ante todo te inculcan humanismo, a ser mejor profesional y persona cada día, a sentir al paciente como parte tuya. Así lo creo yo y de esa manera he tratado de servir en mi corto paso por esta institución de 56 años”.
No se equivoca el doctor David, porque de esa manera lo ven sus amigos, colegas y pacientes, para quién él es: “un gran ser humano, no te importa ni el tiempo ni las horas que dedicas a los enfermos, con poco haces mucho”, “el médico que soñamos; maravilloso y excelente profesional”, “ejemplo de sencillez, amor a su familia, así como incondicional amigo y hermano”, “gran ser humano que no equivocó de profesión, al escoger la más apropiada para servir a los demás”…
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Comentarios
Muchas felicidades Doctor. Mereces todo el aprecio y la admiración d todos los q t conocemos.