Ellos regresaron con la victoria
- Por Reynaldo Zaldívar
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“De Angola nos llevaremos la entrañable amistad que nos une a esa heroica nación y el agradecimiento de su pueblo y los restos mortales de nuestros queridos hermanos caídos en el cumplimiento del deber”.
(Raúl Castro, 12 de diciembre de 1976)
Cada vez que escucho hablar de la gesta cubana en Angola no puedo dejar de pensar en cómo un país tan pequeño ha podido incidir tanto en la geopolítica mundial. Cuba, que en su punto más ancho no llega a tener 200 km, cabría cientos de veces en el territorio angoleño. Pero los hombres no se miden como se mide una extensión de tierra. Los hombres son las sumas de todas sus hazañas. Es la razón por la que no podría escribirse la historia de esa región sin relatar la contribución de nuestro país, que aportaría cerca de 300 mil gigantes a la eliminación del apartheid.
Pero “la libertad cuesta muy cara”, anotaría José Martí. A Cuba le costó la pérdida de muchos hijos. El 6 de diciembre de 1989, luego de un extraordinario trabajo de peritaje para identificar y preparar los cadáveres, iniciaba la Operación Tributo, donde eran devueltos a la Patria 2 085 mártires que cumplían misiones militares y 204 en tareas civiles.

El día 7, cuando toda Cuba conmemoraba la caída en combate de Antonio Maceo y de su ayudante Panchito Gómez Toro, en los 169 municipios del país se realizaron los cortejos fúnebres para llevar hasta los panteones los restos de cada uno de los caídos en la gesta que había durado más de 13 años y los combatientes abatidos en otros pueblos, como Nicaragua y Etiopía. Extensas filas de cubanos marcharon ante los féretros y osarios.
Fueron pocos los que no tuvieron un familiar, amigo o conocido a quien llorar. Sumidos en duelo, leían la página enorme de la libertad de Angola escrita con la sangre de los cubanos.
En el Cacahual, donde se erige el Mausoleo del General Antonio Maceo, fueron depositados los restos de 16 combatientes internacionalistas en representación de toda Cuba. Ese día, en el acto de despedida del duelo, Fidel Castro expresó:
… “el 7 de diciembre se convertirá en día de recordación para todos los cubanos que dieron la vida no solo en defensa de su patria, sino también de la humanidad. De este modo, el patriotismo y el internacionalismo, dos de los más hermosos valores que ha sido capaz de crear el hombre, se unirán para siempre en la historia de Cuba” (…)
Creía el enemigo imperialista que ocultaríamos las bajas en Angola (…) como si fuera una deshonra o una mancha para la Revolución. Soñaron durante mucho tiempo que fuera inútil la sangre derramada, como si pudiera morir en vano quien muere por una causa justa. Mas si solo la victoria fuese el vulgar rasero para medir el valor del sacrificio de los hombres en sus justas luchas, ellos regresaron además con la victoria.
Los cubanos tienen esa costumbre de dar a otros de lo poco que tienen. Es como un hontanar de aguas profundas, que traspasa la roca y brota continuamente. Hay una canción de Ariel Barreiros que hace notar: “un hombre vale el largo del cordel que ataron desde Dios hasta su (…)
espalda”. Y allá van los cubanos, que jamás se están quietos, estirando el cordel hasta otras tierras donde la más baja condición humana ha desprovisto de esperanza a los pobres y los humildes.

Sobre la bandera angoleña crece una estrella que anuncia la solidaridad internacional. En el color rojo del fondo habita la sangre de los cubanos que se despojaron de todo para procurarla libre y soberana. De aquella gesta nos separan 35 años y, sin embargo, el tiempo parece arbitrariamente más breve. Aún insiste Cuba, como una madre que ha tatuado sobre sus manos el nombre de sus hijos, en rendirles tributo.