El pecado de los extremos

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responsabilidad
 
Flotan delante de mí, van de la mano, son jóvenes y hermosos los dos, conversan y yo fisgoneo al descuido. Ella dice: “me hace falta el dinero pero que va, pipo, eso de servir y aguantarle malacrianzas a los clientes no va conmigo”.
 
Él, que la mira con un amor envidiable, refuta: “Si, mima, pero eran 75 o 100 pesos diarios, más lo mío, con eso nos defendíamos, ahora estaremos más apretados”, suspira y mira hacia atrás y le sonríe a la especie de hobbitt que los persigue, devuelvo el gesto mientras me hago la tonta y arreglo mis gafas.

Pero ella trae la guinda al pastel y dice: “Amor, mi papá tiene dinero y dice que no tengo necesidad de trabajar así, porque ellos (los padres) me mantienen y, en definitiva, soy mujer”, acentúa y repite las últimas palabras y se carga con esa frase cientos de motivos de lucha de las féminas.

Sin embargo, mi mente me lleva a otra parte más allá del tema de género y me interroga: ¿Los padres hacemos bien dándole todo a nuestros hijos?¿Es el trabajo a los 18 años, el buscarse dinero honradamente, incluso mientras estudian, algo malo o negativo? ¿Qué le enseñamos al liberarlos de responsabilidades?. No estoy exenta de haber caído en estos pecados y, por supuesto, no puedo tirar la primera piedra.

Reflexiono sobre mis paradigmas familiares. Mi madre esforzada en su labor estatal, o frente a la máquina de coser sin descanso, para que tuviéramos lo que ella nunca tuvo. Mi padre, más lento, pero igual de sacrificado, con la filosofía de que “lo de ustedes es estudiar y nada más”. Mi esposo, quien tuvo similares ejemplos en sus progenitores, y yo, hemos repetido esos modelos.

No me lamento de los resultados, pues creo que la queja genera problemas y la gratitud abundancia, pero muchas cosas hubieran sido mejores si a temprana edad supiéramos el valor verdadero de las cosas, no el precio, si no todo el esfuerzo escondido detrás de lo que calzamos, vestimos, comemos, dónde dormimos o cómo podemos decorar los espacios familiares o personales, entre otras muchas cosas, que necesitan dinero.

La forma de educar a las nuevas generaciones modo “sin complicaciones” no es absoluta de Cuba, la familia latina, casi de forma general, es sobreprotectora, tanto así que por ejemplo puse “el grito en el cielo” cuando la más pequeña de mis hijos (cumple 18 en abril) habló de “buscarse un trabajito” que no interrumpa la próxima universidad y le brinde cierta libertad financiera, porque: “yo no lo hice, ni tus dos hermanos tampoco tuvieron la necesidad”.

Tengo el mismo esquema de análisis del padre de la muchacha del inicio de este comentario porque soy hija de mi tiempo, nieta de mis circunstancias y es difícil, casi imposible, desprender patrones heredados.

Fiel a mi generación, la del boom de natalidad de los años 60’, que tiene hijos y nietos ya y en la educación de ellos, repite errores y comete nuevos, aún más increíbles, que laceran el sentido de la responsabilidad individual y colectiva.

Aquí he visto madres y padres muy ofendidos porque su “bebé” tiene que apoyar la campaña antivectorial o ir al servicio militar, otros lavan, planchan, limpian, trabajan como mulos mientras los jóvenes ven la serie de turno despreocupadamente.

Más allá de las costas de mi tierra observé a madres anglosajonas dormitar en una bañera con una copa de vino, mientras su nene de 6 meses grita desde un cuarto cerrado, para enseñarlo a “autocontrolarse”. Ninguno de estos extremos está bien.

En disciplina, paciencia y amor al trabajo,los asiáticos nos llevan gran ventaja. Si le cuento, por ejemplo, que hay escuelas en Japón sin auxiliares de limpieza porque los estudiantes matriculados allí hacen ese trabajo diariamente, usted seguro se horrorizará y dirá: “mi hija o hijo no tienen por qué hacerlo, para ello les pagan a otros”, sin embargo, son los colegios más limpios, porque allí se sabe el valor real de ese trabajo.

Encontrar el equilibrio entre ambas actitudes es lo ideal y lo más difícil. Yo, que aún no completo la misión de ser madre y de seguro “arrastraré” esa “asignatura” hasta que empiece la de abuela, pienso que María Curie tenía razón cuando dijo: “La vida no es fácil para nadie, pero ¿qué importa? Hemos de tener perseverancia y confianza. Creer que hemos sido bendecidos con algunos dones para realizar una tarea y esa tarea debe cumplirse”. A completar los propósitos, a pesar de los sacrificios, es lo que debemos enseñar.

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Comentarios  

# Nelson Daniel 20-02-2020 08:37
Todos los padres queremos lo mejor para nuestros hijos , yo soy un viejo pero para mi madre sigo siendo el pequeño que necesita sus cuidado. Pero soy del que pienso y actúo que los hijos no son artículos que hay que proteger y en realidad lo que se debe es de prepararlos para la vida , esa es nuestra tarea , verlo como seres humanos que merecen caminar solos pero con pasos firmes . Cuanto errores se cometen con quitarles etapas de su vida , evitar que pasen el sagrado deber del Servicio Militar o tareas que les da la escuela o temer que estén becados.
Prefiero que mis hijos sean capaces de enfrentar los problemas y necesidades y sobre todo de resolverlos tomando sus decisiones y si se equivocan y se caen se vuelvan a parar y caminar por los caminos de la vida. Yo siempre no estaré presente para levantarlos. Eso es Educar y prepararlos para que sean buenos ciudadanos
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# Ania Fernandez 21-02-2020 14:41
Igual pienso yo pero educar es tan dificil es una tarea titatina yo creo que me he equivocado muchas veces pero trato de salir de los extremos xq son daninos.
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# Pedro 28-02-2020 15:08
siempre he tratado que mis hijos razonen y actuen por ellos mismos, yo tambien les digo que no siempre estaremas mamá y papá a su lado, que se preparen para la vida que aunque es bella tambien es dificil.
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# M@ndy 20-02-2020 22:22
Este es un mal que corroe a nuestra sociedad. Soy un hombre de 35 años de edad y aun recuerdo como muchos familiares cercanos insistían en evadir mi paso por el Servicio Militar. Y pudo suceder de ese modo. Sin embargo, mantuve mi desición de no saltarme esa etapa. Y no me arrepiento. No digo que haya sido fácil, formando parte de una selecta unidad especial, y de cuya época guardo un par de secuelas. Sin ambargo, no lo cambiaría.
Hoy los padres hacen lo indecible para evitarles ese "dolor de cabeza". O peor aun, intentan acomodarlos en lugares más "suaves", donde puedan pasar el "verde" más cómodos. No se imaginan el daño que les hacen.
Usted expone un excelente ejemplo en una escuela en Japón. De la cultura oriental deberíamos aprender muchas cosas, como su disciplina y su valoración al trabajo.
Saludos.
M@ndy Portelles
https://mandy69.cubava.cu/
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# yaite 27-02-2020 14:17
muy lindo el escrito.
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# Aficionado 03-03-2020 11:54
oiga que en estos tiempos hay que ponerle medallitas a los educadores tan sacrificados en su ardua labor y la recompensa que reciben es la indisciplina de los padres y la malacrianza de los hijos
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