Taimazova, reivindicando al Judo Olímpico
- Por Ania Fernández Torres
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Seguramente desde algún modesto lugar en el imponente Nippon Budokán, de Tokio, donde actuaron 193 mujeres y similar cantidad de hombres desde el 24 hasta hoy 30 de julio, Jigoro Kano fundador de la escuela Kodokán en 1882, reverenció la actuación de la rusa Madina Taimazova, quien se llevó la medalla de bronce en la categoría menos de 70 kilogramos.
Fue el mayor ejercicio de voluntad efectuado por una judoca en años, que regaló al público una especie de reivindicación de este hermoso deporte. La rusa protagonizó dos récords consecutivos, el del combate más largo en Juegos desde Múnich 1972, primero ante la brasileña María Lourdes Portela, que duró 14 minutos y 58 segundos, y después en las semifinales contra la japonesa Arai, que era una roca, de 16 minutos y 41 segundos.
La imagen de Taimazova le ha dado la vuelta al mundo y las redes sociales han alabado el aguante y el bronce logrado por ella, sobre todo en el estado físico en el que se encontraba, la zona superior del ojo derecho morada, inflamada, con marcas de arañazos enrojecidos cerca del cuello y un brazo casi descompuesto por la presión de la campeona mundial japonesa Chizuro Arai.
Pensé, no va a salir a pelear el bronce, es que no puede, pero la judoca despeinada estaba ahí, sin concebir la derrota, aunque la rival se le viniera encima en busca del contacto con los lugares maltratados de su cuerpo. Guapa y de frente siempre a su contraria, fajada hasta que las fuerzas le dieron e incluso un poco más.
Sin embargo, los cambios y ajustes en los reglamentos de esta disciplina, han generado polémica, pues transforman la práctica del judo, caracterizado por ser bien estricto con los tiempos de ejecución y la presencia proactiva de los árbitros y jueces. Las muestras: decenas de combates se fueron a la Regla de Oro, cuando hay equivalencia de puntos entre los contendientes y concluyen los cuatro minutos oficiales de combate.
Estas modificaciones buscan fomentar un judo más agresivo y ofensivo y hacer que los combates sean más emocionantes, al menos en el caso de la Taimazova se logró con creces, pero en otros fue un poco de lo mismo, atletas moviéndose de aquí allá sobre el tatami, sin mostrar explosividad y ejecutoria técnica brillante, algo fundamental en un deporte nacido de las milenarias artes marciales de Japón.
Si resultan muy positivos y valiosos para este deporte las adaptaciones sobre las formas de puntuación, seguridad, ataques y contraataques, el control en el ne-waza (combate a nivel del suelo), los agarres, y las penalizaciones o los shidos, pero que deben ser aplicados sin dejar espacio a la pasividad, algo que conspira contra la espectacularidad y la acción inteligente y rápida que caracteriza al judo.
Para mí, junto a la actuación de las nuestras que también tuvieron su alta cuota del llamado “Camino de Suavidad”, quedará para siempre esa imagen desecha, pero feliz de la Taimazova, que transmitió la idea de una mujer valerosa, que domina el difícil arte de derribar al oponente usando su propia fuerza y no la coreografía engañosa de un baile.
Para ganar se fue la rusa a las Olimpiadas y por supuesto se adjudicó su medalla. Mientras continuamos en el disfrute de los juegos, a la espera de nuestra cosecha olímpica (que, seguramente, ha de crecer con el Boxeo) con ese espíritu de amor y grandeza que da el deporte, quedémonos con ese nombre: Madina Taimazova, porque esta atleta tiene para más y de seguro lo mostrará en otras lides.
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