El Portazo en el Satiricón: “No puedo, tengo vodevil”
- Por Anyi Romera / Estudiante de Periodismo
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Fotos de la autora
Hay muchas formas de hacer teatro, y muchas formas de llevar a las personas a consumirlo. Llegar a El Portazo es llegar al carnaval que no se ha hecho jamás en Cuba: una fiesta limpia, de lentejuelas y maquillajes estrambóticos donde uno se siente libre de pensar, de amar y de bailar como se quiera.
El regreso del grupo matancero a Holguín, en la VIII edición del Festival de Humor para jóvenes Satiricón, no es más que su reunión con este público que ya les conoce, les busca, y ha tenido la dicha de ser la tercera plaza teatral en disfrutar de su repertorio completo.
Luego de tres años sin verles, su audiencia holguinera subió a tropel a la sala Alberto Dávalos del Teatro Eddy Suñol, dejando bien claro que en el oriental territorio se consume, se quiere y se necesita teatro. Ya dentro, un sofá en forma de L, una barra con botellas vacías, una pantalla al fondo y luces en el piso, son la escenografía de lo que será un espectáculo rimbombante, kitsh, único.
“No puedo, tengo ensayo” es una pieza extremadamente visual y cargada de referentes actuales. Dichos referentes aparentan un batiburrillo inconexo, de cuya diégesis forma parte el espectador, pues conoce estos referentes los asume, y pasa a ser parte muda de la obra. La sobriedad de la escena es contrarrestada por el maquillaje llamativo y los cambios de vestuario, el cual va hacia personajes que son fácilmente reconocibles para quienes observan como Mario y Luigi, de los videojuegos, las princesas de Disney y arquetipos religiosos.
La relación que hay entre ejecutantes y espectadores propició el éxito de la comedia en la Ciudad de los Parques. La obra que se presentó este martes 22 y miércoles 23 en cartelera trabaja con tres elencos que cambian constantemente, la puesta tres tiene cuadros con dos intermedios que bajan al público de sus lunetas y lo unen a los actores y al escenario. El público fue, la vivió, la gozó y salió conforme de una sala en la que no se habla de política e intenta reconstruir lo que hicieron Marie, Liza y Susana en la despedida de soltera de esta última.
El cabaret político propuesto, es lo más semejante al bufo que tenemos en la escena cubana actual. La sátira, el choteo perenne, el tratamiento de temas esenciales como el referéndum del Código de las familias o la lucha contra la violencia de género se desenvuelven es esta pieza, totalmente bretchiana, sin cuarta pared y donde el público sabe que eso es una ficción y la comprende a través de signos que operan en el inconsciente y provocan el reconocimiento del espectador como parte del proceso escénico. La pantalla del fondo funcionó como plataforma transmedial, para exhibir dispositivos no teatrales (animaciones, comerciales, karaoke) que influyen en el proceso y asemejan el espectáculo con la generación para la que está hecho.
Los actores se desenvuelven con suma naturalidad e histrionismo, todos son jóvenes y hacen uso de la mueca y de movimientos corporales exagerados para aportar a la estética rocambolesca que poseen (ellos y la pieza teatral). Utilizan también canciones, en su mayoría del repertorio cubano, y que son interpretadas en vivo, maravillosamente. Debe exaltarse la capacidad coral de todos, la compenetración y la exactitud de las coreografías. La sinceridad de las interpretaciones demuestran talento, estudio y una excelente dirección de actores. Algunos de los nombres que pasaron por la escena son: María Laura Germán, Daniel Triana, Neisy Alpízar, William Quintana, Eugenio Torroella, Andrea Doimeadiós, Danay Cruz, David Pereira, Adrián Bonilla, Alejandro Castellón y Raudelis Torres.
La función de este miércoles acogió como invitado especial al humorista Kike Quiñones que, vestido con un osito de peluche, recibió la calidez de un público que le admira.
Los asistentes también fueron, en su mayoría, jóvenes que sabían bien todo de lo que se hablaba. La institución teatral, debido a lo apretado del festival, no pudo ofrecer la sala Raúl Camayd, pero seguramente se habría abarrotado. Por otra parte, se ha de ser cauteloso con el rango de edad que promueven los carteles, pues en el caso de “No puedo…” se precisaba que era “para todas las edades”, sin embargo este espectáculo por su naturaleza cabaretera, no es precisamente la obra más idónea a la que llevar niños.
Pedro Franco, director del grupo, comentó que parte del público holguinero ha crecido junto a ellos, por el hecho de haber asistido a todos sus espectáculos.
Aclaró que El Portazo es un grupo de teatro dramático que incursiona en el humor a través de esta comedia. “Creo que la obra ha tenido aceptación por los niveles de lectura que tiene el público de Holguín en cuanto al humor. Básicamente son altas nuestras expectativas. Es un producto que puede funcionar en la Dávalos aunque me gustaría mucho haberla presentado en la Camayd”. Por su parte, el actor Daniel Triana comentó que sabía que habría entendimiento con la puesta, pues a pesar de que a priori, puede parecer un público conservador que espera algo “ceremonial”, realmente conoce la estética de El Portazo y quiere ser sorprendido.
A la salida del teatro se repetían las canciones, y los chistes, volvía la energía que emana del “Suñol” cuando alberga un sentimiento en común: la pasión por el teatro y las ansias de que Holguín regrese a ser la plaza artística que la reconoce como Capital del Arte Joven. Se sentía -y se siente- agradecimiento hacia El Portazo por siempre regresar, por traernos este vodevil, por tenernos en mente siempre. La tierra de “la Cruz” necesita teatro dramático, visitas, gente que devuelva la fe en la creación y que demuestre que esta generación no se ha perdido en el TikTok, esta generación de holguineros, mi generación, gritó con El Portazo ¡Viva la tierra que producía la caña! que sonaba a Cuba y a un ¡Que viva eternamente el teatro en Holguín!
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