La cultura en el primer apellido
- Por Claudia Patricia Domínguez
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Cuánta razón tenía nuestro José Martí cuando nos dijo, en cierta ocasión: “las cualidades de los padres quedan en el espíritu de los hijos, como quedan los dedos del niño en las alas de la fugitiva mariposa”.
La historia de estos tres hombres de la cultura holguinera confirman las palabras del Maestro. Ellos no necesitaron hacer valer su voluntad, les bastó el ejemplo y el cariño para impulsar a sus hijos en el camino de la vida.
Aquel guajirito, nacido en el batey de un central azucarero, que sería bautizado luego del triunfo de la Revolución Cubana, con el nombre de Chile, en las inmediaciones del municipio santiaguero de San Luis, no podría imaginar que, varias décadas después, esos mismos pasajes que atestiguaron su infancia serian -justamente-de los que más disfrutaría su hijo, cuando cámara en mano, se propone expresar sentimientos o evocar recuerdos.
Julio Méndez, pertenece a la primera generación de instructores de arte, que egresado de la especialidad de artes plásticas llegó, aun imberbe, hasta la localidad de Tacajó con el propósito de contribuir a formar el movimiento de artistas aficionados, desde ese momento, se forjó en él más allá del artista un promotor cultural por excelencia.
La opinión la comparte Pablo, el menor de sus hijos, camarógrafo de Tele Cristal y uno de los líderes del proyecto audiovisual Angulo Ancho: “debo a mi padre el ingreso al mundo de la cultura, crecí visitando el taller de grabados, rodeado de artistas de mucho prestigio, amigos de mi padre, de los que me nutrí culturalmente.
Y si la información genética influye, Pablito Méndez, como lo llaman sus amigos, tiene la cultura en su ADN por partida doble, pues si de su padre heredó el gusto por las artes visuales y su capacidad para soñar; Elena Guarch, su madre, arqueóloga, poetisa y fotógrafa, le dio la sensibilidad y seguridad que necesitaba para mantener su empeño de estudiar fotografía en la Universidad de las Artes, por muy tormentoso que fuese el proceso de ingreso, dado su incompatibilidad con las matemáticas.
Fotos: Carlos Rafael.
“Desde bien pequeño Pablo solía quedar embelesado mientras contemplaba las fotografías de su mamá, las cerámicas de la abuela o mis pinturas, y el doctor Guarch, desde entonces, me decía que él también iba a estar vinculado al sector de la cultura por la forma en la que era capaz de apreciar el arte”, recordó el actual presidente de la delegación holguinera de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba y argumentó que ser padre es de esas oportunidades de la vida que una persona no debería pasar por alto.
En los años ´60 Hipólito Velázquez se sumergía en los encantos de los telones y bambalinas, pasión que tiempo después impregnaría en toda su familia, pues desde su esposa Delia Fonseca, hasta la más pequeña de sus hijos, se han involucrado de alguna manera a las tablas.
Natural del poblado de Fray Benito, se vio obligado a abandonar su provincia natal durante la dictadura de Fulgencio Batista por sus labores como repartidor de propaganda clandestina, y marchó rumbo a La Habana, donde vivía su hermano, tramoyista del Ballet Alicia Alonso, que le enseñó el oficio.
Durante unos 10 años trabajó en muchos de los teatros capitalinos entre ellos el García Lorca, el Mella y el Martí con figuras de gran prestigio como Rosita Fornés, Armando Bianchi, Rita Montaner y Enrique Arredondo. Hasta que en el año 1966 regresó a Holguín para trabajar en el insigne Teatro Comandante Eddy Suñol por petición de Raúl Camayd.
Fue justo en ese momento cuando comenzó el hechizo, aseguró su hija Grisel, cantante y directora de la compañía de teatro infantil Ronda de los sueños, y comentó quesu primera escuela fue vivir durante 17 años en los altos del Teatro Lírico, donde las “nanas”de sus siestas eran los ensayos de la compañía y sus juegos más divertidos consistían en disfrazarse con los vestuarios de los artistas, identificar canciones junto a Camayd y ayudar a su padre en el montaje escénico de los espectáculos.
Grisel, pisó las tablas como intérprete de música infantil, por primera vez, en el año ´76, y desde el 2009, pone en práctica toda la sabiduría y experiencia legada por Hipólito en la dirección artística de su proyecto sociocultural, en defensa siempre de rescatar en los más pequeños las tradiciones e historia de la cultura holguinera.
La mayor fuerza que puede tener un creador es ser padre, sentenció el cantautor holguinero Raúl Prieto, y reconoció que en su caso tiene la suerte de compartir escenario con su hijo, de quien aprende y se inspira cada día, pues es de los que piensa que, en la música como en la vida, para mantener vigente la obra de un consagrado es necesario el vínculo permanente con los jóvenes.
Raulito descubrió su interés por hacer música en la adolescencia, encontró en la intimidad del hogar a su primer maestro, la escuela de instructores de arte le dio las herramientas que pudo llevar luego a la banda de Raúl, donde comenzó como corista, transitó por la percusión menor hasta perfilarse definitivamente por el bajo, instrumento que lo acompaña hasta hoy.
Una banda y dos cantautores es el concepto que defienden estos artistas, que tienen la clave del éxito en el equilibrio perfecto entre la experiencia y el espíritu explorador de la juventud.
Hay códigos que no envejecen, reflexionó Raulito, ya que la experimentación nunca se basa en la nada, y es ahí donde entra mi papá y su generación. Las descargas que sucedían en mi casa, en Báguanos, con Alito Abad, Fernando Cabrejas, Alfredito Álvarez, en las que se escuchaba siempre muy buena música fueron esenciales en mi formación.
Soy un convencido, añadió, de que en este diálogo de generaciones también resulta primordial ayudar al público a buscar un referente, y es por eso que Silvio y Pablo no pasan de moda, vale la pena mantener un público que sea capaz de ver lo que más brilla sin importar a que generación representa.
“Sin tanta filosofía”, de Raúl, y “Mi universo entero”, de Raulito, son las más recientes producciones musicales en las que se encuentran enfrascados estos artistas, bajo el sello Egrem, a lo que se suma la posibilidad de formar parte próximamente de un proyecto de intercambio cultural con México y que tiene como líder a la Empresa de Promociones Artísticas Literarias, Artex, en la provincia de Holguín.