Keilin, niña favorecida por atención escolar ambulatoria
- Por Yanela Ruiz y Adrián Hernández
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Fotos: Adrián Hernández, periodista de Radio Mayarí
Un post en la red social de Facebook la visibilizó al mundo, uniformada de rojo y blanco, con su maestra al lado, en pleno proceso docente. A sus once años de edad Keilin Yeilin Pausada desconoce la dinámica de un aula común.
Dificultades psicomotoras causadas por un trastorno congénito del movimiento le impiden el traslado a la escuela de su comunidad, sin embargo no ha dejado de recibir sus clases, aun en medio de la compleja situación epidemiológica causada por la COVID-19.
Hay historias de vida que conmueven y otras, como la de Keilin, resultan lecciones de crecimiento ante los caprichos o accidentes de la naturaleza.
Cuando la pequeña estuvo próxima a la edad escolar un equipo multidisciplinario del Centro de Diagnóstico y Orientación (CDO), compuesto por varios especialistas, entre ellos expertos de Educación y Salud, determinó la imposibilidad de que pudiera asistir a la escuela primaria de la enseñanza general como está establecido.
Ello supuso buscar alternativas que posibilitaran la instrucción de la niña y favoreciera la atención a sus necesidades educativas especiales.
“De esta manera llegó hasta su casa la maestra ambulatoria, una modalidad de atención escolar que ofrece el sistema de enseñanza en Cuba para que, en condiciones del hogar, reciba los conocimientos”, comenta Teófilo Beatón Medina, metodólogo del nivel educativo Especial en el municipio de Mayarí, quien agrega que otros 20 niños en el territorio son atendidos por esta vía, en la que se desempeñan nueve docentes.
Pero Keilin tiene otros privilegios propiciados por sus propios familiares, implicados de una manera activa en el proceso escolar de la niña y en estrecho vínculo con la escuela, lo que ha favorecido un mejor desempeño de la pionera.
En su natal barrio del Pilón, del Consejo Popular de Cajimaya, a siete kilómetros de la cabecera municipal, Keilin tiene su propia aula, una muy singular que resultó del esfuerzo de su familia, especialmente de su abuelo, quien se encargó de propiciar el espacio físico, el “templo sagrado” para ella y su maestra, donde aprende a leer y escribir, entre otras enseñanzas, que solo un docente logra.
La peculiar construcción se sustenta en tablas de palma y otros materiales del entorno campestre, que confluyen de forma armónica y natural. El aula posee pizarra, tizas, alfabeto, libros básicos para la enseñanza, representaciones de los atributos y símbolos nacionales y el busto de José Martí ofrece la bienvenida.
Keilin junto a su maestra Martha Chacón
“Ante la limitante de asistir a la escuela, me di a la tarea de facilitarle un local en el que, tanto ella como la maestra, se sintieran plenas para el desarrollo de las clases. Realmente con esfuerzo y confianza en la Revolución construimos el aula. Nos ayudaron con todos los medios, mesa, silla, pizarra, los elementos que se requieren para el proceso de enseñanza- aprendizaje”, comenta el abuelo Deliz Zapata Pérez.
Con orgullo habla de cómo la nieta puede realizarse, gracias a las bondades del sistema, pues “en nuestro país no se desampara a nadie”, dice. “Es también el fruto de nuestros modestos esfuerzos y el de la maestra que con bastante sacrificio tiene que trasladarse diez kilómetros para llegar hasta aquí”, agrega.
Con 43 años de experiencia en la labor pedagógica, la Licenciada en Educación Especial Martha Medina Chacón asumió el reto y dos veces por semana asiste al encuentro con Keilin.
“Es una niña que no puede asistir a la escuela, pero con grandes posibilidades de aprender en el hogar. Poco a poco ella se incorpora y asimila los objetivos que se requieren vencer en su etapa”, afirma.
Feliz de poder desempeñarse en la enseñanza especial, la maestra Martha refiere el placer de llevar la luz de los conocimientos con amor y cariño a la niña. Aunque supone un gran reto enseñarle a leer y escribir le regocija aportar a su oportunidad de integrarse a una vida social activa.
Mientras que Yadira, agradecida del beneficio que recibe su hija, pondera la dedicación y consagración de la maestra Martha, pues a pesar de las dificultades causadas por la COVID-19 y de las limitantes en la transportación en particular, no deja de asistir a la clase con Keilin y ha sido muy importante en su educación de forma general.
Con la pasión que caracteriza a las abuelas, Raquel aplaude los avances de la pequeña, algo que se debe también a la preocupación no solo de su maestra, sino del colectivo de la escuela especial José Martí, a donde pertenece Martha, siempre al tanto de lo que necesita.
Y como para reafirmar lo dicho por los adultos, la protagonista de estas líneas manifiesta: “He aprendido a leer y a escribir, los colores y juegos. Quiero mucho a mi maestra y mi deseo es que me siga enseñando”.
Motivos para que Keilin, lejos de echarse a llorar sonría, porque su día no culmina sin aprender algo nuevo y eso se lo debe a la familia y a su maestra Martha.