El mejor regalo

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día educador ELA 6Foto: Elder Leyva / Archivo

Hace pocos días se desarrolló en el centro escolar de mi hija la reunión de padres, un espacio provechoso y de reflexión, del que salimos todos con tarea para la casa, porque la educación de los hijos comienza en el hogar y es una misión constante, sobre todo en la etapa de la niñez y adolescencia. No importa cuán buenos creamos que sean, siempre hay que estar pendientes de sus necesidades de todo tipo.

Mientras escuchaba la intervención del profesor guía, un hombre de más de 65 años de edad, experimentado en el sector de la Educación, con muchas horas de vuelo no solo en la docencia, sino también en la dirección de procesos, como muchos de los que hoy están frente a las aulas donde nuestros hijos estudian, pensaba en estas líneas.

Aunque la reunión tenía un orden del día que contemplaba todos los parámetros que se miden en el porte y aspecto del estudiante, el cumplimiento del reglamento escolar, los resultados académicos, y otros asuntos, hubo uno de marcado interés y que ocupó la mayor parte del tiempo: la disciplina escolar y, con esta, la ocupación y preocupación de los padres con los hijos.

Claramente, del comportamiento de nuestros educandos depende en gran medida el desarrollo de una buena clase. Ese proceso que ha de ser dinámico, integral y centrado en objetivos específicos que aporten el conocimiento y la educación en valores a la vez, muchas veces se trunca porque no hay una respuesta colaborativa y de respeto de los muchachos hacia el maestro, por mucho que este se esfuerce.

En tiempos en que la cobertura docente vuelve a flaquear y las esperanzas de engordarla no son tan halagüeñas, porque el relevo cada vez se diluye más en la emigración hacia otras latitudes y en el mejor de los casos, hacia otros sectores, en busca de mejoras para la economía doméstica, esa que cada día se torna más exigente ante un salario exiguo, al que ya no le hacen gracia ni siquiera los aumentos por antigüedad, categorización o grado científico, pues a mitad de mes (si no antes) se ha esfumado, resulta casi un lujo contar con docentes entregados y preparados, que respetan su profesión, como esos tantos jubilados que sobrepasan los 65, hasta los 70 y en algunos casos, rozan los 80 años de edad y algo más.

Esos mismos que fueron alfabetizadores siendo adolescentes y conocen de sacrificios y del valor del conocimiento, tanto como las canas que peinan, y que aun con situaciones de salud están ahí, tiza en mano, brindando lo mejor de sí a nuestros hijos, como también lo hacen muchos de los jóvenes que integran los claustros y asumen diversas tareas, son los que hoy nos llaman a la reflexión porque nuestros muchachos se burlan en clases, responden con desdén cuando se les llama la atención y sabotean lo que por muchas horas ese docente preparó para cultivar su intelecto, muchas veces a la luz de cualquier artefacto en medio de un apagón y bajo el mismo estrés que generan las situaciones de la Cuba de hoy.

Aquel profe me hizo recordar y anhelar los tiempos en que, cuando el comportamiento no era el adecuado, el maestro solo tenía que decir la aterradora frase “voy a tener que hablar con su papá”, suficiente para que el estudiante recapacitara. En contraposición, hoy pululan padres permisivos, que no ejercen control sobre sus hijos y menos se ocupan de su educación, una deficiencia que se sobrecarga al proceso docente educativo de la escuela y por la que pagan justos por pecadores. Ya no valen las actas de advertencia, ni los constantes llamados de atención en la dirección del centro.

Sin embargo, por estos días de diciembre, motivados en la jornada del Educador, los consejos de padres nos esforzamos y reunimos dinero, muchas veces sumas que ni siquiera todos podemos donar, pero lo hacemos y compramos regalos materiales y preparamos actividades para agasajar a nuestros maestros, porque sabemos que merecen lo mejor.

Valdría la pena reflexionar si con estas dádivas estamos reconociendo verdaderamente su dedicación y el tiempo que entregan a nuestros adolescentes, o si estos "motivitos" son el mejor regalo cuando su pedido constante es que disciplinemos en casa, nos ocupemos y preocupemos porque estudien y contribuyamos a que la clase logre su objetivo desde la educación en el hogar.

Yanela Ruiz González
Author: Yanela Ruiz González
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Lic. en Estudios Socioculturales, periodista de la Casa editora ¡Ahora! Especializada en temas de Educación y Educación Superior Fan de las redes sociales

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