Cuando reina la descortesía

  • Hits: 3030
descortesia1

El bolso en su rostro entorpecía el diálogo con otros viajeros; el espacio de su asiento se redujo ante el reclamo del chofer, pues "atrás el carro estaba vacío" y aún quedaban pasajeros con intenciones de subir al ómnibus.

Una joven entablaba una amena conversión de sobrada intensidad y poca coherencia, pero muy convencida que los diez pesos del pasaje, de San Germán a Holguín, tenían que ser sentada a toda costa, sin servirle a nadie.

Así fue. Mi cervical suplicaba clemencias, la carpeta cargada de ropas y documentos doblegaba hasta mis suspiros, pero no tuvo opciones. Ni ella, ni nadie en el conglomerado ómnibus se percató de mi bolso.

Entonces, recordaba cuántas veces brindé mi lugar a otras mujeres, incluso, al marido de una de ellas, sin mi consentimiento, pero no, los trapos sucios preferí botarlos en el supiadero y dejar que mi orgullo asumiera la carga.

Mi angustioso periplo de pie no centró el motivo de este comentario porque la historia de este inusual viaje todavía tiene otras escenas no aptas para menores y personas educadas.

El fantasma de la cortesía se marchó a cumplir otras funciones y nos dejó solo en una ruta con varios hombres sentados y otras féminas de gafas oscuras en pleno viaje a la sombra.

Detrás del asiento del chofer conversaban sentados tres mujeres y un señor; cuando en una de las paradas del viaje ascendió al ómnibus una novel madre recién parida, con dos pequeñines más bajo su responsabilidad y otro acompañante, una señora de la tercera edad, si mal no recuerdo.

Rápidamente el señor y todos los pasajeros le cedieron el asiento a la muchacha como me han enseñado desde pequeño. Eso pensé que sucedería, sin embargo, la historia no fue así y les aseguro que no está mal contada.

Un grupo de pasajeros, como testigo de aquella insólita descortesía, reclamaron a los acomodados para que favorecieran a la joven, pero una ensarta de justificaciones y prescripciones médicas desmotivaron a la muchacha, quien, para sorpresa de todos, prefirió darle su niño de meses a una señora que iba sentada y ella continuó de pie.

La pareja de niños mayores se acomodó entre las cuatro personas sentadas, mientras la señora madre indicaba cómo manipular al más pequeño, que por suerte no lloró inicialmente, para dar una señal de experiencias por manos ajenas.

El viaje continuó, el murmullo se sentía en la guagua, ante la insospechada actitud de un grupo de personas y la escalofriante reacción de una lactante.

Unos minutos más tarde el bebé rajó en llanto porque los baches no lo acomodaron en su pecho habitual y fue cuando la señora cedió el asiento a la madre del recién nacido.

Por suerte, la familia descendió en uno de los tramos y no escucharon un cúmulo de regaños que se tejían en el fondo de la guagua, aun más cuando persisten casos positivos a la COVID-19 en la provincia y otras enfermedades contagiosas.

Ver a los hombres sentados en una guagua mientras una dama transita de pie, o no contribuir con el bolso de una persona que le brindó el asiento, son actitudes que, desafortunadamente pululan cada día en la transportación pública, con pronósticos reservados para su erradicación.

Pero, presenciar todos estos malos ejemplos en un viaje, solo es posible cuando reina la descortesía y los valores deambulan como zombi hacia un futuro incierto, donde la tecnología no es compatible con la cotidianidad.

Ser cortés es demostrar afecto, amabilidad y respeto hacia otro individuo, es reconocer las normas sociales correctas y adecuadas en el entorno que habitamos, donde, cuando menos lo pensemos, recibiremos el resultado como tributo al servicio.

Flabio Gutiérrez Delgado
Author: Flabio Gutiérrez Delgado
MÁS ARTÍCULOS DE ESTE AUTOR
Licenciado en Comunicación Social. Soy un ferviente apasionado del mundo deportivo, atrapado por la magia del fútbol, pero no descuido la cultura general y siempre estoy dispuesto a aprender algo todos los días, cuando no lo hago, siento que he perdido el tiempo.

Escribir un comentario

Comentarios  

# Marciano O 29-04-2023 15:51
Excelente comentario, cada día que pasa es peor, ciertos valores humanos se esfuman o simplemente ya no están.

La viejecita de las dos jabas y el Marciano.

La vi caminar por la acera, se detuvo, miró a ambos lados, no venían autos, se disponía a cruzar la calle cuando le dije: ---- por favor mi tía, déjeme ayudarle a cruzar la calle y llevarle las jabas; levantó la mirada y exclamó. --- ¡Ay mijito, te lo agradezco mucho! Tomé con una mano las dos jabas y con la otra: con mucho cuidado el ante brazo y cruzamos.
Ya del otro lado me dijo: ---- ¡Ay mijito, te lo agradezco con el alma! Le respondí: ---- nada que agradecer mi tía, es un honor y un deber para mi hacer esto; levantó la frente, fijó sus ojos algo turbios y agregó: ---aquellos dos jóvenes que están jugando con los celulares, no se percataron que yo necesitaba cruzar la calle, uno de ellos es mi vecino, le respondí: ---- ¡Si mi tía, en estos tiempos eso está sucediendo! --- ¿Usted va para la tienda, porque yo voy con ese rumbo, mire aquí tiene sus jabas? Algo me llamó la atención en el momento que le di las jabas; estaban vacías, una la tomó con mucha facilidad, la otra como si estuviera llena, entonces me dijo: ----ves esta jaba que pesa, le respondí: ---si mi tía, agregó: ----aquí van mis años; como te podrás dar cuanta, ya me pesan mucho, además he ido echando en ella la cantidad de malos momentos que he pasado después de ser una anciana, malos tratos, falta de respeto, falta de caballerosidad y varios factores más de los valores humanos, he visto como se evaporan, le respondí: ---si, usted tiene mucha razón en eso pero cuente conmigo para lo que necesites; me dijo: ----ya hiciste bastante, mira acabo de sacar de esta jaba llena del olvido, parte de ese peso y he colocado algo en la jaba de las buenas acciones, no te preocupes que estoy donde quería llegar; le pregunté. ¿Y cómo usted se llama? Me respondió: ---me llamo Esperanza, le dije: ----mucho gusto en conocerla, mi nombre es. El Marciano de la tierra, ha sido un honor compartir este momento con usted. Posó una mano en mi hombre y me dijo: ---vaya con Dios, levanté la mano y le dije: --- y usted también.
La vi alejarse, al continuar mi trayectoria, desde el otro extremo otra mano envejecida se levantó en dirección a mí, mostrando el pulgar como ya sabemos.


No me creí importante por lo que hice, pensé que tenemos que hacer mucho por nuestros ancianos, son el cimiento de la obra, nuestra razón de ser.

Les saluda Y respeta. El Marciano de la tierra.
Responder