Una sombra que se extiende

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delincuencia juvenil

Cuba, un país que históricamente se ha caracterizado por su seguridad y cohesión social, enfrenta un desafío crucial; el crecimiento de la delincuencia en edades tempranas. Este fenómeno, que ha ido en aumento en los últimos años, preocupa a la sociedad, pues amenaza la estabilidad y el futuro del país.

Si bien las estadísticas no reflejan un gran número de jóvenes involucrado en el problema, las noticias de muchachos en edad infantil como autores de robos, agresiones y actos vandálicos se han vuelto cada vez más frecuentes. Este preocupante escenario enciende las alarmas sobre las causas que alimentan este comportamiento delictivo.

Diversos factores se entrelazan para explicar el auge de la delincuencia juvenil; con el devenir del tiempo se ha suscitado una fragilidad de la estructura familiar, con altos niveles de separación y divorcio, particularidad que deja a los jóvenes vulnerables a la influencia de la calle y a la falta de valores.

Otro factor desencadenante es la proliferación de contenidos violentos en los medios de comunicación foráneos y la exposición a modelos negativos en el entorno social, que desvirtúan la percepción del bien y el mal, contribuyendo a la normalización de la delincuencia.

También la situación económica actual, con sus dificultades para acceder a bienes y servicios básicos, crea un caldo de cultivo para la desesperación y la búsqueda de soluciones rápidas, aunque ilegales; amén de que cuenten con disímiles oportunidades que oferta el Estado y el Gobierno del país para su vinculación a la vida social.

La sociedad cubana no puede mirar hacia otro lado. Combatir la delincuencia juvenil requiere un esfuerzo multidimensional que involucre a todos los sectores. Implementar políticas que fomenten la educación, la cultura y el empleo, especialmente para los jóvenes, fortaleciendo los sistemas de prevención y reinserción social es tarea de primer orden.

En el caso de la familias, deben restaurar su rol protagónico en la educación de los hijos, inculcándoles valores como la honestidad, el respeto y la responsabilidad. Asimismo, la comunidad puede propiciar espacios de diálogo, recreación y formación que permitan a los jóvenes encontrar alternativas a la delincuencia. También los medios de comunicación son genuinos promotores de contenidos que fomenten valores positivos y la cultura del respeto a la ley.

La delincuencia juvenil no es un problema que se solucione de la noche a la mañana. Es un desafío que exige una respuesta integral, un trabajo conjunto entre el Gobierno, la familia y la sociedad civil. Debemos actuar con prontitud y con determinación para evitar que esta sombra oscura se siga extendiendo y afecte el tejido social que caracteriza a la Mayor de las Antillas.

El futuro de Cuba depende de la capacidad de crear un ambiente donde los jóvenes puedan desarrollarse con seguridad, dignidad y oportunidades. No podemos permitir que las generaciones herederas de este gran proyecto social se vea afectado por problemas evitables, tarea de todos es prevenir con educación.

Liban Fernando Espinosa Hechavarría
Author: Liban Fernando Espinosa Hechavarría
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Siento al ¡ahora! como mío y afirmo, sin miedo a equivocarme, que este periódico sexagenario es parte de lo que somos todos los holguineros.

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Comentarios  

# Guest 03-12-2024 19:58
Un tema interesante. Y que ha de ocupar el análisis y ocuparnos en una solución. No podemos permitir que una de las mayores conquistas de la Revolución, la seguridad ciudadana, se vaya por la borda sin que hagamos lo necesario para evitarlo
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