Apretaíto, pero: ¿relaja´o?
- Por Jorge Suñol Robles
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Habana Babilonia fue el motivo de mi visita. De fresco, presté un libro ajeno. Hace algunos meses una amiga lo tenía y ya “la propietaria” me lo estaba pidiendo. Todo pasó un domingo. Total aburrimiento. De más está decir que ese día las guaguas (ómnibus urbanos) se vuelven fantasmas. Si quieres llegar temprano a algún sitio, debes salir dos horas antes.
Amaestrado en esos asuntos de guaguas-paradas-espera paciente, voy a montar en la ruta P2, pues es la única que me deja cerca. Rumbo al reparto Zayas. Treinta minutos y ni el sol se asomaba. Viene una “Diana”, ¡que desgracia!, digo por dentro. Pasillo estrechísimo, estrés, mucho estrés, ya me falta el aire. La luz de alante es la que alumbra (en este caso, no veo luz, sino gris con pespuntes negros). Me quedo en “esa” si no me monto. Lucho, lucho, logro la hazaña, estoy en camino.
Cubanos en un solo plano, pequeño e incómodo. La guagua no es un condón, dice un mulato acelera´o. A la gordita se le pasa la parada por disfrutar tanto de su asiento. Una dice que se derrite: Chofer apúrate, esa debe tener complejo de helado.
Por favor, un pasito, que la guagua está vacía, plantea un señor que “anhela” subir ¿Será ciego? No, eso lo decimos todos cuando estamos del otro lado, buscando alternativas, formas de subirnos a las buenas o a las malas.
Me pisotean. Prefiero no decir nada. Si digo algo me mandan a comprarme un carro. Mis zapatos alguna vez fueron blancos. El que hizo esto le quedó el alma ardiendo, comenta una cuarentona respecto al “buen” diseño del ómnibus. Esto es lo que tenemos y así hay que tirar pa´ adelante, le responde de atrás una anciana llena de paquetes, que nadie se ha dignado a llevar.
Caballero, una mujer con un niño, grita la que trabaja en TRD. El joven, con “to´ i peina´o” del Choco no le queda más remedio que cederle el asiento. Permiso, que me quedo en esta, expresa con voz de mando el militar, que se corre dos paradas antes para poder “sobrevivir” a la bajada. ¡Aleluya!, llego a mi destino. Me cercioro de que la billetera esté en su sitio, no por “el efectivo”, sino por los carnets, que luego es una tragedia para los trámites. Verifico si todo en mí se encuentra bien, después de sudar y sufrir al mismo tiempo por haber sido “aplastado”.
Llego a la casa de mi amiga. Su madre me dice que no está. Lo que me faltaba ¿Y Habana Babilonia? Por suerte lo había dejado con ella. Que conste que todo fue por el dichoso libro y por culpa de “la propietaria”, que al otro día me sonrió cómo si nada hubiera pasado. Ya lo dice el dicho: Sorullo, sorullo… Lo que uno vive y oye en una guagua.
Comentarios
Holguín se vería fantástico con un tranvía.