Tríada imprescindible
- Por Yanela Ruiz González
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Lograr el conocimiento académico y también el desarrollo de habilidades y valores para la vida y la interacción social es parte de la tan aludida educación de calidad, que en Cuba viene trabajándose con mucha intención desde el perfeccionamiento de métodos y estilos de trabajo, que busca además reforzar esa relación.
No en vano la Tercera Revolución educacional del sistema educativo cubano enfatiza en la labor con los agentes y agencias, que no son más que los actores, familias, entidades, organismos e instituciones de la comunidad que interactúan o intervienen en los procesos de las escuelas enclavadas en su entorno, y contribuyen con la realización de sus proyectos educativos que responden a las necesidades, gustos y preferencias del colectivo estudiantil.
En sus perfiles en redes sociales, el seminternado Conrado Benítez del municipio de Holguín muestra cómo logra fomentar esa relación, que trasciende el espacio convencional de la reunión de padres y escuela familiar para involucrar a la comunidad en propiciar un ambiente escolar saludable y atractivo, como se quiere en estos tiempos. A menudo allí se realizan actividades con estos fines o llevan a sus estudiantes a los centros cercanos para enriquecer su acervo cultural e histórico y fundamentalmente, sus conocimientos de la localidad y de lo que le rodea.
Pero más allá de las fronteras citadinas, en la escuela primaria Camilo Cienfuegos de la comunidad rural San Agustín de Aguarás, en el municipio de Calixto García, la experiencia no difiere mucho en cuanto al cultivo de esa relación. Si bien son otros los contextos, allí hay una labor importante en el rescate de la historia, en el valor de su gente y en promocionar sus tradiciones y todo lo que alimenta el orgullo de quienes habitan esta zona, implicados familia y comunidad, para ser transmitido a las nuevas generaciones, que como bien dice la maestra Yarismilka, este es el escenario donde los niños y niñas crecen y se forman para su futuro.
Enamorarlos de sus raíces, que aprendan a ser solidarios, respetar, ser responsables y a valorar lo que les rodea resulta primordial para seguir construyendo una sociedad de hombres y mujeres de bien.Este ambiente de apoyo y motivación producido por la participación de la familia y la interacción de la comunidad favorece, además, el rendimiento escolar, fortalece el tejido social al promover una cultura de colaboración y permite que la institución educativa pueda identificar y atender en mejores condiciones las necesidades específicas de sus estudiantes, en medio de la diversidad.
Por esta y otras razones, es que cada curso escolar mantiene entre sus prioridades el fortalecimiento de este vínculo, que es producto de un proceso de corresponsabilidad en el que todos desempeñan un papel activo y fundamental en el éxito de esa formación integral, por ser las tres instituciones sociales más importantes en las que se satisfacen las necesidades de educación y la adquisición y trasmisión de todo el legado histórico cultural de la humanidad.
Muchas veces esta relación no es apreciada en su justo valor y creemos que la escuela sola debe encargarse de todo lo que concierne a la educación del individuo. Sin embargo, cuando uno de estos eslabones no realiza sus funciones ni se interesa por estrechar ese vínculo comienza la deficiencia en el proceso educativo. Como dice un viejo refrán“una sola golondrina no compone verano”.
En la actualidad son muchos los desafíos para lograr esa armonía. Sabemos y estamos conscientes que las limitaciones económicas de las familias, la falta de recursos en las escuelas, hasta las desigualdades sociales pueden influir, pero en la balanza de los pro y los contra hay una inclinación mayor hacia los beneficios que resultan de esa tríada escuela-familia-comunidad, que con el esfuerzo conjunto y soluciones creativas podrá siempre ayudar a mejorar la calidad de la educación y el bienestar de los estudiantes.